La importancia del perdón en la construcción de la paz

Opina - Conflicto

2015-11-22

La importancia del perdón en la construcción de la paz

La Jurisdicción Especial para la Paz es un acuerdo fundamental entre gobierno y Farc para intentar hallar algo de razón y justicia a la barbarie propia de una guerra irregular y degradada de más de 50 años​.

Pretende terminar un conflicto para dejar de causar cientos de miles de víctimas además de desplazamiento forzado. Se están ultimando todavía detalles aunque ya existe un modelo que se puede valorar.

Este se fundamenta en los principios de justicia restaurativa, una doctrina revolucionaria del derecho penal que ni siquiera se enseñaba en las universidades a finales de siglo y aún es bastante desconocida. Es una especie de j​usticia t​ransicional, esa justicia de naturaleza ​extraña que fue creada para ponerle fin a los conflictos armados internos de larga duración y que hace excepción expresa del derecho penal clásico porque se fundamenta en la pena para el victimario que sea proporcional a la falta cometida. “Castigo para el criminal”, es como la conocemos.

​La justicia restaurativa nos es extraña en cambio ​porque se ocupa de velar por los derechos y sentimientos de las víctimas. Por la necesidad que tienen ellas de sanar a partir de su derecho a enfrentarse con la verdad.

Pensando en el derecho penal tradicional, 8 años de cárcel nunca serán justos para los crímenes atroces cometidos por paramilitares o guerrilleros. Es la pena más alta de cárcel en un caso, o la sanción en un lugar especial de reclusión en el otro, establecidas para los peores crímenes cometidos por los victimarios del conflicto armado. Sin embargo existe otra diferencia fundamental entre la ley de Justicia y Paz, la y Jurisdicción Especial para la Paz (la JEP). Invito al lector, a la lectora, tan solo a imaginar…

Imagine que usted es mi víctima​ ​porque yo le quité la vida a una persona muy querida (disculpas sinceras por la invitación a imaginar que le acabo de hacer). Lo ha sufrido y lleva años sintiendo la amargura de esa pena. Yo soy su victimario, quien en medio de un conflicto, luchando equivocadamente​ por una verdad en la que creía, cometí un crimen terrible e injustificable causándole a usted una gran pena que aún conserva y carga consigo​. Para usted, yo soy un vil miserable, y ha sentido muchas veces ganas legítimas de vengarse. El odio más puro.

​Decido yo un día acogerme​ a la JEP. Me interesa salir del conflicto y por ello he dejado mi fusil. Soy citado a la Comisión de la Verdad y recibido en una sala donde están presentes unos magistrados, frente a una cámara de video en un recinto cerrado.

Hay 2 asientos. En uno de ellos está usted, bastante cerca del mío. Con la tensión propia del momento. Con el valor suyo como​ víctima que enfrenta por fin el rostro del asesino de su ser querido. Con el temor ​mezclado con más odio. Con la distancia hacia mí propia​ del dolor y la imposibilidad de olvidar. Luego de tantas noches en vela.

Me siento. L@ miro a los ojos y guardo silencio. Espero que hable primero. Mirándome me insulta y me describe su miseria​ y me dice de qué maneras y por cuanto tiempo la​ ha llevado. Se calma por un momento. L@ miro a los ojos. Mi corazón late fuerte. Estoy muy tenso. No es nada cómodo estar ahí. Es evidente el dolor que le causé. Ni siquiera lo habría podido imaginar sin que usted me lo contara.

Decide preguntarme. Clamando por la verdad, indaga si reconozco que maté a su ser querido. Le contesto​ afirmativamente. Me pregunta por el paradero de su cuerpo. Le doy detalles precisos de donde lo enterré​ queriendo así tapar el crimen. Me pide detalles de sus​ últimos momentos de vida. Le contesto ​minuciosamente. Le cuento lo que pidió. Lo que gritó. Le relato​ cómo su ser querido ​fue valiente en lo último que​ hizo y dijo. Recordando sus seres queridos. ​Le cuento por qué lo hice. Le reconozco mi equivocación. Me insulta de nuevo. L@ miro a los ojos. Recibo sus insultos. Agacho mi cabeza. Es muy duro enfrentarl@ a usted, sabiendo lo que causé con lo que​ le hice, viendo y reconociendo su dolor. Sintiéndol@ a Usted por primera vez​.

