Columnista:
Santiago Becerra Tovar
Todo dio inicio, el año pasado (2019) cuando el presidente de la República chilena, decidió aumentar el precio del transporte público, asesorado por expertos en este ámbito. Recomendación que salió más costosa, que el precio del metro, en ese momento, porque estudiantes a modo de protesta, decidieron hacer plantones, en las estaciones de metro, evadiendo los pagos para ingresar a este.
La situación se complicó cuando las personas se tomaron las calles e iniciaron la quema de estaciones de metros y buses, saqueos de almacenes y ataques a instalaciones públicas. El Gobierno, en su intento por demostrar autoridad, decretó toque de queda y militarización de la ciudad; algo que no fue bien recibido por la ciudadanía ni tampoco acatado, al contrario, motivó a más ciudadanos a manifestarse.
Actuaciones adoptadas por los chilenos, a causa de una desigualdad económica, como lo estableció la Universidad Diego Portales «hay familias de bajos recursos que pueden gastar casi un 30 % de su sueldo en transportarse, mientras que, dentro del nivel socioeconómico más rico, el porcentaje de gasto puede ser menos de un 2 %». Sumándose un alza en el costo del agua, de la energía y un sistema de salud precario.
Ya en 2020, por medio de un plebiscito, 78,3 % de votantes eligió, renovar la Constitución establecida en 1990 por Augusto Pinochet.
Momento de resaltar a los ciudadanos chilenos, porque fueron ellos, por voluntad propia, quienes lograron esta hazaña; ningún político en particular, ningún partido político, ni siquiera la oposición, se puede atribuir este logro. Se evidencia una responsabilidad con su país, al igual que, un sentido de pertenencia con su territorio. Jóvenes, adultos, niños y una sociedad en general se reunieron y entendieron, que la verdadera lucha es con aquel sistema de gobierno que los oprime y mitiga las posibilidades de un buen vivir; no con el compatriota, solo por ser de derecha o izquierda o pensar de diferente manera. Algo que no han entendido los colombianos y menos los partidos políticos; aquellos que quieren dividir a la ciudadanía y seguir con una guerra, donde ellos mismos se inventan al villano y al héroe.
Es hipócrita exaltar la participación democrática de un país ajeno, cuando en el nuestro, reprimen a la ciudadanía, en su intento por hacer valer sus derechos. No se puede brindar acompañamiento a un país ajeno, cuando aquí, brilla por su ausencia, la presencia del Estado, en los territorios tanto rurales como urbanos. Esto por parte del presidente.
Por otro lado, no podemos quedarnos en solo felicitar al pueblo chileno y seguir con nuestras vidas, como si esa situación que ocurre en Chile, no se asemeja a nuestra realidad y, como si esa respuesta, que ejercieron los ciudadanos, no pueda ser adoptada por los colombianos. Tenemos que ir más allá de solo mirar, alabar y dar la espalda. La pasividad con que recorren cada día los colombianos, nuestro territorio, deja mucho por decir.
Es momento para pensarnos si verdaderamente somos los ciudadanos quienes llevamos las riendas de nuestro país o, simplemente, somos arrastrados por la corriente de un sistema de gobierno, con los ojos vendados. Ojos que no analizan la coyuntura que estamos atravesando y la respuesta tan apática del Gobierno, ante los requerimientos de un pueblo. Ojos tapados por unos eufemismos, por unas cifras erróneas, por datos, que toma el Gobierno, de ese país llamado Polombia, creado por el subpresidente Duque, donde todo pasa por debajo de cuerda y se esconde debajo de la alfombra.
Memoria pueblo, memoria; aquello que tuvieron los ciudadanos chilenos, para no olvidar su pasado tan manchado de sangre y violencia. Tan sabio y cierto es aquel dicho de «pueblo que no conoce su historia, está condenado a repetirla», no podemos seguir cargando un legado de violencia. Es vital, trascender de esa ciudadanía tan apolítica, tan desigual y generar alianza, en pro del bienestar de todo un país.
Reinventarnos, será nuestro mayor reto.
Fin del comunicado.