Columnista:
Santiago Becerra Tovar
Cuando Duque tomó la Presidencia, sabía lo que le esperaba en su agenda de viajes y su paso, por la Casa de Nariño, sería la oportunidad para codearse de celebridades nacionales.
Lo que unos llaman presidencia y otros, jefe de Gobierno, para Duque no ha sido más que una sucursal de Divercity; aquel parque temático colombiano, a donde van los niños, para jugar a ser pilotos de avión, policías, bomberos, médicos, etc. Duque, eligió ser presidente, porque su diablito al oído se lo recomendó.
Estando en este puesto, no ha perdido el tiempo y ha utilizado su posición para recorrer el mundo, en busca de personas que quieran jugar a cabecitas o quieran tocar la guitarra o simplemente quieran practicar pasos de salsa. En su paso por diferentes países, ha compartido saludos de expresidiarios en lugares donde ni se acordaban de aquel hombre; ha sido regañado por Trump —en reunión con él— en los Estados Unidos, por llegar a la Presidencia en un país tan golpeado por la violencia; y ha presentado pruebas falsas en la ONU sobre la presencia del ELN en Venezuela.
Situaciones que son solo «metidas de pata» por un presidente, que su primer año de Gobierno fue de aprendizaje. Acciones tomadas como ejemplo, por otro funcionario público, para pegarse la escapadita, en medio de la pandemia, con dineros públicos, a pasar un fin de semana en San Andrés, pero no Tello, sino la isla de San Andrés, con la familia.
Posicionado él, en lo que llama la Presidencia de Colombia, con la chaqueta contramarcada con su nombre, su potecito de gel antibacterial y sus emoticones de carita feliz y enojada (emoticón reservado para aquellos que critican su Gobierno). Incursionó en el periodismo y se convirtió en presentador con su propio programa de televisión, donde se decía, que se iba a informar sobre la pandemia, pero terminó siendo un programa para auto elogiarse y darse palmaditas el mismo en el hombro.
Queriendo incursionar en el mundo de la música, invitó al cantante Maluma, a la Casa de Nariño, para que este le diera algunas clases y por qué no, lanzar su primer sencillo junto al reguetonero.
Esto se llama Locombia o Polombia, como lo llamaría Duque. Donde el presidente se reúne con cantantes, visita policías después de haberse perpetrado un abuso de autoridad contra la ciudadanía y sale del país, cuando la situación de nuestro territorio se agudiza.
Visitar a los campesinos no está en su agenda, como tampoco compartir una mesa con ellos para escuchar sus peticiones; ni mucho menos, recibir a una minga indígena, que recorrió cientos de kilómetros para hacerse escuchar.
La hipocresía de Iván Duque brilla en su máximo esplendor cuando en Twitter expresa que «se seguirá apoyando el acuerdo de paz» y en la realidad, lo único que han hecho es hundir este proceso, al igual que, no tienen la decencia de recibir a los excombatientes que caminaron hacia Bogotá. Hablo en plural, porque no es solo el presidente, que al final, es solo una imagen, una fuente de información errada y falacias que le han ordenado decir.
¿Sentirá vergüenza, al estar en otro país y que colombianos le griten que tiene nexos con el paramilitarismo, mientras le reclamen por los líderes sociales asesinos y le expresen su inconformidad con el sistema de Gobierno? Para no irnos tan lejos, ¿sentirá vergüenza al visitar cualquier territorio de Colombia y que lo reciban con abucheos y gritos de rechazo?, ¿sentirá vergüenza al tener una desaprobación del 55 % de la ciudadanía y que en sus dos años de Gobierno se hayan presentado 239 días de marchas y protestas?
Al parecer lo único que le interesa es quedar bien ante sus aliados políticos y ser un hipócrita con la nación.
Fin de comunicado.