Columnista
Diego Dorado Collazos
Según informe de El Espectador son 43 las masacres en este 2020 y data a 181 personas que fueron asesinadas vilmente desconociéndose los autores. En agosto, fueron seis los actos de violencia que dejaron 24 fallecidos. De los cuales, 6 eran menores de edad y 7 jóvenes menores de 26 años.
De lo anterior, lo más preocupante es que estas acciones se desarrollan en zonas rurales apartadas y dónde el Estado no tiene presencia alguna. La población está a la merced de la muerte violenta.
El Presidente ante el panorama apresuró en voz fuerte una declaración sobre la masacre en Samaniego que se queda corta para explicar la profundidad del tema:
La situación que vimos nosotros en Samaniego nos estremece, nos duele, pero también quiero hablarle al país con mucha claridad: estos hechos están ocurriendo por el narcotráfico, por la presencia de grupos que quieren llenar de actividades ilícitas muchos lugares del territorio y los hemos enfrentado con total determinación y los seguiremos enfrentando.
En últimas, para el Estado el problema es puramente del narcotráfico, por ende, la solución es la aspersión con glifosato a los cultivos (facepalm). Es decir, la solución a las masacres será asperjar los campos con un químico que desde 2015 es considerado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como “cancerígeno probable”.
Colombia vuele a la crisis. La parte roja de la bandera crece aceleradamente y el problema tiene un fondo mayor que el Estado no devela ni se preocupa en masticar. No se puede negar que el narcotráfico es uno de ellos, pero la raíz es más grande.
Con este panorama y con la solución que el Gobierno quiere implementar, las zonas sin presencia estatal quedan cercadas en una triada de muerte. Esta población abandonada por el Estado, deberá además verse subyugada a tres amenazas de muerte: el COVID-19, las masacres en aumento y el glifosato.
A pesar de las nuevas condiciones del Gobierno sobre la pandemia, esta aún no termina y sigue asolando de manera importante al país. En las zonas de las masacres, los efectos de la enfermedad pueden disparar cifras graves. Para entender el panorama una tesis sencilla.
Si el Estado no tiene presencia en estas zonas y son grupos armados los que las lideran, la contingencia ante un pandemia es ineficaz. Además del acceso limitado a la salud y los recursos casi nulos que puedan tener las poblaciones vulnerables. La enfermedad se suma como un agravante para los territorios, además de las fuertes consecuencias económicas ya presentadas.
La masacres tienen sitiado a Antioquia, Nariño, Cauca, Norte de Santander y Putumayo, siendo estos los departamentos más afectados en los que se concentra el 72 % de las masacres del país. No hay respiro y la zozobra se agiganta cada vez más, sin un Estado que intervenga de fondo y perdiendo la esperanza cada vez más en soluciones momentáneas que inicialmente se argumenta en un pie de fuerza militar que solo le hace cosquillas a la problemática.
Para completar la triada nefasta en la que se verían cercadas estas zonas, está el glifosato el cuál ha sido prohibido en 18 países alrededor del mundo por sus componentes cancerígenos comprobados. El Gobierno ha enfocado una fuerza importante en el regreso de las aspersiones del químico, pero aún no ha podido confirmarlo, con el panorama violento ha encontrado un argumento sólido para su retorno. Aunque el regreso sigue en duda, las comunidades más afectadas están en pie de lucha a fin de lograr su prohibición.
A Colombia parece no querer salvarla el Gobierno, por lo contrario, propone soluciones alejadas del fondo como «poner un estadio» en las zonas masacradas. De ese corte son las acciones del Gobierno, sin preocuparse en la raíz, lo que más inquieta es que las mismas tienen un resultado adverso que afectarán a los más vulnerables de la nación.
Fotografía: Camilo Moreno
Genial descripción…
A Duque y su equipo, cohecho por omisión en el aumento del miedo e inseguridad de la población vulnerada. Las medidas de fondo en este asunto NO las tomará este gobierno y por ello hay que plantear otras opciones para sfrontar la situación en estos dos años que quedan. Luego entonces, salir a votar por una opción que tenga dentro de su agenda propuestas y acciones para dar solución.
Por otra parte, aunque valoro el espíritu de lucha del pueblo, se me hace inevitable la relación (tiempo atrás) con otras situaciones en las que la población civil indefensa se arma para combatir a sus victimarios y termina formando grupos paramilitares que en últimas terminan vulnerando a quienes inicialmente juraron proteger.