Columnista:
José Fernando Salcedo
He pensado muchísimo para escribir esta columna, porque han sido días llenos de sentimientos encontrados. Cada noticia parece decirnos que no hay nada que celebrar, ni conmemorar, porque el Orgullo LGTB se convirtió en una celebración más del consumismo, llena de privilegios y de fiesta tras fiesta. Como hombre marica, cisgénero, activista, privilegiado y académico, soy consciente de que hay una comodidad desde los espacios desde los cuales se plantean las reflexiones y reivindicaciones del Orgullo, no podemos ser hipócritas de reivindicar agendas y luchas contra violencias que no sufrimos. Por eso, es clave que este Orgullo virtual nos debe recordar que, aunque estemos en tiempos de pandemia, el Orgullo LGTBQ+ debe recordarnos que la interseccionalidad lo es todo, que luchamos contra todas las formas de discriminación y que hacer caer el patriarcado es nuestra reivindicación máxima.
No más comunicados, no más columnas (lo cual es irrisorio porque está escrito en una), no más videos, no más acciones simbólicas sin acciones reales, no más hashtags sin ir más allá, no más foros ni conferencias; ya necesitamos que cada acción que planteemos no sea por salir del paso, ni para quedar bien, sino que debe estar acompañada de acciones reales que incidan en solucionar, en dar voz a las personas que dentro de la población se les ha vedado su participación y de formas que incomoden a esta sociedad camandulera y neoliberal. ¡Me cansé del activismo light lleno de privilegios, lleno de reflexiones irreales sobre las identidades y lleno de poses!, acá hago la claridad que entro dentro de todo esto, yo soy el primero que hago el mea culpa.
No se puede reivindicar a Marsha Johnson y a Sylvia Rivera desde ese activismo cómodo que les hizo la vida imposible, las expulsó desde esos espacios que habían ganado a pulso y sangre, simplemente porque eran demasiado incómodos para esos gais que no sentían que la manera era desafiar a la sociedad y el Estado patriarcal. Me cansé de un Orgullo heteronormado, lleno de “normalidad”, lleno de heterosexuales queriendo mostrarse los más solidarios. Este Orgullo debe reivindicar la vida de Alejandra Monocuco, porque esa mujer trans, trabajadora sexual y que vivía con VIH, fue asesinada por la negligencia de un sistema de salud que niega vidas.
Porque hemos tenido que vivir llenas de violencia, exclusión y negación de nuestras identidades. La infancia y la adolescencia se convirtieron en etapas llenas de burlas, de negación del afecto y de violencias disfrazadas de comportamientos normalizados. Los colegios se convierten en espacios de violencias patriarcales, de sexismo y de hasta discriminaciones que niegan a las personas que quieren y aman distinto. Ante la leve sospecha de ser marica o sentir distinto, uno se convierte en blanco de los ataques machistas, de la exclusión y de una condena a la introversión. Sergio Urrego fue el mártir.
Las disidencias sexuales y de género no solo existimos en el mes de junio, ni solo el día de la lucha contra el VIH SIDA, ni el día de la lucha contra todas las fobias por orientaciones sexuales e identidades de género. ¡Basta del oportunismo político de personas LGTBI que se hacen elegir con nuestros votos! Pero, cuando son electas, intentan pasar por “normales” y terminan replicando formas heteronormadas, patriarcales y violentas de ejercer el poder, con formas terribles que terminan estigmatizando a las experiencias de vida trasgresoras, como lo ha sido la medida del ‘Pico y Género’, que provocó una fiscalización innecesaria de las personas trans y no binarias, violencia policial, acompañada de un silencio cómplice de los activistas cisgéneros que fuimos indiferentes.
El Caribe colombiano ha sido un escenario de violencias exacerbadas durante este tiempo de cuarentena. Ya van cuatro mujeres trans asesinadas, todas por las condiciones de violencia estructural y exclusión, en Barranquilla, Cartagena y Santa Marta. La verdadera ‘pandemia’ es la violencia patriarcal, machista y misógina, es la falta de oportunidades para las personas LGTB, es el hambre de las personas diversas, es el prejuicio que nos estigmatiza y nos mata. El amor es revolucionario, el ser diverso es político y disidente. ¡Resiste, Vive, Siente! ¡El Orgullo no descansa! ¡Justicia para Alejandra! ¡Orgulloso de ser marica! ¡Viva la maricada! ¡Abajo el patriarcado!