Columnista:
Diego Dorado Collazos
Con el reciente y violento hecho de racismo puro en el que George Floyd fue asesinado por un policía, se desató un puñado de protestas álgidas en Estados Unidos, donde nació una imagen: la estación de Policía de Minneapolis incendiada (que bien puede pasar como un cuadro de arte moderno).
Por otra parte, en Colombia a raíz del impactante y doloroso hecho internacional, se hizo visible el asesinato de Ánderson Arboleda a manos de un miembro de la Policía Nacional colombiana. Dado los sucesos, se revivieron en debate público las muertes en toda la nación a manos de la “autoridad”.
Los medios como actores principales en dicho debate, han despertado un interés particular en la titulación de los acontecimientos violentos aquí en mención.
En el corazón de las redacciones parece que se está generando una castración del correcto uso del verbo matar en los asesinatos que relacionan a la autoridad nacional.
Revisemos un par de titulares de El Tiempo acerca de Ánderson Arboleda:
Joven muere tras ser golpeado en la cabeza en discusión con la Policía.
Habla la madre de Anderson, el joven que murió por golpes de policías.
En dichos titulares no existe interés alguno en llamar las cosas por su nombre: un asesinato. Se hacen notorias las vueltas imprecisas de calificar el hecho, una intención de no aseverar el acto y de caminar en un círculo lejos de la certeza que busca el lector.
Puede pensarse que es una medida de cuidado y responsabilidad del medio el no ajusticiar el hecho antes que la ley, pero quedan dudas cuando sí lo hacen en el caso de Floyd:
Ola de protestas en el mundo por asesinato de George Floyd
En la Revista Semana, antes de encontrar un titular aterrizado a la necesidad de calificación que el mismo exige, se preguntaron sobre la igualdad entre el hecho ocurrido en Estados Unidos y el sucedido en Colombia, se cuestionaron si Ánderson Arboleda debía tener igual repercusión e importancia como la tuvo Floyd. Una pena.
¿Es Anderson Arboleda el George Floyd colombiano? La historia
Sin embargo, es válido mencionar que luego de la pregunta, publicaron la respuesta con una argumentación seria al caso, pero queda a tela de juicio si fue correcto el tratamiento dado desde el rótulo, poner por encima en un ánimo de comparación los dos lamentables hechos, en vez de priorizar la magnitud de la noticia para nuestro contexto, sin pensar en comparables, sino llanamente en el asesinato de Arboleda y sus aristas.
Este no es el único caso donde el titular tiene una tendencia a dar largas a la catalogación certera del suceso en los medios principales del país. Para no ir lejos, recordemos los titulares del caso de Dilan Cruz, joven asesinado por un miembro del ESMAD. Uno de El Tiempo y uno de RCN.
Muere Dilan Cruz, joven herido el sábado en marchas en Bogotá
Murió Dilan Cruz, el joven que resultó herido en una manifestación en Bogotá
El suceso fue claro: un agente del ESMAD apuntó con sevicia a la persona de Dilan Cruz, es lejano y fuera de lugar aseverar que fue herido, prácticamente lo mataron en el instante y sobrevivió unas horas más, adicionalmente, el agente asesino, no aparece en ninguna parte de los títulos, en una intención de ocultar su protagonismo y participación del hecho.
Al parecer, estas historias nacieron en la calle, en el pavimento, en la protesta, llegaron lúcidas y claras a la redacción de estos medios y en un santiamén fueron castradas de la verdad en su rótulo, que es su presentación a la sociedad, su carta de entrada a la nación. Fueron llamadas con unos nombres en cadena de palabras imprecisas, difusas, dudosas de sí mismas, huérfanas de certeza y hechas de un caucho.
Lo mínimo que merecen estas víctimas a manos de un “agente protector” es que su historia se cuente desde la cuna de la exactitud, desde su nombre, más aún si los hechos son evidenciables como en el caso de Dilan; de esto depende su justicia, su reivindicación, su descanso y el de este país al que desde hace mucho le aprisionan la verdad desde una jaula de vidrio.