Cortesía Radio Santafe

Cortesía Radio Santafe

Ha pasado ya una hora… Le continúo contando mi historia acostumbrado desde muy joven a lidiar​ con el terror. De c​o​mo crecí en el campo en una casa con piso de tierra, cómo era mi familia, cómo mataron a mi padre y a ​mis 2 hermanos. Y le reitero de nuevo ​mi equivocación. Y de repente, retomo el coraje y levanto mi cara, l@ miro a los ojos, con el valor que me queda, que saco de algún lado. Con la verdad que hace años quiero enfrentar, sabiendo que ha llegado el momento. El momento de contar la verdad a los ojos de quien ha sufrido la ausencia de ésta​. Las preguntas permanentes…

Le abro mis ojos. Me enfoco en los suyos y calmado le digo que reconozco y valido su dolor. Que le hallo la razón, que entiendo su odio. Que percibo su rencor y que le doy la razón.

Y le digo: «No creo que jamás pueda perdonarme. No puedo reparar el daño. Pero puedo enfrentar este momento, en solitario, solo para decirle que en verdad lo siento.​ Si pudiera cambiarlo lo haría, por lo mucho que me arrepiento. Reconozco y  ​siento como propio ​su dolor, y sus sentimientos.​ Y le ruego algún día me perdone, si lo pudiere hacer, se lo pido ​por favor”.

Le cuento​ que me siento miserable por lo que hice. Más ahora ​cuando ​ahora sé el dolor que le causé. Y que estoy dispuesto a enfrentar las consecuencias de mis actos. ​​ Mientras más hablo, siento liberarme. Mis palabras me fortalecen. Y me permiten darle aún más detalles. Como si cualquier ​otro​ pudiera ayudarle. Y veo un cambio en su semblante.

Continúo. Y de la forma más simple, le pido perdón, con calma a sus ojos y con lágrimas en los míos, advirtiendo todavía todo su rencor.

«Siento lo que le hice. Quisiera no haberlo hecho. Fue una gran equivocación que siempre llevaré dentro de mis peores recuerdos. Y por eso le pido perdón. Le digo que lo siento, y que puede estar segur@ que de mi parte, jamás volverá a sucederle de parte mía nada parecido ni a usted ni a ningún otro ser humano.»

Usted, que es mi víctima, hace lo que quiere​ con esas palabras. Puede salir más débil, o puede salir fortalecid@. Me da una última mirada, da media vuelta y se va en silencio sabiendo que muy seguramente jamás volverá a verme en persona.

Pasaron casi 3 horas desde el inicio de esta audiencia imaginada. De nuestro difícil ​encuentro con la verdad. Y a m​í​, me quedarán​ 8 años de mi​ libertad restringida como fruto de la máxima sanción, sea desminando, sembrando, o haciendo cualquier trabajo comunitario. Quedará grabado en mi mente ​esa​ audiencia, sus ojos, s​u dolor. Y sabré que haberl@ enfrentado me servirá hasta el fin de mi vida para re significar el daño que le causé. Y determinará ​la forma como enfrente el resto de lo que me quede estando vivo​ para intentar enmendarlo.

¿Si usted ​me perdona o no? Eso se lo dejo a su entera decisión. Pudo​ liberarse en ese instante de la pena y el dolor para siempre, o pudo ver multiplicado su rencor.

Esa es la gran virtud de la Comisión de la Verdad, el gran acierto de este proceso de paz. No contempla una verdad judicial sino que configura las condiciones para que aflore la verdad moral, capaz de sanar, perdonar y reconciliar.

Si la pena se cumple entre barrotes o mirando hacia el campo no tiene real importancia. Ni 8 ni 60 años de cárcel sanan en verdad a ninguna víctima. ​Sólo es la​  verdad la que tiene la potencialidad de sanar.

Y sabemos muy bien que nuestra Colombia necesita ese alivio​, muy por encima que castigar unos criminales para que salgan libres luego de 8 años sin haber enfrentado a ​las personas y ​a​l daño que ​ellos​ causaron, como vemos que está pasando con los paramilitares que cumplen​ sus penas de cárcel por estos días. ​ ​

Ese es el fin y funcionamiento​ de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, como se le ​llama originalmente​. Podemos cesar ese conflicto que existe en nuestras vidas para muchos aún desde que nacimos​. Y es mejor que creemos las condiciones para ​ofrecer​ la posibilidad de que las víctimas y el país puedan reencontrarse con ese desafío futuro de reconstrucción de su historia.

 

Nota: En ningún momento me he querido referir​ al perdón de corte religioso. Hablo del psicológico, del espiritual, del que todos hemos sentido desde que como niños ofendimos o fuimos ofendidos y lo experimentamos. ​Y como adultos por igual. Para muchos entre más nos volvemos viejos, más nos es difícil perdonar. Sin embargo, para referirnos al perdón…, ​¿cómo podríamos dejar de un lado lo que dice la Biblia sobre esa forma de liberación?

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Luis Carlos Jacobsen
Soñador. Comprometido con el alcance de la paz en Colombia. Facilitador de Procesos de Conversación en todo tipo de organizaciones en Colombia. jacobsenaparicio.com