Columnista:
John Fernando Mejía Balbín
Las distintas protestas que se han realizado en el país muestran una realidad muy clara y es que el pueblo se cansó de que le digan que los abusos por parte de la fuerza pública, al parecer de vieja data y hoy más visibilizados por cuenta de las nuevas tecnologías, son simples “manzanas podridas” o responsabilidades individuales y que no representan a la institución. La gente ya no cree en eso y cada vez son másquienes piensan que la única forma que estas situacionesacaben es haciendo una reforma profunda a la policía.
Es necesario reformar una policía que está militarizada, entrenada para combatir complejas estructuras delincuenciales y no para ser un cuerpo civil en defensa de los derechos humanos, todavía muy apegada a la política del enemigo interno, de ver a todo ciudadano como posible insurgente, como enemigo y posible terrorista. Sus uniformados están más entrenados en técnicas de contraguerrilla y de lucha terrorista e incluso, como lo decía el concejal de Medellín, Daniel Carvalho, educados bajo técnicas de tortura y de procedimientos indignos, en vez de ser educados con parámetros de respeto a los derechos humanos y de valoración a la integridad, vida y dignidad del otro.
Es necesario cambiar la manera como se educa a los policías en lo referente a los discursos ideológicos, revisar el trasfondo ético y filosófico de la institución en su esencia y en su forma de entender la realidad del país. Es necesario volver a mirar al ciudadano como alguien a quien cuidar y protegerle sus derechos (como lo ordena la Constitución) y no a quien debe reprimir.
El discurso de las manzanas podridas ya no es sostenible porque es la institución la que debe revisarse a fondo para evaluar su misión, su rol, sus discursos y sus procedimientos, que no son esos protocolos impecables que aparecen en el papel sino la manera con que se aplican y el mensaje que desde los instructores y desde los altos rangos se les da a los uniformados, que aparentemente distan de ser muy distintosa los establecidos.
Pero en vez de eso, lo que está ocurriendo es que el gobierno y los altos mandos de la policía caminan en sentido contrario, se mantienen en el discurso de no generalizar y con eso intentar tapar el sol con un dedo y desconocer que es la institución es la que debe cambiar. Mientras tanto, los medios de comunicación amigos del gobierno siguen con su campaña infame de calificar como vándalos a quienes sientan su voz de protesta y entonces, frente a estos, ya no es malo generalizar. Aquí si todos son unos bandidos y terminan legitimando el uso indiscriminado de la fuerza por parte del Estado.
Saben perfectamente que la gente está saliendo por muchas más cosas que “unas manzanas podridas” y por eso el afán de reprimir estas protestas y de extender el estado de emergencia sanitaria al infinito, porque saben hace rato que el desgobierno es tan grande que el país es una olla a presión a punto de estallar. El subpresidente escondido y como siempre con la mente en otra dimensión mientras que el verdadero hombre al mando, que se supone está detenido en el Ubérrimo incendia el país y ya no disimula en sus medidas dictatoriales de sacar las fuerzas armadas a la calle cual camisas negras o ejercito privado de su secta uribista a reprimir cualquier disidente.
Lo que demuestra el gobierno y el actuar de los altos mandos de la fuerza pública, de los cuales no ha rodado ni rodará una sola cabeza, es que no va suceder ninguna transformación. Quienes así lo creen ESTÁN MUY EQUIVOCADOS. No va a pasar nada porque la fuerza pública de este país estápolitizada, lleva décadas siendo un fiel instrumento de represión de la derecha contra cualquier disidente o contradictor de esta ideología tildado inmediatamente de guerrillero. Habría que cambiar la institución y eso solo es posible si se cambia de gobierno. Porque a este gobierno le conviene seguir entrenando a la fuerza pública en la lucha antiguerrillera porque para ellos, todo disidente es guerrillero. Su fanatismo lo trasladan a la fuerza pública su sectarismo es el dogma con el que preparan a los uniformados, por eso nada va a cambiar en la institución. Es más, hará lo posible porque los crímenes de estos abusos queden en la impunidad, para darle un mensaje a la tropa de que pueden seguir tranquilos con sus excesos, que nada les va a pasar. De hecho, seguramente ha sido así en muchas ocasiones porque si no fuera así los policías la pensarían dos veces antes de torturar a un ciudadano.
Hoy más que nunca este gobierno dictatorial necesita en la fuerza pública un aparato de represión que genere miedo en la gente, que los obligue a cerrar la boca y a no manifestar que el fascismo llegó a Colombia. Claramente ha demostrado claramente que no piensa cambiar nada porque no se han pronunciado en este sentido. Sabe claramente que esta es la policía que necesita; una bien represora que aplaste cualquier manifestación que sabe este gobierno, van a aparecer por decenas porque saben que tienen al país sumido en la miseria, el hambre, el desempleo, la corrupción, la injusticia y la indolencia con la gente y la benevolencia con los banqueros grandes empresarios y sectores poderosos.
No es gratuito que el detenido del Ubérrimo quiera que el Ejército y la Policía puedan votar. Saben que tienen allí un botín electoral, pues llevan años adoctrinando a la fuerza pública para que sea un instrumento armado al servicio de la derecha.
Tras bambalinas debe de estarse reprochando a la policía no por ser represiva sino por dejarse pillar (muy propio de nuestra cultura) y aplaudiendo la forma como se usan las armas del Estado para castigar a todo el que salga a la calle que inmediatamente es tildado de vándalo. Criminalizar al manifestante solo muestra que no hay interés por escuchar un pueblo que tiene razones muy válidas para salir a lascalles y tildarlo de bandido es la forma fácil de desconocer sus reclamos y de callar sus bocas.
Solo despolitizando las Fuerzas Armadas y promoviendocambios profundos en la filosofía y misión institucional, así como en la estructura pedagógica e instructiva, así como en las estructuras de mando para que sepan cómo mantener control sobre el orden público frente a la ciudadanía y dejen de mirarla como combatientes en potencia y dejen de pensar que el que sale a la calle lo hace con la única intención de vandalizar.