Columnista:
Ían Schnaida
Juliana Giraldo Díaz, de 38 años, es el nombre de la mujer trans que el Ejército asesinó hace poco en Miranda, Cauca. Iba de copiloto en un vehículo con 3 personas más. El Ejército dijo que “resultó muerta”, como si eso fuera siquiera posible. Los medios afectos, por su parte, dicen que murió y que era un hombre que “se hacía llamar” Juliana. Como para rematarla.
El presidente Duque, al enterarse de los hechos, sacó la plantilla de trino que más usa y condenó, como de costumbre, lo sucedido; pidió celeridad en la investigación, como de costumbre; y se solidarizó desde la indolencia con la familia, como de costumbre. Pero quién sabe, quizá mañana se ponga un camuflado del Ejército y vaya a tomarse una foto con los soldados en el Cauca, que asesinan ciudadanos inocentes en vez de luchar contra la criminalidad y el paramilitarismo que impera y masacra en la zona. Es lo suyo.
Por su parte minDefensa, Carlos Holmes Trujillo, no ha sido capaz de pedir disculpas como ordena la Corte Suprema, así que es probable que tampoco reconozca aquí nada irregular, sino que felicite a los soldados por su excelsa labor. Sí, todo un ramillete de mal nacidos a los que no les corre sangre por las venas sino plomo.
Ahora bien, no se quedan atrás los periodistas de La FM. No citaré textual todo lo dicho por respeto a la víctima; pero lo cierto es que al decir que Juliana “se hacía llamar” Juliana, incurren en algo llamado discriminación, tipificado en el Código Penal colombiano. Eso sí, ellos se hacen llamar “periodistas”.
A Juliana la mató el Ejército y la volvió a matar la indolencia. La mató el Gobierno oponiéndose a cualquier reforma de la Policía y el Ejército. La mataron los medios reproduciendo esa vil mentira, de que “resultó muerta”. Y la volvieron a matar los periodistas que no la reconocen como mujer, sino que se burlan de su identidad y de la lucha intrínseca que conlleva vivir en este país desde la diversidad y la transgresión.
A Juliana la mataron sin más. Disparando contra el vehículo donde iba como si se les estuvieran escapando unos delincuentes. ¿Pero dónde estaban los conos del supuesto reten? ¿Dónde el dichoso proceso que siguen los militares? Todo indica que ahora el procedimiento estándar es disparar a matar.
Se nos siguen acumulando las víctimas a una velocidad tal que no podemos llorarlas a todas como se debe. Cada día amanece o anochece con su dosis de desolación ante la sensación de abandono que parece ser la única capaz de gobernarnos a todos.
Nos están matando. Nos están matando. Nos están matando. Nos están matando. Nos están matando. Nos están matando. Nos están matando. Nos están matando. Nos están matando. ¿Y a quién le importa? ¿Y quién puede hacer algo sin que su vida corra riesgo? Nos están matando, y quienes pueden, no parecen tener intención alguna de detenerlo.