Amar no es un pecado

Amar, cuidar, proteger o querer a personas sin distinción de la orientación sexual no debe ser un pecado; pero al parecer, algunos grupos mayoritarios de la sociedad colombiana condenan estas acciones con intolerancia o rechazo social.

Opina - Cultura

2020-06-28

Amar no es un pecado

Columnista:

Samuel Salcedo Londoño

 

Estamos en el mes del Orgullo, fecha en la que millones de personas pertenecientes a la comunidad LGTBIQ+ y algunos simpatizantes conmemoran el enfrentamiento atroz ocurrido el 28 de junio de 1969, en la ciudad de Nueva York, Estado Unidos. Como consecuencia, se propagó una oleada inmensa de odio hacia la comunidad solamente por ser ellos mismos. La Policía, de aquel entonces, arremetió contra el colectivo en el barrio Greenwich Village, provocando después una movilización en signo de protesta contra el odio y el desprecio que se había demostrado en el acto. Ahora, siguiendo con la tradición, millones de personas en todo el mundo conmemoran este día como símbolo de liberación y de orgullo, como símbolo de resistencia ante el odio y la discriminación. Esta es la forma de recordar y conmemorar las luchas de cientos de personas contra el fanatismo y la parte decimonónica de la humanidad. Esta lucha solo representa un alcance inminente de derechos y libertades para el colectivo LGTBIQ+ y otras minorías.

Se reconoce al siglo XXI como un gran avance en materia de derechos, de igual manera se reconoce también en la aplicación de dichos derechos a la sociedad. Sin embargo, esto no demuestra los huecos jurídicos o la falta de protección en algunos países del tercer mundo o, en algunos casos puntuales, en países del primer mundo. En Colombia, por ejemplo, el avance de derechos para las comunidades LGTBIQ+ está progresando de manera lenta y minuciosa, con el fin de no exasperar los humos conservadores que resguardan las fronteras del Estado.

Tenemos el ejemplo del señor Luis Emilio Arboleda Arenas, en el año 2019, precisamente para las fechas del Orgullo, cuando arrebató la bandera de la comunidad LGTBIQ+ en el Cerro Nutibara, ubicado en la ciudad de Medellín. Este acto fue grabado por acompañantes del señor Luis, el cual había pronunciado oraciones despectivas respecto a las acciones tomadas por la Alcaldía al simpatizar con la comunidad; una de estas oraciones fue: “¡Sinvergüenzas! Si quieren respeto esa comunidad, que nos respete a los antioqueños primero”. O tenemos el caso de Sergio David Urrego Reyes, que el 4 de agosto del 2014 se lanzó desde una azotea de un centro comercial ubicado en Bogotá; el motivo recae sobre el bullying que recibía en el colegio por pertenecer a la comunidad LGTBIQ+.

Se encuentra también el caso de la pareja homosexual que, en el Centro Comercial Andino en Bogotá, fue agredida y humillada verbalmente por un homófobo acérrimo al uribismo, solo por el hecho de darse un beso en público; todo esto sucedió en el mes de abril del año 2019. También existen innumerables ejemplos relacionados con la comunidad trans colombiana, donde la mayoría son expuestas a trabajos sexuales o a trabajar como estilistas por falta de oportunidades laborales. La mayoría de estas personas son condenadas a vivir una vida poco longeva y muy laboriosa; cuando entran al círculo de la prostitución —que lo hacen por necesidad, más no por gusto— llevan una vida llena de miseria y muerte. Estarían firmando su sentencia a muerte sin ser estas personas las que ponen la firma con su puño y letra.

Así como estos ejemplos mencionados, cientos más se repiten a la sobra del país que profetiza la libertad y la igualdad de derechos. Estamos en tiempos de crisis, donde una pandemia mundial somete a los Estados: necesitamos, como sociedad, cambiar. Necesitamos una república independiente del odio, rencor e intolerancia. Como colombiano y como ciudadano arraigado a los principios soberanos de la Constitución y de la libertad, puedo reconocer que somos más que eso, somos una raza; una sin distinción de sexo, orientación sexual, ideología política, etnia o religión. Debemos estar para el otro y en pro de las necesidades del otro.

Ama, ríe, siéntete orgulloso de lo que eres; así te identificas y nadie te cambia. Solo quedaría nada más que desear un feliz mes del Orgullo a todas esas personas que se preocupan por defender los intereses de las minorías, y por defender, de manera directa o indirectamente, la democracia y la Constitución. 

 

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Samuel Salcedo Londoño