Columnista:
Claudio Mera
Los Gobiernos colombianos, todos los que recuerdo haber estudiado y vivido, han ido encaminando la estrategia política de Gobierno hacia una manera de sálvese quien pueda. Básicamente, la lógica liberal y neoliberal.
Dando un paso atrás en la historia de esta lógica neoliberal, la idea viene desde la Segunda Revolución Industrial donde los empresarios estaban un poco cansados de ‘hacerse cargo’ de sus empleados, obreros manuales por esa época, de manera que en lugar de seguir proveyendo casas, vestido y comida, mejor entregar una suma de dinero y que cada quien haga lo que quiera siempre que esté en el marco de la ley: Laissez faire.
Ahora bien, resulta fácil decir que la ley es imparcial, pero sabemos que no lo es porque son personas las que escriben las leyes, y las personas tienen intereses, especialmente aquellas que son elegidas para gobernar y escribir dichas leyes en Colombia. Así que progresivamente los soportes para los empleados en diferentes aspectos como seguridad social, fondo de ahorro, salud, educación, subsidio de transporte, entre otras cosas con las que deberían contarse, han ido desapareciendo o reduciendo.
Ahora, cuando vemos que tantas reducciones de impuestos, flexibilización laboral, alivios parafiscales y rescates a empresas no han generado un impacto positivo en los niveles de empleo global en Colombia, menos en las condiciones de empleo de cada una de las personas que logran algún contrato a término fijo, porque los contratos a término indefinido ya son parte de la mitología, entonces las carencias son evidentes. Ese sistema de Gobierno no funciona sin sistemas de apoyo adicionales como seguros de desempleo, sin fondos de ayuda disponibles para emergencias, no sirve sin educación global.
Cuando llega la emergencia, como la que estamos viviendo, es que se desnudan esas carencias de Gobierno porque la gente que ha querido salir de la precarización laboral por sus propios medios, intentando emprender su propia iniciativa de negocios, ahora resiente la ausencia de una red de apoyo gubernamental adecuada.
En este momento que sería necesario guardar distanciamiento social para evitar un desastre mayor al que estamos acostumbrados, entonces es patente que el sistema de salud es precario y que nunca hemos estado preparados para atender emergencia alguna. Además de ser evidente también que los grandes empresarios, incluidos los bancos, dependen de esas personas que maltratan y explotan a diario.
Las oportunidades para construir un Estado de derecho que, atendiera a los derechos humanos de verdad, sí estuvieron, y aún existen para Colombia; pero los intereses de los gobernantes y sus patrocinadores no han permitido que las leyes se construyan de manera que beneficien al pueblo que debería, sino a una minoría cebada en el poder y la codicia.
Claro que la responsabilidad no está solo en manos de medios de comunicación que promueven los mensajes que convienen al Gobierno, ni a los patrocinadores de los gobernantes que tiran de los hilos para llevar la legislación en su favor; también nosotros, como población que elige y consume información, debemos tomar parte de la culpa porque votamos y damos poder a los medios en la medida que les prestamos minutos de atención.
En este momento no es conveniente que nadie salga de casa porque un contagio masivo es inmanejable, y dejar que la gente sin recursos pase hambre también es imposible porque la desobediencia civil, incluso armada, se ve asomando cualquier esquina; y esto se presenta como un falso dilema insoluble, pero no es así: este y los Gobiernos anteriores debieron asegurarse de garantizar el derecho a la salud universal, a los seguros de desempleo, a fondos de emergencia realmente amplios, en lugar de estar salvando empresarios, en lugar de andar estableciendo impuestos regresivos temporales para solventar problemas autocausados para favorecer a unos pocos, esos mismos Gobiernos pudieron aprovechar para poner en cintura al sistema financiero.
En fin, ahora nos toca presenciar cómo el Gobierno desperdicia dinero a manos llenas en imagen, sobrecostos en compras y gasto en milicia, en lugar de alimentar a quienes lo necesitan, como siempre.
Fotografía: cortesía de Luis Carlos Ayala.