Columnista:
Mauricio Galindo Santofimio
Ante la disyuntiva, que no es disyuntiva ni es falsa, como muchos han querido hacerla ver, de si salvar vidas o salvar la economía, la respuesta es contundente: sin seres humanos, las empresas no pueden sobrevivir. Por lo tanto, las prioridades deben centrarse en la vida humana, aunque algunos digan que la muerte y el hambre están en las casas, lo cual, precisamente, es lo que también hay que combatir.
Y no es por contradecir ni por generar polémica sobre los muy respetables conceptos de economistas, pensadores o eruditos de la radio, de la televisión o de la prensa, sino porque otros, un poco más reconocidos y confiables, como Noam Chomsky, Jeffrey Sachs, Thomas Piketty, Yuval Noah Harari o José Mujica, lo han dicho en varias ocasiones: esta pandemia tendrá que transformar los modelos económicos y volverlos más solidarios para poder estrechar las brechas.
De modo que lo que realmente procede es velar por el bienestar de la gente, por su salud, y entender, de una buena vez, y con base en este COVID-19 del Apocalipsis, que es el momento de transformaciones en lo económico, en lo político y en lo social.
Mucho se ha hablado sobre la enfermedad, sobre la curva de contagios, sobre las medidas confusas y descoordinadas de los gobiernos, tanto nacional, como locales, pero en verdad, todo es incierto. Nadie tiene la última palabra sobre lo que está padeciendo la humanidad ni nadie tiene aún la cura para el virus. En consecuencia, lo acertado —como en otras cosas como el fracking o la fumigación con glifosato para erradicar la coca, o la utilización de ciertas medicinas—, es el principio de precaución.
En ese sentido haber flexibilizado la cuarentena, y no haberla extendido, como muchos medios titularon equivocadamente, fue, en efecto, una equivocación de la cual esperamos, claro, salir bien librados. Y lo fue porque aún no ha llegado el pico de contagios, no se sabe a ciencia cierta cuántos andan por ahí con el mal en el cuerpo, contagiando, y no se hizo caso a las recomendaciones de los expertos que preferían ampliarla hasta mediados de mayo.
Es evidente, elemental y absolutamente cierto que una cuarentena indefinida no es posible. No se puede tener a la gente encerrada eternamente ni es concebible que cualquier economía funcione de esa forma. Tendrá que llegar el momento de abrir las puertas de las casas y de las empresas, de los restaurantes, de todo, como siempre, y vendrá ese momento, pero no era ahora, y no se puede experimentar con el ensayo y con el error cuando de vidas se trata.
El asunto es el modelo. No hay duda. En lo político, hay que ir cambiando ese concepto de que el poder es para beneficiar a algunos, y darle un viraje para que sea la política la que realmente enderece el camino de las mayorías. En lo económico, entender que el libre mercado, la propiedad privada y la solidaridad pueden ir de la mano. Y en lo social, aceptar que mientras mejores condiciones de vida tenga la gente, mayor será la productividad y, por ende, mayor el crecimiento de la misma economía, y, obvio, de las clases menos favorecidas.
En concreto: estamos en una situación extraordinaria, en una contingencia, en una calamidad que también pasará, ciertamente, pero que mientras eso sucede, obliga a los que pueden, es decir al Gobierno, en general; y a los empresarios, en particular, a subsidiar a las pequeñas y medianas empresas, el primero; y en garantizar el trabajo de sus empleados, los segundos.
Es decir, que mientras no se controle real y efectivamente la pandemia, además de las medidas impuestas hasta ahora, es necesario profundizar con algunas. El fútbol, por ejemplo, no puede volver pronto, así la Dimayor patee con fuerza. Muchos lugares de alta aglomeración tampoco: los teatros, los cines, los restaurantes y otros sitios deben esperar un tiempo más.
¿Qué hacer con los empleados y dueños de esos sitios y con los futbolistas y, en general, con todos los que de una u otra forma viven de estar en la calle o de atender público? Pues subsidiarlos. Así como a los colegios privados que ya han pedido ayuda y como a todos los sectores que lo han solicitado. A los del día a día, a los vendedores ambulantes, a los peluqueros, a los dueños de bares, en fin, a todo aquel que comprobadamente lo necesite.
Es verdad que ningún gobierno ni ninguna sociedad resisten estar dando una ayuda eterna, y tampoco eso es lo que se pide. Lo que se demanda es que, mientras todo pasa, haya solidaridad. Luego las actividades tendrán que volver a lo suyo, no iguales, porque ya se sabe que nada será igual, pero en esta crisis, y a futuro, ese capitalismo salvaje, que, hoy por hoy, bastantes personas han cuestionado y puesto en duda, tendrá que modificarse.
