Columnista:
Daniel Fernando Rincón
El 12 de marzo el presidente Iván Duque decretó emergencia nacional por la situación sanitaria que implica el avance en territorio colombiano de la pandemia del COVID-19, popularmente conocido como el coronavirus, medida que para muchos ha sido acertada, pero para algunos otros, especialmente para los ciudadanos de a pie, ha significado demasiadas complicaciones.
La exigencia de cuarentenas a viajeros provenientes inicialmente de Italia, España, Francia y China, y desde el pasado domingo 15 de marzo, para todos los extranjeros visitantes, la restricción de eventos masivos, que ha generado la cancelación de conciertos, festivales y de todo tipo de actividades deportivas, desde el fútbol, hasta el automovilismo y el cierre de bares y cinemas, en lugar de significar actividades que promuevan la contención de la pandemia, lo que ha desatado es un pánico generalizado que, por una parte golpea la ya de por sí débil dinámica económica nacional, dominada por una economía del rebusque; y, por la otra, afecta la psiquis de por sí maltrecha de las y los colombianos, que como se demostró en el pasado mes de noviembre de 2019 en el marco del Paro Nacional, se entrega fácilmente al caos y la desesperación, ante medidas restrictivas de la libertad y la movilidad.
Y es que, aunque la reacción del Gobierno Nacional hacia la pandemia del coronavirus ha sido adecuada para su naturaleza, ya que es un virus que circula entre personas de estratos medios (personas que viajan desde y hacia Europa, Asia y Estados Unidos o que viajan en cruceros y sus familiares), líderes mundiales como la esposa del primer ministro canadiense y la esposa del presidente del Gobierno Español, y emblemáticas figuras del espectáculo como deportistas y actores, no ha sido pensada para los estratos bajos o, al menos, eso demuestra la evidencia.
En los anuncios del Gobierno Nacional colombiano, tanto de los ministros del despacho, como del propio presidente de la República, nada se ha dicho sobre los recursos financieros y físicos que se destinarán a las acciones concretas de prevención, contención y manejo de los contagiados del coronavirus.
El cierre de colegios y escuelas públicas desde el 16 de marzo, anunciado en horas de la noche del domingo 15, es decir, a menos de 10 horas de iniciada la jornada escolar, con la idea de fomentar el aislamiento social, que se afirma es la mejor manera de prevenir el contagio, le ha endilgado a los padres y acudientes de los niños, niñas y adolescentes, la responsabilidad del lavado de manos, con lo que de manera genial se evita girar los recursos necesarios para el aseo básico en dichos establecimientos, en donde en muchos de los casos, ni hay papel higiénico.
La orden inicial de realizar cuarentenas en los hoteles a todos los viajeros provenientes de Italia, China, España y Francia, y entregarle a los empleados de los mismos, la vigilancia de aquella, ha generado precisamente que algunos salgan de dichos establecimientos, “violando” la restricción.
El anuncio de más de 200 mil millones de pesos en créditos destinados por Bancóldex a empresarios del sector turismo, a pesar de servir de alivio momentáneo, generará en un incierto mediano plazo que, al aumentar la deuda del sector privado y ante la inminente caída en el número de visitantes, tanto nacionales como extranjeros, consecuentemente se aumenten las quiebras empresariales, fomentado así la llegada de un periodo de recesión económica.
Así mismo, que voceros gremiales como la Federación Nacional de Comerciantes (FENALCO), la Sociedad de Agricultores de Colombia (SAC) y la Asociación Nacional de Industriales (ANDI) sean quienes salgan a decir que no hay desabastecimiento de bienes esenciales, es la prueba que el Gobierno Nacional ha dejado a la invisible mano del mercado, la asignación de recursos para la prevención del contagio.
Todas las anteriores medidas, basadas según el presidente de la República, en la solidaridad y en la unión patriota que debemos tener como colombianas y colombianos y, que hemos demostrado en crisis similares por las que hemos pasado, enmascara la debilidad institucional, financiera y física del Gobierno de un partido político cuya principal bandera es la seguridad.
Parece ser que mientras las medidas económicas del Gobierno del Centro Democrático las están guardando para cuando el pico de contagiados sea numeroso y se declare la calamidad pública nacional, debemos esperar a que el mercado todopoderoso sea quien nos guíe de su mano, los vendedores de tapabocas y medicamentos amanezcan compasivos para que no abusen de los precios y de las mercancías almacenadas y aferrarnos a la divinidad, cualquiera que sea, para que el desempleo de un país de economía informal y precaria no suba en medio del paro económico que genera el coronavirus.