Columnista:
Angélica Carranza de Toscano
Había una vez un reino muy, muy lejano de toda realidad actual llamado Locombia. Un país cuyo rey y autoridad absoluta se valía de todo tipo de artimañas para silenciar a todo aquel que no estuviera de acuerdo con sus opiniones. Un país cuyo pueblo humilde y noble se acostumbró a creer que la palabra y deseo de su rey es ley. Un país cuya realidad social era muy difícil de entender porque eran sus mismos habitantes quienes se negaban a aceptar su realidad. Un país cuyo pueblo se acostumbró a ser saqueado por el rey de turno y a decir gracias por el hecho de recibir un poco de pan y un poco de circo de cuando en vez.
Un día algunos habitantes se enteraron de que en los reinos vecinos ya no había reyes, sino presidentes. Entonces en Locombia, por temor a una gran revuelta, cada cierto tiempo había nuevos reyes, que decían al pueblo que eran presidentes, y así los locombianos creían que eran una sociedad avanzada y de política moderna como en los otros reinos que se habían convertido en países; pero en Locombia, en realidad todo seguía siendo igual.
Muchos súbditos salían del reino a conocer y prepararse en otros países y muchos otros huían del reino por falta de oportunidades; sin embargo, el común denominador del pensamiento de todos estos súbditos era el haber conocido algo que nunca habían tenido: “Libertad”.
Es así como estos “ciudadanos” se dieron cuenta de que por fuera de las murallas de su “país” podían expresar su opinión sin temor a ser silenciados. Se dieron cuenta de que podían adquirir productos y servicios que en su “país” solo pueden adquirir los ricos. Se dieron cuenta de que los campesinos gozan de respeto y prestigio por ser quienes suplen las cadenas de suministro. Se dieron cuenta de que podían lucir sus pertenencias en la calle sin temor a ser robados. Se dieron cuenta de que podían comer lo que les placía y no lo que les tocaba. Se dieron cuenta de que tenían libertad de pensamiento sin temor a ser criticados. Se dieron cuenta de que tenían seguridad. Se dieron cuenta de que su amado “Locombia” no era un país, sino más bien un pedazo de tierra con un único dueño, poblada con muchos esclavos y súbditos del rey. Se dieron cuenta de que su “país” era todavía un reino y que, a diferencia de muchos otros reinos que aun siguen vigentes, este era un reino muy rico con un pueblo muy pobre, en donde el rey era el único dueño de toda la tierra.
En épocas de globalización el rey no pudo seguir ocultando el mundo real. Muchos locombianos empezaron a pensar por sí mismos y empezaron a despertar; muchos locombianos abrieron sus ojos al mundo a través de las redes sociales y vieron cómo muchos jóvenes en un país llamado Egipto las usaron para promover la Primavera Árabe, que terminó por desbancar el régimen político corrupto. Muchos locombianos comenzaron a protestar en contra del saqueo y las políticas injustas; sin embargo, el rey de turno creó grupos de espionaje para “acabar” con todo aquel que estuviera en contra del proceder corrupto de sus funcionarios y, por supuesto, empezó a proteger solamente a los grandes hacendados.
Lo último que se supo de este reino lejano es que estaba dividido. Muchos luchaban por la verdadera libertad y otros luchaban por su propio bienestar. Se supo que se le llamó “el país de la nunca libertad”, ya que incluso cientos de años después de la época de la colonia, este seguía siendo un reino con políticas de esclavitud salvaguardadas por la ley, que saqueaba el oro de los mas vulnerables para enriquecer únicamente al rey y a los nobles de su corte.
Excelente felicitaciones mi columnista favorita
Es la verdad el reino de Locombia esta gobernado por un rey, sin embargo en este reino de esclavos se sembro la semilla de la esperanza y se esta convirtiendo en un movimiento insurrecto que pondrá fin al reinado del dictador y toda su corte
Ojalá así sea!