Deberá nacer un modelo económico que piense en los demás y unos gobiernos que hagan lo propio. No se trata de asistencialismos ni de paternalismos, sino de gobernar para y por la gente. Para que crezca la economía, la del país y la de las casas. Para que haya más equidad —porque nadie nunca puede pretender la igualdad—, para que exista el disenso constructivo que, en medio de debates políticos, terminen en consensos para el bien de todos.
Esa es la forma de acabar con la violencia, con el desempleo, con las guerrillas, con los grupos delincuenciales. Con oportunidades, con educación, con respuesta concreta y real para las necesidades de los demás. Y, claro, con mano dura para quienes crean en el dinero fácil o en las revoluciones trasnochadas o en el terrorismo y la transgresión.
No es por aguarle la fiesta a los que creen que todo debe seguir igual, pero es necesario, para finalizar, recordar, como se dijo al principio, las voces de personas mucho más autorizadas para hablar que las de los simples comentaristas de algunos lados. Dejo algunas frases y el enlace para que, si gustan, lean las entrevistas completas.
Dijo José ‘Pepe’ Mujica en una entrevista para Efe realizada por Federico Anfitti y reproducida en varios medios de comunicación, entre ellos El Clarín, de Argentina: “El capitalismo no va a cambiar por eso (por la pandemia). Los que podemos relativamente cambiar somos los humanos, de ver ciertas cosas con otro criterio”.
Por su parte, recientemente, Jeffrey Sachs aseguró para La Nación, de Argentina: “Ahora debemos priorizar salvar vidas, apoyar a quienes afronten necesidades y no abandonar a nadie. Las finanzas deben apoyar la inclusión social, no tornarla más difícil”.
Hace poco Yuval Noah Harari afirmó en entrevista publicada en El Tiempo: “En los últimos años vimos un crecimiento de los populismos, con políticos socavando la confianza de la gente en la ciencia, pintando a los expertos como una élite desconectada de la gente a la que no debemos escuchar. Ahora entendemos la inmensa importancia de escuchar a estos expertos, que nos digan qué está pasando y qué debemos hacer”.
Piketty en entrevista para ‘Perú 21’: “Esta crisis también es una oportunidad para considerar una provisión mínima de salud pública y educación para todos los habitantes del mundo, financiada como un derecho universal para todos los países con una parte de los ingresos fiscales pagados por los actores económicos más ricos del mundo: las principales empresas y hogares con altos ingresos y riqueza personal”.
Por último, miremos lo que dijo Chomsky a la Agencia Efe, en entrevista reproducida también por El Clarín: “La primera lección es que estamos ante otro fallo masivo y colosal de la versión neoliberal del capitalismo. Si no aprendemos eso, la próxima vez que pase algo parecido va a ser peor”.
Como se ve, la pandemia nos ha dejado enseñanzas que deberán asimilarse para poner en práctica otros modelos, otras formas de ver el mundo y otros esquemas que propicien la equidad y la justicia social, pero ante todo, la vida.
Adenda: La indisciplina de la gente en esta cuarentena es de proporciones mayúsculas. Mucha gente sale a las calles sin estar autorizada y pone en riesgo la vida de los demás y la propia. Muchos dirán que se están muriendo de hambre y eso, en miles de casos, es cierto, lo cual pone en evidencia la falta de gobierno.
Comtundente Mauricio, la deshumanización ha aflorado en esta pandemia, yo sentía que el a ser humano lo tenía claro, lo primero es la vida, hoy lo dudo.
Gracias por compartir tu visión.
Excelente columna.
Cuando era inminente que la pandemia asolara estos territorios pobres fui optimista pensando que de esta situación tan grave saldrían cosas buenas para la humanidad, hoy, varios meses después, pienso distinto y retomo mi teoría de las tres vacunas que remediarían todo mal que hoy aqueja a la humanidad, una que ya existe, incluso antes que la enfermedad y es la que ataca el hambre; otra vacuna posible, que se está desarrollando en varios laboratorios, esa que tratará de aplacar el virus lo más pronto posible y la otra, la imposible, la que combatiría la codicia y el egoísmo; esa nunca saldrá al público y en estos tiempos quedó ratificada mi teoría.
Muy bien Mauricio, gran claridad.
En Colombia, contrario a Mujicas encontraremos Vargas Lleras haciendo del Capitalismo un modelo más salvaje. Sí, nos queda la solidaridad como respuesta social a estas épocas del Coronavirus, sin duda auto-cuidado y solidaridad son la clave para permanecer.
Nuevo Modelo Económico y Social y ademas un Gobierno para el Pueblo:
Yo apoyo el periodismo alternativo
El Modelo SocioEconómico que necesita en este Momento Colombia debe estar Basado en el Ser Humano como fundamento con sus Valores Ético Morales,luego lo Económico, o sea primero la Salud,Educación,Empleo, Bienestar y Seguridad , después lo Político;la Prueba es este Articulo de Nuestro Amigo,Mauricio Galindo Santofimio, que Recorre lo Mejor del pensamiento Humano para Reafirmarlo ! @MauricioGalin11