Un día vas por la calle, caminando con las manos en los bolsillos vacíos, tocando puertas a la ligera para ver si alguna de ellas se abre con la intención de acogernos en una maravillosa zona de confort. Un día cruzas los puentes de afán y con el anhelo de encontrar la verdad absoluta, tocando puertas para ver si en alguna de ellas se esconde lo justo, lo real, lo que supones que es lo correcto, sin encontrarlo.
Puedes pasar gran cantidad de tiempo tocando puertas con el fin de encontrar lo que imaginas que es el amor, sin tener éxito. Puedes toparte con cien personas en la vida, y con las cien puedes creer ser feliz, hasta que pasa algo que las obliga a no permanecer y dejar vacíos que tardan un huevo en llenarse.
Es ahí donde te das cuenta que has tocado las puertas equivocadas, que quizás pese a tu esfuerzo y dedicación en todo lo que te propones, las cosas no han salido como esperabas simplemente porque tocaste las puertas equivocadas. Aquellas puertas que se abrían a la mitad para decirte que no te querían como huésped, o que te querían para uno que otro rato mientras alguien más hacia la visita.
Pasa el tiempo y vas adquiriendo experiencia, vas conociendo el camino porque ya pasaste por ahí. Sabes donde están las piedras para que puedas saltar en medio del río sin mojarte, y sabes con exactitud en que parte del pedregal se cruzan los personajes indeseables, ya los has enfrentado. Sabes que no puedes repetir los errores que ya cometiste y tienes clarísimo cuales son las puertas que no deberás volver a tocar. Sabes que deberás esforzarte mucho más, porque las cosas buenas no caen del cielo, ni se consiguen con el golpear de los dedos, no es un secreto que los sueños se cumplen con trabajo, con disciplina, con humildad pero nunca con vergüenza.
Poco a poco vas despejando el camino y las noches se hacen cómplice de los deseos más remotos, la almohada se hace confidente como en cualquier historia nocturna, del camino que emprendes desde el momento en que mirando el techo ante el silencio de la noche, visualizas lo que puedes hacer, lo que eres capaz de lograr solo si tienes la valentía, el coraje y la fe. Solo si trabajas con fuerza y te levantas con una causa cada mañana, solo si tienes la disponibilidad de luchar por cada cosa que has deseado desde que tienes uso de razón.
Una mañana despiertas y sientes que has logrado parte de lo que has deseado, no todo, porque no te alcanzara la vida para hacer cada cosa que quieres, pones los pies en tierra y sonríes porque el fruto del trabajo ha sido recompensado, que los errores de ayer son cosa del pasado, que las personas que no permanecen, quizás no merecían estar en tu vida, que el trabajo incansable es la puerta correcta para llegar a ese recinto de tranquilidad, de satisfacción, y de amor propio, es ahí cuando dejas de tocar puertas porque ahora son los demás quienes tocan la tuya y con respeto y decisión sabrás que hacer frente a cada quien que se pare en tu alfombra de bienvenida, solo es cuestión de que nunca seas la puerta equivocada.