Columnista:
Andrés Santiago Bonilla
En francés, la palabra islam puede escribirse con mayúscula y minúscula. Yo, que no soy hablante nativo había pasado por alto la gran diferencia entre las acepciones que se desprenden de la diferencia ortográfica. El Islam, con mayúscula, está hablando de la civilización de Averroes, Ibn Jaldún y Avicena, la del imperio otomano. El islam con minúscula se refiere a la creencia religiosa de los musulmanes. De acuerdo con la tradición francesa, resulta más importante resaltar la procedencia de una persona que su sistema de creencias, también en Francia surgió la distinción entre las esferas pública y privada, se preconizó la separación entre la Iglesia y el Estado, se instauró el sistema republicano laico, que también es válido, aunque con bemoles, para los países anglosajones y con más bemoles, para América latina.
Asimismo, la lengua francesa establece la diferencia entre cristiandad y cristianismo, en este caso, la primera acepción lleva mayúscula, pues se refiere a la civilización, tradición y cultura, mientras la segunda se remite exclusivamente a la creencia religiosa y se escribe con minúscula. Esto, resultó sin duda una confirmación de algunas cosas que había estado intuyendo. El Estado laico solo es posible en países pertenecientes a esta tradición. El ateísmo es solo posible en esta tradición. La negación del dios cristiano y los impedimentos que tiene la Iglesia respecto a la arena política hacen parte de un sistema y más allá de las derrotas que significaron para ella en su momento, no implicaron graves golpes a su vigencia, ya no en materia religiosa, sino social y cultural, por el contrario, con el tiempo estos factores resultaron distintivos de la forma occidental de ver las cosas. El descreimiento y la separación de política y religión son producto de la historia europea, es necesario a su vez, afirmar que el ateísmo es la exacerbación de la secularización por la que pasaron sus sociedades, y no es mayoritario.
Con todo lo anterior, resulta pertinente problematizar ciertas nociones que se repiten de manera corriente cuando se estudia o analiza Medio Oriente, islamismo, fundamentalismo, yihadismo, entre otras, pues las más de las veces suscitan más sombras que luces, generan más prejuicios que puentes, constituyen terreno fértil para el cultivo y la reproducción de nuevas xenofobias.
La noción de cristismo no existe como categoría seria en el estudio de las ciencias sociales. A pesar de la separación de la Iglesia y el Estado, los intereses abiertamente religiosos de algunos sectores de la sociedad en Europa y Norteamérica siguieron siendo representados, muestra de ello es el advenimiento de los partidos democristianos, que al día de hoy siguen siendo una opción tradicional entre los votantes europeos, con líderes del talante de Angela Merkel o Robert Schuman, padre de la Unión Europea y cuya denominación fue apropiada por el papa León XIII como un recurso más en su lucha contra los peligros del liberalismo y el socialismo.
También, fue León XIII el primer papa que se vio desprovisto de los amplios territorios papales en la península italiana, y décadas más tarde, sería Pío XI quien firmaría el Pacto de Letrán con el gobierno de ese país, garantizando la existencia de la Santa Sede, para luego perpetuar su figuración en la escena internacional. El papado además de una condición religiosa es un cargo político y la cabeza de la iglesia es a su vez un jefe de Estado.
Y, sin embargo, nadie habla de cristismo, catolismo o neologismos parecidos. ¿Por qué? Y así las cosas, ¿por qué sí se habla de islamismo?
En esta columna estamos lejos de afirmar que ambos fenómenos sean similares, pero sí aducimos que el doble racero se debe en parte a la posición que tienen ambas tradiciones —cristiana y musulmana — en la construcción del conocimiento, y también en las formas que se prescriben como correctas y problemáticas en el momento de hacer política. Me atrevería a añadir que todos esos términos existen debido a los flujos de saberes y los lugares de origen de quienes han producido esos saberes, entonces, a medida que el mundo árabe se pensó principalmente por occidentales, se le analizó con categorías que pertenecían a su tradición de pensamiento, — la cristiandad, muchas veces oculta detrás de una supuesta objetividad científica— , llegando en casos incluso al estigma. Se impuso sobre esos lugares etiquetas y categorías que designaban cosas que no estaban y al hacerlo, los estudiosos, adrede o no, terminaron inventándose los fenómenos que decían estar investigando.
