Columnista:
Juan Sebastián Gil
El 9 marzo de 1990 el Gobierno colombiano y el M19 firmaron un acuerdo de paz que dejaba ver un candil de esperanza para la participación política de los sectores populares. Sin embargo, el establecimiento, una vez más, demostró que para ellos la paz se limita a el desarme de las guerrillas. El compromiso arduo con la paz de los diferentes sectores sociales, gestó un aliento revolucionario que llevaba como bandera la justicia social. A esto las oligarquías colombianas le consolidaron un violento discurso antisubversivo, que descuida por completo las problemáticas estructurales del país, declarándole, además, la guerra a la paz.
Después de la dejación de armas, la nueva Alianza Democrática M19 se proyectaba como una importante fuerza política en la disputa por la Presidencia de la República, liderada por el carisma de Carlos Pizarro. La sencillez y templanza del comandante era respaldada por el pueblo colombiano, que estaba agotado y exigía verdadera representación. En ese camino, el de la nueva Colombia, el 22 de marzo de 1990 la balas del paramilitarismo le quitaron la vida a Bernardo Jaramillo Ossa, candidato presidencial por la Unión Patriótica, quien asumió la candidatura después del asesinato de Jaime Pardo Leal, magnicidios que fueron parte del genocidio a líderes y militantes de la UP, muestra del temor de la oligarquía al poder popular. El compromiso con el pueblo, con la paz y con la democracia hizo que Pizarro asumiera la responsabilidad de liderar las fuerzas alternativas en la construcción de un nuevo proyecto de país. Más tarde, el 26 de abril, en complicidad con el Estado, los paramilitares asesinaron a Carlos Pizarro.
Su última orden como comandante del M19 fue: “Por Colombia, por la paz, dejad las armas”. “¡Oficiales de Bolívar, rompan filas!”. La conquista de una democracia verdadera, participativa y para todos, recogida en la búsqueda de la paz, es la consigna que dejó Pizarro.
El rescate de la memoria de Pizarro, es también, el rescate de la memoria de todos los liderazgos que el Estado y el paramilitarismo nos han arrancado y, aún hoy, nos siguen despojando de la posibilidad de construir un nuevo país, la memoria de Pizarro es la de nuestros líderes sociales, nuestros campesinos, nuestras comunidades afro y la de nuestro compromiso con la transformación del país. Porque hay que creer en la paz, trabajar por la paz y conquistarla; palabra que sí.