La discriminación como ‘pandemia’

Si entendiéramos que el otro también siente, y necesita abastecerse para poder sobrevivir durante esta pandemia, haríamos que la preocupación de las personas fuese únicamente evitar el contagio del virus, y no temer por sufrir actos de violencia al salir a la calle.

Opina - Cultura

2020-05-15

La discriminación como ‘pandemia’

Columnista:

Johan Remolina

 

El pasado mes, Bogotá despertó con la noticia de que un nuevo mecanismo de control sería implementado para evitar la aglomeración de personas en las calles, facilitar la labor policial y tratar de disminuir los casos de contagio por COVID-19. Se trataría de la medida tomada por la alcaldesa Claudia López, denominada “pico y género”, la cual busca regular el tránsito de personas, haciendo que estas realicen sus diligencias de acuerdo con el día correspondiente a su género: días impares, hombres; y días pares, mujeres. Dentro de este decreto se sostiene que la movilización está directamente relacionada con la identidad de género.

Cabe resaltar que la labor de la alcaldesa ha sido crucial durante esta pandemia, y que dicha regla busca única y exclusivamente el beneficio de todos, ya que facilita el control al hacer visibles a quienes incumplen con el aislamiento preventivo obligatorio, y evita el contacto directo de los policías con los transeúntes, el cual se hace necesario en regulaciones como el “pico y cédula”. 

Es innegable que nos encontramos en una situación de crisis y que la vida de las personas se encuentra por encima de todo lo demás, pero la medida del “pico y género” ha hecho salir a flote una ‘pandemia’ que nos ha acompañado por mucho más tiempo que la que evidenciamos en la actualidad, la discriminación. Este conjunto de actitudes se ha reflejado principalmente en espacios a los que acuden las personas trans a suplir sus necesidades fundamentales como la compra de alimentos. 

Dentro de los tantos casos de discriminación se evidencian dos que han causado mucha conmoción, no solo en las redes sociales y medios de comunicación, sino también dentro la comunidad trans. El primero de ellos sucedió en la calle 56 de Bogotá, en una Tienda D1, donde Joseth, un hombre trans, fue abordado por uno de los empleados del establecimiento, quien aparte de dirigirse a él como mujer, le pide un permiso especial para poder estar en el lugar, por lo cual este procede a explicar que la regla está fundamentada en la identidad de género y, que por ende, tiene todo el derecho de abastecerse los días impares. Luego de esto, se genera una discusión a causa de que Joseth desea comenzar a grabar para poder sostener la injusticia que se está cometiendo, por lo que el trabajador tiende a quitarle el celular de forma violenta y decide llamar al administrador. De igual forma, este joven señala que, a la salida del local recibió burlas por parte de otros hombres, que al igual que él, se encontraban mercando.

El segundo caso conocido sucedió en un autoservicio de Justo y Bueno, donde una mujer trans fue abordada por la cajera de dicho establecimiento, pidiéndole pruebas para confirmar su tratamiento hormonal y haciendo de esta situación un escándalo público. La mujer graba la escena y la comparte en las redes sociales, en las cuales gran cantidad de personas manifiestan que también han sido víctimas de discriminación, y que no han recibido una respuesta concreta sobre la posibilidad de implementar alguna medida de protección especial, la cual se pueda utilizar en situaciones como esta.

En los dos sucesos anteriores se evidencia una de las prácticas que hemos naturalizado con el tiempo, encasillar el concepto de hombre y mujer dentro de estereotipos sociales, razón por la que las personas tienden a juzgar a los demás señalando que no cuentan con las características suficientes que le hemos atribuido a los hombres y a las mujeres, como si la cuestión de la identidad estuviese ligada únicamente al aspecto físico de las personas.

En el caso de la comunidad trans, el hecho de someterse a compartir espacios con quienes no aceptan que ellos hacen parte de su mismo género, y tienden a verlos con desprecio, que posteriormente se convierte en actos de violencia o discriminación. Es importante aclarar que gran parte de las personas trans no cuentan con el género con el que se sienten identificados en su documento de identidad, porque en muchas ocasiones su vida laboral o familiar no se los ha permitido, el trámite legal quedó en espera o no fue realizado, o simplemente no se encuentran lo suficientemente seguros para tomar esta decisión. 

Hoy por hoy, sabemos que Colombia no está lista para hablar de la posibilidad de pertenecer a un género no binario, o de simplemente no pertenecer a uno, pero esta es una realidad existente y que, a pesar de estar en el olvido, se ha convertido en uno de los problemas más grandes durante el cumplimiento de esta medida. El hecho de entender que hay personas que no se sienten identificadas dentro del género masculino o femenino, y que no tienen por qué hacerlo, debería ser suficiente razón para comprender que leyes como esta no solo atacan la integridad de las personas, sino que las expone a actos de burla, violencia y discriminación. 

Finalmente, es importante aclarar que el problema no radica en la medida implementada, ya que esta se considera pertinente en casos de emergencia como el que estamos viviendo. Además, resulta difícil realizarle modificaciones a dicho decreto, porque no existe la información necesaria y porque este es un tema al que no le hemos dado relevancia en la actualidad, y aunque estas resultaran ser efectivas, se prestarían para que muchas personas se aprovechen para incumplir con el aislamiento preventivo obligatorio. La verdadera dificultad se sitúa en el irrespeto e intolerancia a la diferencia, la privación a la libertad de expresión y el hecho de querer encajar a las personas en estándares sociales. Si entendiéramos que el otro también siente, y necesita abastecerse para poder sobrevivir durante esta pandemia, haríamos que la preocupación de las personas fuese únicamente evitar el contagio del virus, y no temer por sufrir actos de violencia al salir a la calle.

 

Fotografía: cortesía de france24. 

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Johan Remolina
Joven universitario oriundo del municipio de Mogotes, Santander. Reside en la ciudad de Bogotá. Obtuvo su diploma de Bachiller Académico con profundización en Pedagogía de la Escuela Normal Superior de Piedecuesta, ciudad en la que vivió y cursó sus dos últimos años académicos. Actualmente, estudia Comunicación Social en la Pontificia Universidad Javeriana y se interesa por temas relacionados con el ámbito periodístico, editorial, audiovisual y radiofónico.