Columnista:
Óscar Perdomo Gamboa
Parafraseando al maestro Rafael Escalona: yo había resuelto no hacer más artículos con caricaturas antiguas, pero sucede que ocurren casos y me dan ganas y no me aguanto. Por estos días tenemos la indignación a flor de piel por las arbitrariedades y asesinatos de la Policía y el Ejército. Solo en septiembre tenemos las trece personas asesinadas en Bogotá por la Policía y el asesinato de Juliana Giraldo por un soldado del Ejército; y nos hemos sentido insultados por las versiones en las que las balas rebotan contra el pasto y los asesinados se agreden solos o son calificados de terroristas, ni qué decir de la negativa del «MinMasacre», Carlos Holmes Trujillo, a pedir excusas, el desafiante trino oficial “gloria al soldado” o la foto de un dummie inflable de la Policía que se parecía a Iván Duque. Corrijo: sí era Iván Duque con uniforme de policía, lo de dummie no lo corrijo.
Las fuerzas militares, que para efectos de este artículo incluyen a la Policía, siempre han estado integradas por jóvenes humildes, de escasos recursos y aún más, escasas oportunidades. Estos muchachos, como la mayoría de los colombianos, no quieren matar a nadie, no salen de la casa con el sueño de balear a un campesino o matar a bolillazos a algún estudiante. Aunque, habrá quienes quieran seguir la carrera castrante, digo, castrense, la mayoría de esos jóvenes preferirían estar en una universidad, trabajar para su futuro y estar con su familia. Pero, el Estado los obliga a prestar servicio militar y, como hemos visto en infinidad de videos, los tortura física y mentalmente y los convierte en esos entes capaces de disparar sin pensar contra su prójimo porque se los ordena un superior. La institución está corrompida desde la cúpula de la pirámide; son presidentes, ministros y generales los que dictan las directrices y órdenes que han generado décadas de torturas, masacres y asesinatos selectivos. Para la muestra, estos cinco momentos de la historia colombiana evidenciados en caricaturas.
- La Masacre de las Bananeras
Uno de los episodios más tristes y vergonzosos de la historia nacional es la Masacre de las Bananeras en la que el Ejército, bajo órdenes del general, Cortés Vargas, asesinó a centenares de huelguistas de la United Fruit Company. A pesar de que grandes historiadoras como María Petarda Cabal aseguren que es un “mito histórico” y que el hecho se lo inventó el condenado al infierno, Gabriel García Márquez, los trabajadores fueron masacrados por soldados tan humildes como ellos, con quienes solo días antes estaban celebrando, tomando ron y comiendo viandas típicas de la zona. Ni el presidente que ordenó terminar la huelga, Miguel Abadía Méndez, ni Cortés Vargas pagaron por la masacre; solo cuando Jorge Eliécer Gaitán denunció, meses después, la dimensión de la tragedia, el general fue retirado sin mucho escándalo. El gran maestro, Ricardo Rendón, muestra a los dos responsables de la masacre en esta caricatura en la que les da lo mismo matar patos que seres humanos.
- La Popol, policía política
La violencia partidista no empezó con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948. Varios años antes, el Gobierno de Mariano Ospina Pérez promovía calladamente la violencia contra los liberales, no solo con la Policía, sino con estamentos paramilitares como los chulavitas y policía política (la Popol), que cometían toda clase de desmanes, particularmente en Boyacá, con total impunidad. El caricaturista ‘Quin’ muestra en esta grafía el siniestro actuar de este grupo ilegal con agentes oficiales para, literalmente, cazar cabezas liberales. Tras el Botogazo, el monstruo Laureano Gómez multiplicó los ejércitos ilícitos que quemaron pueblos liberales y masacraron a miles de personas. Es bastante obvio que la ultraderecha colombiana ha perpetuado la práctica de aliar a militares con paramilitares. Ospina Pérez y Gómez jamás respondieron por la violencia que ocasionaron, solo la historia, que ya nadie estudia, los condena; de hecho, hay varias estatuas del Basilisco que aún esperan justicia.
