Columnista:
Juan Carlos Lozano Cuervo
Lo ocurrido con RCN, Caracol y Semana, entre otros medios, sirve de ejemplo para distinguir entre la investigación y las noticias comunes, la opinión de la propaganda o la mezcla de todas las anteriores. En la disputa por el poder es importante quién y qué narra. Es fundamental la propaganda en un país donde miles se sienten informados simplemente porque ven el noticiero tres veces al día. «Yo soy una persona informada, me leo todos los días el periódico y religiosamente me veo las noticias», dicen muchos por ahí.
Cabe advertir, que en la actualidad la estrategia de comunicación es indispensable para los partidos políticos, siendo la disputa por la narrativa un campo vital a fin de vender escenarios apocalípticos con su respectivo salvador a manera de candidato, desviar la atención, construir enemigos e instalar zonas grises cuando se es investigado. En todos estos escenarios los medios son fundamentales.
A los consumidores de estos medios de comunicación bien vale preguntarles: ¿sabe usted quiénes son los propietarios de los grandes medios en Colombia?, o mejor, ¿se ha preguntado por qué les interesa tener un medio de comunicación? Al interior de la democracia se mueven intereses y se defienden liderazgos tendientes a mantener el orden social tal como lo conocemos. Que todo cambie para que continúe igual, es la consigna.
Si algo debemos reconocerle al poder es su habilidad para metamorfosearse en diversos tipos de candidatos que presentan una narración que construye escenarios distintos al real. Colombia es un país donde se gobierna a golpe de eufemismo. Ya es conocida la narrativa que negó el conflicto armado, asegurando que lo nuestro era una democracia «garantista» pese a tener un conflicto de más de 52 años, con poco más de 260 mil muertos, millones de desplazados, alta concentración de tierras, además de preocupantes niveles de pobreza y extrema pobreza.
Pero debemos preguntar por el ¿cómo? En principio han construido la figura de un enemigo hacia dónde dirigir las miradas. Con esto ganan en el sentido de tener a quien culpar de nuestras desgracias. Esto requiere de un discurso elaborado que explote las emociones y que está construido por la protección y defensa de la patria, la familia, la religión, el orden, la seguridad, entre otros. Instalados en esa lógica y con un enemigo identificado. El discurso se enfoca en responsabilizarlo de los problemas y de paso, advertir que su intención es acabar con precisamente, lo que se busca proteger y defender. Todo esto tiene en los medios la plataforma para irrigar la narrativa selectivamente construida.
Para esto están los medios. De nada vale construir la figura de un enemigo y un discurso en torno a este, sino se cuenta con la difusión. Es habitual leer, escuchar y ver cuanta cosa opinan determinados políticos. Incluso, mantenernos alertas respecto de sus «preocupaciones». El culto a la persona le ha salido caro a un país que no entiende de soluciones grupales. Confiamos en que venga un salvador, un iluminado, un mesías o caudillo que haga posible lo imposible, según sea la comprensión que se tenga de lo anterior. Nada más contrario a los hechos.
En nuestro país político se instala un discurso que ataca la revisión del discurso oficial. La memoria histórica es una clase de herejía que atenta contra la democracia y las instituciones, esto último se constituye en otra clave de la manipulación que consiste en hacer pasar una crítica personal como un ataque al país, a la democracia y las instituciones. Cuestionar un líder es casi meterse con Dios. Pero esto también tiene una explicación, con este recurso se desvía la atención mediante una bruma que será replicada ampliamente por los medios que la presentaran en tres horarios distintos. Para finalmente, presentar al crítico como un mal ejemplo, un tipo de colombiano apátrida que se atreve a cuestionar nuestro país y sus instituciones.
Es importante que cada persona reflexione en torno a quién o quiénes beneficia la narrativa irrigada por los grandes medios. Al mismo momento, preguntarse ¿qué relación existe entre los propietarios de medios y la clase política? Esta columna no pretende decir nada nuevo, de hecho, existen investigaciones al respecto que conviene visitar, asimismo, es interesante comprender que este fenómeno no es para nada exclusivo de Colombia, basta acercarse a la obra de Owen Jones titulada el El Establishment que muestra al lector los vasos comunicantes entre medios de comunicación, régimen político y las más fuertes corporaciones.
Hoy más que nunca se han desnudado las formas. La lucha por el poder pasa por la información y allí se libra una guerra de grandes proporciones. Mientras, con la irrupción de las nuevas tecnologías se perdió el monopolio de la información, haciendo posible liberar la opinión de la influencia de los poderes fácticos, claro, es parcial. Al respecto, conviene apuntar el esfuerzo que hacen algunos portales por apoyar la investigación y la opinión que alejada de los grandes capitales busca generar reflexión. A esta altura, solo basta recordar que, de hace un tiempo para acá, los medios alternativos han dinamizado el país político, desnudando casos importantes de corrupción que ha llevado a la justicia a iniciar de oficio investigaciones.
Finalmente, es importante preguntarse ¿quién o quiénes están detrás de? Lo anterior, podría ejemplificarse de esta manera: hasta el momento hemos estado debatiendo en torno a quién cuida la finca sin indagar en quiénes son sus propietarios.