Dudas

Que los cuestionamientos nos den la oportunidad de contrarrestar las infamias, y que las constantes inquietudes nos vislumbren soluciones, así no tengamos respuestas.

Opina - Política

2020-03-13

Dudas

Columnista: 

Mauricio Galindo Santofimio 

 

Solo quien pregunta resuelve dudas. Solo quien indaga logra respuestas. Quizás en este país, que todo lo oculta, esas dos premisas no se cumplan, pero no está de más insistir con algunos interrogantes a ver si, por fin, alguien logra, por lo menos, rodarlos y hacerlos llegar hasta quienes tienen la solución a esas incógnitas; que son muchas, por supuesto, porque en Colombia la duda eterna, la incertidumbre constante, la crisis permanente, nos llevan por el camino de una vida que sigue su curso en círculo, que es un laberinto, una sin salida, un hoyo oscuro, pero que, a pesar de todo, sigue.

¿Cómo, por ejemplo, se puede entender que este país de inmensas tierras, y dos océanos, no pueda ser capaz de garantizar una vida digna —o al menos alimentos— para todos, sino para unos pocos que las usufructúan y terminan por adueñarse de ellas y hasta de cobrar o de poner talanqueras por sus usos? ¿No es esa una de las razones de la violencia?

¿Por qué a la gente se le denuncia y nunca pasa nada, por qué nunca hay condenas o absoluciones, por qué las investigaciones no avanzan? ¿La justicia solo se aplica a los que andan a pie, sin escoltas y sin haber sido políticos? ¿No es eso inequitativo y causa de intolerancias y de profundas confrontaciones?

¿Queremos una vida de engaños y de mentiras sin que podamos cuestionarnos sobre lo verdaderamente cierto? 

¿Quiénes son los verdaderos dueños del poder en el país? ¿Los que están detrás o los que ponen la cara? El poder, como dijo Echandía, ¿para qué? ¿Para privilegiar, proteger, premiar y encubrir a los amigos, o para propender por una mejor vida para todos?

¿Hasta cuándo las campañas políticas y las presidencias supuestamente compradas por el narcotráfico sin que pase nada? ¿Hasta cuándo los vínculos de algunos con la mafia, con la delincuencia, con la muerte sin que suceda, aunque sea, un escándalo, un real escándalo que cambie todo?  

¿Por qué la sed de venganza de unos y otros que no son capaces de remar para el mismo lado, sino que por envidias, odios y rencillas personales, prefieren condenar a un país al enfrentamiento eterno entre compatriotas? ¿Por qué el odio a la reconciliación y a la paz? ¿El negocio de la guerra puede más, gusta más y premia más?

¿Vale más una vida que otra en Colombia? ¿Unas son importantes y otras son simples desechos que pueden botarse a las fosas comunes? ¿Las masacres son la diversión en el país, son la razón de ser de Colombia? ¿Ser negro, pobre, mujer, homosexual, de izquierda o de derecha, son razones suficientes para morir?

Aquí pudiera uno quedarse preguntando miles de cosas a sabiendas de que nada cambiará, de que todo será un interrogatorio al viento, un cuestionario a la nada, una entrevista a la soledad, pero seguimos insistiendo, seguimos preguntando:

¿Nos vamos a morir todos por epidemias o son solo los noticieros los que nos llenan, muchas veces, con su amarillismo y su mal espectáculo, de pánico y de miedo? 

¿Nos tendremos que morir sin ver al país reconciliado con la vida? ¿O tendremos que seguir padeciendo una vida entregada al lamento permanente por los que cada día mueren? ¿Por qué en Colombia las cosas se hacen por hacerse y no se hacen bien? ¿O les parece que está bien la miseria en muchas regiones olvidadas, la desigualdad rampante o el clamor ciudadano por agua, por luz, por servicios públicos básicos que, aún hoy, en el siglo XXI, se escucha?

