Columnista:
Germán Ayala Osorio
Al momento de escribir esta columna no hay claridad de cuál será el destino de Salvatore Mancuso. Lo que sí está claro es el poco interés que tiene el Gobierno de Iván Duque de garantizar el regreso del criminal, para que responda a las víctimas que dejó en Colombia. Lo último que ha trascendido es que al parecer las autoridades americanas, por vía administrativa, decidieron deportar al exparamilitar colombiano, evitando así que su destino final fuera Italia.
En el enredado regreso de Salvatore Mancuso de los Estados Unidos a Colombia, sobresalen varios hechos y circunstancias que bien vale la pena exponer con el propósito de caracterizar al Estado colombiano y en particular al Gobierno de Iván Duque y a otros agentes societales involucrados con las andanzas del criminal de marras. Lo primero que hay que señalar es que la operación de la institucionalidad estatal está en manos de funcionarios y de un jefe de Gobierno que de manera reiterada e interesada vienen desestimando y anulando el funcionamiento del Estado, hasta reducirlo a una instancia de poder que solo representa los intereses de los sectores empresariales y políticos que de manera directa e indirecta están conectados y relacionados con la vida criminal del entonces comandante de las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) o paramilitares.
Los errores cometidos en las solicitudes de extradición de Mancuso enviadas a los Estados Unidos dan cuenta de una negligencia provocada por el interés máximo de Iván Duque y del “uribismo” que representa, de evitar a toda costa que el exparamilitar regrese al país para aportar verdad, justicia y reparación, elementos que quedaron truncos por la decisión de Uribe de silenciar a los comandantes paramilitares, incluido Mancuso, autorizando su extradición a los Estados Unidos para que fueran procesados por narcotráfico.
El país sabe que Uribe Vélez los extraditó para tratar de anular y desvirtuar sus simpatías y relaciones político-electorales con los temidos jefes paramilitares; y por esa vía, les negó a las víctimas el derecho a ser reparadas, a recibir verdad y perdón por parte de sus victimarios.
Al fungir Iván Duque Márquez más como jefe de Gobierno, que como Jefe de Estado, expone con claridad no solo su nulo talante de estadista, sino el total desinterés de que el orden establecido gane en legitimidad con las víctimas de Mancuso y en general, las que dejaron diseminadas por todo el territorio nacional los temidos paramilitares. Duque exhibe un enorme desprecio por la construcción de esa verdad histórica que se ofreció al país en el marco del modelo de Justicia y Paz, jurisdicción derivada del fracasado proceso de desmovilización (no de Paz) que en su época, el hoy Reo de Salgar, orientó para construir una narrativa que lo beneficiara y ayudara a limpiar ese pasado que lo vincula de manera directa e indirecta con los grupos paramilitares.
Lo segundo que hay que señalar es que subsiste un evidente miedo o pavor en las toldas uribistas y empresariales por lo que pueda declarar Salvatore Mancuso. Hay un sector del Régimen de poder que sabe que Mancuso puede implicarlos señalándolos de mecenas de la “causa paramilitar”, la misma que fue mostrada por la Gran Prensa como parte de un proceso contrainsurgente, cuando lo que se buscaba realmente era ocultar el proyecto político, económico, social y cultural que auparon ganaderos, latifundistas y agroindustriales, con el apoyo militar de las AUC. Un proyecto que claramente buscaba refundar la Patria, consolidar el modelo neoliberal, anular, desprestigiar y desaparecer étnica, territorial y ambientalmente a los pueblos ancestrales (indígenas y afros) y acabar con la figura del campesino.
En particular, Uribe Vélez, el Reo 1087985, debe estar bastante preocupado por el regreso de Mancuso a Colombia, porque podría ampliar sus afirmaciones en el sentido en que el entonces líder de las AUC aportó dinero y camisetas a la campaña presidencial que llevó al Hijo de salgar a la Casa de Nariño.
Preocupa que si Mancuso finalmente regresa al país, no exista el interés del Gobierno de Duque de ofrecerle, como Jefe de Estado, la seguridad de que su vida no correrá peligro. Una vez ponga un pie en el país, la responsabilidad la asume el Estado colombiano, hecho que parece desestimar el Jefe de Gobierno, por cuanto está más interesado en continuar protegiendo a quien lo puso en el Solio de Bolívar, así como a los mecenas que entregaron recursos económicos para consolidar al ejército paramilitar que comandó Salvatore Mancuso.
Lo que sí está claro es que Mancuso es hoy el Coco que asusta a esta infantilizada sociedad colombiana y en particular, a una élite que viene de tiempo atrás jugando, como niños chiquitos, con los destinos del Estado y de la Nación.
Pobre Colombia con tanto mafioso suelto, campante y andante por toda Colombia sin justicia, ni fiscalia,sin presidente.