Columnista:
Brandon Stefan Martínez González
Durante los últimos días de marzo las redes sociales se convirtieron en un espacio de especulación sobre los acontecimientos que iba a traer abril para Colombia. Algunos usuarios auguraban situaciones difíciles y, al parecer, no se equivocaron, por lo menos en el campo del periodismo, que era cuestionado por el trato que los medios le estaban dando a la información relacionada con la coyuntura que vivimos.
El miércoles primero de abril, a las dos y cincuenta minutos de la tarde de Colombia, el periodista Daniel Coronell publicó en su cuenta de Twitter el pantallazo de un mensaje que recibió por parte de Sandra Suárez, gerente general del Grupo Semana, en el que le notificó, palabras más, palabras menos, que por decisiones de la compañía no contaban más con sus servicios periodísticos como columnista.
La causa del despido de Coronell fue la columna publicada el domingo 21 de marzo en la Revista Semana que tuvo como título “Las orejas del lobo”, en la que Daniel cuestionó a la casa periodística por un aparente ajuste de cuentas con el director de W Radio Julio Sánchez Cristo, ya que una de las periodistas del equipo del programa radial matutino que dirige habló sobre los despidos que se venían dando desde hace un tiempo en Semana.
Esa situación llevó a que, minutos después, la revista publicara en su portal web unas notas relacionadas con el estado financiero del Grupo Prisa, propietario de Caracol Radio, en la que utilizaron fotos de los edificios de la entidad propietaria en España, del grupo periodístico en Colombia y la de Sánchez Cristo.
Un par de horas después de que Coronell diera a conocer que lo habían despedido de Semana, el columnista Daniel Samper Ospina renunció a la página que tenía en la revista, como manera de solidarizarse con su colega, lo cual dejó como gran perdedor de la jornada al Grupo Editorial Semana, ya que perdió en una tarde a sus dos mejores columnistas.
Censura, una constante en el periodismo colombiano
Según el diccionario de la Real Academia Española, la palabra censura “es la acción de examinar una obra destinada al público, suprimiendo o modificando la parte que no se ajusta a determinados planteamientos políticos, morales o religiosos, para determinar si se puede o no publicar”.
En Colombia algunos columnistas han tenido que enfrentarse a la censura por parte de sus empleadores, lo cual los ha llevado a tomar la decisión de renunciar o a ser despedidos, ya sea porque hacen críticas fuertes contra los Gobiernos de turno, porque los intereses de los dueños de los medios de comunicación son diferentes a los fines del columnista, o porque, como en el caso de Daniel Coronell, el periodista se atreve públicamente a disentir de las decisiones editoriales que tome el medio para el cual trabaja.
El primer caso que vale la pena reseñar en este espacio sucedió en 1977, cuando el columnista de El Tiempo Lucas Caballero Calderón, conocido con el seudónimo “Klim”, renunció a la columna que estaba a su cargo porque los dueños del periódico le pidieron que le bajara el tono a las críticas que hacía en su espacio al Gobierno de Alfonso López Michelsen.
Klim referenciaba a López Michelsen en sus columnas como el esposo de su prima, ya que el expresidente fue esposo de Cecilia Caballero Blanco, prima de Lucas. Caricatura de Héctor Osuna tomada de Internet.
Aunque Lucas Caballero Calderón fue despedido del diario El Tiempo, su voz crítica no dejó de estar presente, pues retomó el espacio que había tenido años atrás como columnista de El Espectador, cambió el seudónimo con el que firmó sus notas a “Lukas”, y continuó con su ejercicio profesional.
Daniel Samper Pizano y Alberto Donadío contra Enrique Santos
“Los Santos tenían la idea de que el periódico era para defender los intereses del Partido Liberal, y ese no era el interés de la Unidad Investigativa”, comentó Alberto Donadío en una entrevista hecha en el Festival Gabo de 2019. Por esa razón la Unidad Investigativa de El Tiempo, que publicaba sus investigaciones en la columna de Daniel Samper Pizano, tuvo que enfrentarse muchas veces con Enrique Santos para que autorizara la divulgación de los resultados de las pesquisas que encabezaba Donadío.
Eso fue lo que sucedió cuando los periodistas tenían lista para publicar una de las investigaciones más importantes de la Unidad Investigativa de El Tiempo, que fue el escándalo de El Banco Nacional, en el cual el presidente de la entidad bancaria se apropió del dinero de 20 créditos que estaban a nombre de personas que no existían y, aunque el grupo de periodistas tenía evidenciada la veracidad de la investigación, Enrique Santos puso varias trabas para que fuera publicada.
“Enrique nos pedía que había que darle tiempo al presidente del banco, que porque él decía que eran unos ganaderos que andaban por todo el país en las plazas de ferias. Era mentira. Un jueves por la tarde renunciaron todos los abogados del Banco, supimos eso, y Enrique no estaba porque los jueves por la tarde se iba a jugar Golf, en ese momento el jefe de redacción era Rafael Santos. Daniel fue a hablar con él, y le dijo (esto ya está escrito, demostrado, las fotos están listas y la página diagramada, los abogados renunciaron. No quieren representar a una entidad que está en problemas)”, anotó sobre el caso Donadío.
El artículo fue publicado al día siguiente, pero los periodistas fueron llamados a la oficina de Enrique Santos dos veces en el día. La primera vez fue para regañarlos porque el Gobierno había despedido al presidente del banco; y la segunda, en la tarde, fue para felicitarlos, pues el superintendente bancario llamó a El Tiempo para agradecer por la información que aportó la investigación publicada.
La constancia con la que se repitieron actos como el referenciado y las amenazas, que son otra forma de censura, llevaron a que la primera Unidad Investigativa de El Tiempo se disolviera, ya que Alberto Donadío renunció porque no se sentía cómodo, Daniel Samper Pizano tuvo que irse del país e instalarse en España por amenazas, y Gerardo Reyes recibió una mejor oferta de trabajo en Estados Unidos. Los intereses de los periodistas no se correspondían con los intereses del periódico.
Dejémonos de vainas
El despido de Daniel Coronell y, la posterior renuncia de Daniel Samper Ospina a la Revista Semana, son muestras de que en Colombia, un país “democrático” en el cual la libertad de prensa debería ser un pilar fundamental, hoy más que nunca existen intereses particulares en los medios de comunicación que limitan el ejercicio periodístico, y que ponen en evidencia que referentes del ejercicio profesional como Semana no toleran las críticas, ya sean propias o ajenas y reviven el fantasma de la censura; la cual por las condiciones del país no debería existir.
Por otro lado, en un momento histórico en el cual es necesario tener columnistas profundos, agudos, críticos, con la capacidad de hacer comentarios incómodos como Daniel Coronell y Daniel Samper Ospina, ya que las redes sociales se convirtieron en espacios de especulación y crítica al periodismo en las últimas semanas de marzo; solo se puede llegar a una conclusión: ¿censura en pleno siglo XXI?, dejémonos de vainas ¿Sí?
importante recorderis historico, muchos periodistas de otros periódicos y canales de televisión han sufrido la sensura por informar y develar verdades. La revista semana , con nuevo accionista los gilisky, cambiaron su pensamiento político, a buscar periodismo critico e informativo a las redes sociales.
Lo de siempre. El que manda manda y en este sistema nos jode el neoliberalismo y los medios amañados.