Que no pregunte, que más bien siga por la vida como si nada pasara, dirán. Que aquí nadie resuelve, que a nadie le importa, que no es necesario sufrir por los demás porque al fin y al cabo son parte de esa mayoría que no importa a la minoría. Pero continuamos:

¿Hay que seguir dando una lucha contra las drogas que no produce resultados? ¿Es necesario rociar a la gente y a sus tierras con veneno? ¿Es necesario fracturar la tierra? ¿Es menester rendirles pleitesía a los gringos? ¿Hasta cuándo la legalización? ¿Quién tendrá los pantalones?

¿Qué pasó con la diplomacia colombiana? ¿Qué le hicieron? ¿Por qué la desaparecieron? ¿Es diplomacia cerrar el diálogo con otras naciones? ¿Es diplomacia irrespetar a los que creen en ella, y la estudian y se esfuerzan y se sacrifican y se preparan para ejercerla, nombrar en cargos en el exterior a cualquiera solo por pagar favores? 

¿Es decente mantener en una embajada a alguien cuestionado, a alguien que debe, ante todo, demostrar pulcritud y honestidad para poder continuar en un cargo que es la imagen del país ante otros países? ¿Lo hará? ¿La justicia colombiana lo absolverá, será un caso más en donde nada pasa? ¿Lo condenará si así debe ser? 

¿Con qué cara el país podrá seguir intentando la paz si aquí, donde se venera la muerte, la injusticia y la desidia, los que dicen querer la vida, los “provida”, quieren acabar la JEP o la consideran oposición? ¿Por qué, a propósito, no se respeta en Colombia el derecho de las mujeres a determinar si quieren ser madres o no? ¿Por qué tanto lío para respetar a la gente cuando determina si desea o no la eutanasia? 

¿De cuándo acá los periodistas no podemos preguntar? ¿De cuándo acá los periodistas tenemos que temer, otra vez, que nos metan en listas de opositores por ejercer la labor fiscalizadora que es una de las funciones del oficio?

¿Miedo debe darnos por defender a los que no tienen voz? ¿Miedo debemos sentir por condenar las atrocidades que pasan en Colombia? ¿Miedo, pavor o pánico debemos padecer los periodistas por ejercer la profesión más bella del mundo?

¿Es este Gobierno censurador? ¿Puede demostrar que no? ¿Puede demostrar que respeta a sus críticos, que defiende sus vidas, que es pluralista y que reconoce sus errores, o es la representación de la retaliación, de la venganza y de la mordaza?

Otra vez, a propósito, y las veces que sean necesarias, ¿es ilegal en Colombia hacer oposición? ¿Para qué el Estatuto de la Oposición entonces? ¿Es de demócratas querer silenciar a los opositores? ¿El país está preparado para convivir, sin matarse, entre quienes gobiernan y entre quienes tienen objeciones a ese Gobierno? 

Que las dudas nos persigan por siempre, porque dudar nos pone a pensar y a resolver crisis. Que los interrogantes nos permitan transformar lo que está mal, que los cuestionamientos nos den la oportunidad de contrarrestar las infamias y que, por último, las constantes inquietudes nos vislumbren soluciones, así no tengamos respuestas. Ellas solo las darán a los que con voluntad estén dispuestos a darnos un país más vivible, más viable, más agradable y más sostenible.

 

Adenda: el COVID-19 también es una oportunidad. La oportunidad que tiene el sistema de salud de demostrar que es lo suficientemente robusto y fuerte para enfrentar una enfermedad mundial, con bajo porcentaje de letalidad, por fortuna, pero que, de todas formas, debe tomarse en serio y requiere de inmensos esfuerzos de las autoridades sanitarias para contenerla. Ojalá todo salga bien.

 

Fotografía: cortesía de Pacifista.

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Mauricio Galindo Santofimio
Comun. Social-Periodista. Asesor editorial y columnista revista #MásQVer. Docente universitario. Columnista de LaOrejaRoja.