Columnista:
César A. Guapacha O.
Es difícil leer noticias ambientales en Colombia a diario; es como una fotografía a blanco y negro con un trágico final que se repite de manera ininterrumpida. En principio, la idea de columna de esta semana estaba pensada para abordar de forma sustancial la relación entre desigualdad social y problemática ambiental. No obstante, el tema del páramo de Santurbán requiere un alto en el camino que supone una revisión entorno a la discusión entre oro y agua. En otras palabras, economía y vida.
Para comenzar, es importante contextualizar sobre la importancia de los páramos, sus características principales y obviamente, el papel de Colombia en este tipo de ecosistemas. En líneas generales, un páramo es un ecosistema tropical de montaña, el cual se sitúa entre los 3.100 y 4.000 msnm aproximadamente. Sus temperaturas son bajas y generalmente muy húmedas, debido a las frecuentes lluvias y neblinas. Único por los servicios ambientales que presta, dentro de los que se destacan la regulación y conservación del recurso hídrico. En otras palabras, los páramos son grandes fábricas naturales de agua. En ellos, por procesos físico químicos, se precipita y se filtra el agua que desciende desde las montañas para abastecer actividades humanas de todo orden de demanden el preciado líquido.
En Colombia existen 36 ecosistemas de paramos, si, más de un páramo por departamento y paradójicamente, muchas comunidades del país tienen cubrimiento parcial del líquido o no tienen acceso al mismo de forma directa y segura. En total, la sumatoria de estos ecosistemas en el país representa el 50% de páramos del mundo. ¿Toda esa riqueza hídrica por unos gramos de oro y migajas en regalías?
El dilema empieza en la delimitación del páramo y con esta, las actividades que se pueden desarrollar o no en dichos territorios. Un tema tan álgido que provocó un choque de trenes entre el Consejo de Estado y la Corte Constitucional en la búsqueda de definir competencias del estado en procesos de minería en relación con las comunidades, el subsuelo y consultas previas. Si bien la actividad primaria como la minería es necesaria, este debe poder cumplir con requisitos de carácter social, económico, ambiental y cultural, apartados que al día de hoy siguen pendientes en muchos de los procesos que implican ejecución de proyectos mineros.
Dichos ecosistemas son sumamente frágiles ante la actividad humana y debido a su importancia en la previsión de servicios ecosistémicos, se requiere de extremo cuidado y protección. En el caso de Santurbán, su delimitación ha sido objeto de controversias por más de 10 años en función de las actividades que pretende desarrollar allí la empresa Minesa, la cual planea realizar la extracción de oro en un proyecto minero con una duración de 20 años aproximadamente.
Además de la delimitación del páramo, la minería cerca a estos territorios tiene agravantes serios: impactos ambientales por insumos químicos utilizados en el proceso de extracción del oro, contaminación de fuentes hídricas superficiales y subterráneas, degradación progresiva de un ecosistema con un grado de resiliencia bajo, entre otros. De cualquier manera, una actividad de esta magnitud en un territorio estratégico es ciertamente contradictorio e irresponsable. No todo vale en economía.
Cabe recalcar que dicho páramo provee el agua para más de dos millones de personas en el departamento de Santander. Es un dato fundamental en relación con los impactos ambientales y el alcance territorial que este pueda tener a nivel departamental. De entrada, por interés general, no se podría jugar con el futuro hídrico de una cantidad tan elevada de vidas humanas al empezar a justificar razones para no continuar con tal exabrupto.
Más allá de la discusión en torno a Santurbán, lo igualmente grave es que esto puede tener un efecto dominó sobre otros procesos de carácter minero en el país en cercanías de ecosistemas de paramos o incluso al interior de los mismos, al abrir la puerta a proyectos de explotación con el beneplácito del gobierno de turno. Impera una normativa clara, medidas concretas para evitar comprometer la seguridad hídrica más allá de fenómenos de variabilidad y cambio climático.
¡El cuidado del páramo es menester por encima de la economía! Las tragedias que las máquinas provocaron y que el viento trato de llevarse serán una realidad palpable cuando tengas un gramo de oro en la mano, pero sin una gota de agua para beber. ¡No a la minería en páramos!