La tal “COVID-1984” es más peligrosa de lo que se piensa

La pandemia a nivel mundial está cambiando de cierta manera la forma de vida: ya no se trabaja como la mayoría lo hacía, ya no se convive ni se disfruta la vida como la mayoría lo hacía; ya no nos vigilan como comúnmente se hacía.

Opina - Política

2020-06-08

La tal “COVID-1984” es más peligrosa de lo que se piensa

Columnista:

Samuel Salcedo Londoño 

 

Todos los Estados se encuentran en una sobresaturación respecto a la vigilancia y control social del pueblo, que por fines de “prevención y cuidado” violan el derecho a la libertad y la intimidad… se está introduciendo el Estado totalitario del que Orwell hablaba en su novela 1984, pero mediante una enfermedad: la “COVID-1984”.

Es muy usual que la mayoría de personas, sin distinción de edad, utilicen las redes sociales o, diferentes tipos de tecnologías, como un método sustentable de cualquier ámbito, ya sea laboral —lo que se conoce como teletrabajo— hasta utilizarla por mero ocio, para obtener un poco de entretenimiento en estos tiempos tan longevos. Al tener estas distracciones rodando por nuestras cabezas, olvidamos lo que no se nos muestra a la vista, lo que nos hacen olvidar por completo sobre las tecnologías disruptivas: aunque no sea evidente, el Estado nos está vigilando y fichando de manera disimulada y arrogante.

Aunque parece muy distópico y radical pensar en un mundo tal cual como se nos plantea en un gran clásico de la historia como lo es la novela de Orwell, 1984, esta se va disimulando paso por paso, tratándose de infiltrar en cualquier Estado por el “bien de la República”. Dentro de la novela, insignia de Orwell, se destaca algo llamado las telepantallas; en síntesis, es una pantalla —como bien dice el nombre, y como quiere Orwell especificarlo en su libro— que vigila, ordena y sigue a toda persona que se encuentre en un radar visible a esta, logrando controlar —de manera directa, si así se pudiese llamar— los movimientos del ciudadano en Londres, lugar donde residía el autor y en el cual se ambienta la novela. Todo esto con el fin de seguir lo que al gran hermano le parece correcto.

Pues bien, como se había señalado, esto se asemeja mucho a la realidad mundial de casi todas las naciones, naciones que pueden privar de la libertad e intimidad a las personas mediante cámaras de vigilancia dentro de todas las ciudades, utilizándolas para poder identificar y marcar a los ciudadanos que sufren el virus de la pandemia, y el cual puede estar muy cerca de ti. Pero todo esto es con el simple pretexto de separarnos de nuestra intimidad, arrebatarnos la libertad, y discriminar a una persona por tener la COVID-19… todo esto generará una sumisión completa hacia el Estado, de la cual, en algún futuro no muy lejano, tendamos a cumplir las órdenes de un gran hermano.

Estas prácticas no son nuevas en ciertos países como China. En el país de las costumbres, donde impera un socialismo distorsionado, se ha utilizado un sistema de reconocimiento facial para saber la “fiabilidad” que los ciudadanos puedan ofrecerle al régimen, donde esta se mide por puntos, los cuales te ganas si obras como el Gobierno chino espera, pero en cambio, si obras de mal manera, se te restarán puntos que te pueden costar hasta conseguir un empleo. Ahora China ha avanzado de manera abismal que, gracias a la pandemia a nivel internacional, se puede identificar —por vía móvil— sobre cualquier individuo que está infectado con la COVID-19, y qué tan lejos o cerca vive de ti.

Esto, como se ha afirmado anteriormente, no es algo de un respectivo país o continente; se trata de una ola mundial de violación a la intimidad y a la libertad. Así ejemplos de países varían, como España que utiliza drones para vigilar a sus ciudadanos con el mismo pretexto de la cuarentena y la pandemia; en Colombia, en el municipio de Palmira, se utiliza el reconocimiento facial para “evitar una propagación del virus”; en Israel se ha puesto en marcha un plan para rastrear los móviles de aquellos que se cataloguen como enfermos, esto se lleva a cabo con material utilizado contra el terrorismo; en Italia utilizan la ubicación de los celulares con el fin de saber quién acata las medidas de control expuestas por el Gobierno, y para saber cuál es la distancia que toman algunas personas sobre otras; de igual manera, países como Austria, Bélgica y Alemania, están utilizando los datos de las compañías telefónicas para rastrear cómo se van moviendo los ciudadanos.

El resultado de estas políticas lleva a pensar sobre un Estado controlado, capaz de realizar un movimiento sin autorización y/o vigilancia del propio Estado, militarizado en cualquier sitio para llenar de miedo y terror a los ciudadanos. Nos estamos desviando a un Estado totalitario. Estos tipos de Estados llevan a revelar lo más putrefacto de la humanidad, de lo cual es difícil escapar. No se está afirmando que se deban violar medidas de bioseguridad para contener o disminuir el contagio gracias al virus, sino que se pide no volver a los Estados fascistas, donde la libertad y la intimidad se violan para justificar el bien común.

 

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Samuel Salcedo Londoño