¿Y cómo fue que los estudiosos fueron capaces de inventarse cosas si estaban movidos por el espíritu científico y en teoría, tenían un enfoque destinado a dar cuenta de lo existente? Lo hicieron porque podían, es decir, las categorías antes mencionadas son producto de las relaciones de poder bajo las cuáles se realizaron las investigaciones, y si ellas no remiten al imperialismo decimonónico, sí parten de la ventaja que implicaba ser europeo-occidental durante los siglos XIX y XX cuando se quisieron aplicar categorías propias de su mundo a sociedades diferentes, quizá no conscientemente, pero terminaron reproduciendo la relación de poder y con ella, le dieron nueva vida al desequilibrio entre ambas tradiciones.
¿Por qué se habla de musulmán moderado?
El solo hecho de darle una gradación a una creencia religiosa es ya en cierta forma, un juicio de valor y este en sí mismo, podría resultar muy intrusivo, ¿qué distingue a un cristiano moderado de un cristiano radical? Esta pregunta no se plantea, y tampoco se está diciendo que sea adecuado plantearla; en cambio, sirve como ejemplo de las peripecias por las que se pasa a través del lenguaje y cómo este puede designar no solo cosas que se encuentran en los escenarios observados, sino llegar incluso a estigmatizar a ciertas personas debido a sus creencias y lo que tiene consecuencias más graves, prestarse para que gobiernos los suficientemente poderosos aprovechen su ventaja.
Respecto al laicismo, cabe decir que si este es realmente producto de la historia europea, y se adscribe en la cultura política y la tradición derivada de una parte de la cristiandad— que no de toda— , resulta quizá contraproducente promoverlo ciegamente en aquellos sitios en donde no surge de forma espontánea. Esto, no significa que se apoye a todas las fuerzas que se cobijan bajo el abanico de la conjunción entre religión y política en Medio Oriente, pero cambiar la actitud hacia los nombres dados es un buen inicio para comenzar a desentrañar un escenario que todavía a los europeos, y todavía más, muchísimo más, a los latinoamericanos les es desconocido, porque al menos, ya no se estará metiendo a todos los musulmanes en el mismo saco.
Y lo anterior, tampoco implica reprobar a aquellos actores que piensen escenarios de secularización en el mundo musulmán, no obstante, estos se instalarán de forma mucho más duradera y viable si resultan como producto de sus propios procesos políticos y cuentan con algún apoyo en el terreno. Todo ello, es en extremo pertinente que una cruenta y traumática imposición desde arriba.
Ahí radica la importancia de dejarlos ser sin constreñir en demasía los procesos sociales que están sucediendo en sus países, y eso tampoco implica no tomar medidas ante fenómenos como los combatientes franceses, belgas y otros, que tras enrolarse en EI vuelven a sus países de origen ni hacer la vista gorda por las carnicerías de Siria o Libia, aunque, al no partir desde el rechazo o el paternalismo se estará más cerca para tender un puente que prevenga nuevos fundamentalismos.
¿Cómo superar el estigma alrededor de la fe musulmana como cuna del fundamentalismo cuando este fenómeno también existe en el cristianismo, — los evangélicos estadounidenses, brasileños y otros—, el judaísmo -los representantes del sionismo-, e incluso, el budismo -quizás, la dictadura birmana-?
¿Cómo pensar el fundamentalismo religioso en las sociedades actuales?
Posdata:
Es muy preocupante el asunto de las leyes de ciudadanía y el tema de los musulmanes en India. A la muestra un botón, lo que parece ser una suerte de fundamentalismo hinduista. También preocupa el trato que recibe el pueblo uigur por parte del Gobierno chino. En esta posdata se denuncian ambas derivas autoritarias.