- El Estatuto de Seguridad.
En la presidencia de Julio César Turbay Ayala, quien pasaba más tiempo bailando e inspirando chistes que gobernando, se declaró el Estatuto de Seguridad que permitía a la Policía detener a cualquier viandante o allanar la vivienda determinada sin orden judicial, solo por sospecha de alianzas con grupos guerrilleros. Durante ese cuatrenio, el general, Luis Carlos Camacho Leyva, tuvo y fue el poder. Bajo su mando, Policía y Ejército cometieron miles de violaciones a los derechos humanos que, a pesar de la tímida intervención internacional, quedaron impunes y han sido olvidadas. Los estudiantes, particularmente, fueron víctimas constantes de la persecución de las Fuerzas Armadas; incluso padres de familia se organizaron para protestar por sus hijos detenidos, torturados y desaparecidos. De ahí esta caricatura de Héctor Osuna en la que, cínicamente, Camacho Leyva pide a un subalterno que cambie el horario de los allanamientos mientras, al fondo, espera inane una justicia a la que tienen de sirvienta. Hoy también mandan los militares y el presidente inspira chistes.
- El Palacio de Justicia
Cuando el M-19 se tomó el Palacio de Justicia, el Ejército se tomó el poder. Es un secreto a voces que durante esas horas el presidente Belisario Betancur no estuvo al mando y fue amenazado con un golpe de Estado. Para “defender la democracia, maestro” se calló la prensa, se dispararon tanques y se desaparecieron inocentes. El único beneficiado del holocausto fue Pablo Escobar, que tenía comprados tanto a guerrilleros como a militares para quemar sus expedientes y asesinar al presidente de la Corte Suprema, Alfonso Reyes. Varias investigaciones muestran que la toma estaba anunciada, que se retiró la seguridad del Palacio y que Betancur no tuvo el control en ningún momento. Quien mejor denunció este ataque al Ejecutivo fue ‘Pepón’ con esta genial caricatura en la que muestra el paralelismo entre los magistrados y el presidente, ambos secuestrados por grupos armados. Supuestamente, Belisario escribió un libro en el que da su versión de los hechos y que sería publicado tras su muerte. Parece que esa verdad, como tantas otras y como la justicia misma, también fue víctima del Holocausto.
- Los Falsos Positivos
De los innumerables delitos del Gobierno de Álvaro Uribe Vélez, sin duda los falsos positivos fueron los más aberrantes. Miles de jóvenes fueron asesinados por el Ejército y presentados como guerrilleros dados de baja en combate, todo para inflar las cifras en las que el Gobierno ganaba el conflicto contra la guerrilla. Aunque algunos militares han pagado condenas, el tope de la cadena de mando aún goza de impunidad; todavía nos preguntamos ¿quién dio la orden?, aunque todos sabemos la respuesta. Esta caricatura de Chócolo no solo denuncia los falsos positivos, sino que tiene su propia historia, pues fue censurada en el XIII Salón Regional de artistas del Eje Cafetero de Armenia, en 2009. La obra, reproducida como mural, fue cubierta por los organizadores por cartulinas blancas en un vergonzoso acto de sumisión y servilismo cuando la ministra de Comunicaciones visitó la exposición.
Sé que hay muchos más ejemplos, pero nombrarlos todos sería más largo que la lista de investigaciones contra miembros del Centro Democrático. Como hemos podido recordar, las “manzanas podridas” no son pocas ni nuevas. No es de extrañar la airada reacción de los ciudadanos ante las décadas de repetida barbarie y corrupción de las fuerzas militares, sobre todo cuando este Gobierno las lleva a nuevos crímenes como el bombardeo de los menores de edad o la violación de la niña indígena. Es más que necesaria una reforma de raíz a la Policía y el Ejército, pero eso no se logrará mientras los ministros se crean presidentes y los presidentes se crean dummies.
Le faltó al artículo decir que los yanquis son los maestros de estas fuerzas armadas al servicio del crimen y vendidos al imperio.