Columnista:
Hernando Bonilla Gómez
En los últimos días causaron revuelo las declaraciones de dos generales del Ejército Nacional: uno en servicio activo, comandante de la institución; y el otro retirado, pero que también fue la cabeza de esa fuerza militar. Me refiero a los altos oficiales Eduardo Enrique Zapateiro y Mario Montoya Uribe.
El primero causó gran indignación entre la ciudadanía y, por lo mismo, fuerte reacción en las redes sociales, al lamentar la muerte de Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias ‘Popeye’, otrora sicario de la organización criminal de Pablo Escobar Gaviria, el Cartel de Medellín, quien cumplió una pena de algo más de 23 años de prisión por varios delitos (alrededor de 300 homicidios confesados, secuestros, terrorismo, etc.).
El segundo provocó la cólera de las víctimas de los mal llamados ‘falsos positivos’ (ejecuciones extrajudiciales), al atribuir su origen a la falta de educación de los muchachos que se enrolan en el Ejército, debido a que son de estrato 1. Según los medios de comunicación, el general Montoya señaló lo siguiente, en su versión ante la Sala de Reconocimiento de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP), en actuación donde se investiga la comisión de alrededor de 2.500 asesinatos de civiles reportados como bajas en combate, cuando se le preguntó qué debía hacer el Ejército para que este tipo de hechos no volvieran a repetirse:
“Es la pregunta más difícil, lo primero que se pierde en la guerra es la verdad porque es una cosa muy complicada. Diré algo dentro del corazón, hemos hablado permanentemente de la profesionalización del Ejército y me duele decirlo, pero los muchachos que van a la institución son los de abajo, los de estrato 1 —no van los estratos 2, 3, y 4— nos toca enseñarles cómo se utiliza el baño, cómo se utilizan los cubiertos, entonces no es fácil”.[1]
No se equivoca el general cuando habla de la necesidad de profesionalizar el Ejército, lo que urge no solo en esa institución, sino en toda la Fuerza Pública. Sin embargo, deja de lado la responsabilidad que les compete a los comandantes y administradores de las carreras militar y policial, desde las escuelas de formación, por la falta de educación en valores, principios éticos y, sobre todo, en derechos humanos de los militares y policías.
Y es que en la transformación de las Fuerzas Armadas, su profesionalización implica un cambio de mentalidad en los altos mandos, lo que no se advierte de las condolencias a la familia de alias ‘Popeye’, con ocasión de su deceso, o la atribución de los ‘falsos positivos’ al estrato de quienes se alistan en el Ejército, porque no saben ni utilizar un baño o los cubiertos.
Los comandantes de la Fuerza Pública tienen una alta responsabilidad en la formación de sus integrantes y no tiene ninguna presentación excusar la comisión de hechos tan atroces como las ejecuciones extrajudiciales, en la falta de instrucción, de la que precisamente se es responsable como cabeza institucional, o en el estrato.
Mientras se siga pensando por los comandantes que para la preservación del orden público en el territorio colombiano, todo el que se oponga al Establecimiento es el enemigo, y esa ideología sea el fundamento de la doctrina militar y policial, a pesar de los cambios sociales y políticos después del Acuerdo de Paz, será muy difícil la profesionalización de la Fuerza Pública que reclama el general (r) Mario Montoya, y estarán en riesgo los defensores de derechos humanos, líderes sociales, reclamantes de tierras, periodistas independientes, sindicalistas, personas que marchan y protestan y, en general, todo opositor al régimen que muy seguramente se cataloga como insurgente, castrochavista, terrorista o similares.
Por otro lado, los líderes políticos que incitan al odio y cohonestan la doctrina, llenan de razones a quienes toman las decisiones y a quienes ejecutan las órdenes en contra de ese “enemigo interno” idealizado, que atenta contra la democracia y las instituciones y al que hay que atacar y contrarrestar.
Que fácil sería la convivencia si la disciplina estuviera orientada a no olvidar que las autoridades del Estado se encuentran instituidas para proteger a todas las personas en su vida, honra, bienes, creencias, derechos y libertades, y que la protección y el trato deben ser iguales sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen, lengua, religión, opinión política o filosófica, etc. (Artículos 2 y 13 de la Constitución Política).
Por lo pronto, se espera que el general (r) Montoya no siga callando ante la JEP y conozcamos toda la verdad sobre los ‘falsos positivos’, cuya causa no es el estrato de los muchachos que hacen parte de las bases del Ejército Nacional, institución que los formó para el servicio y por la que ejecutaron las órdenes de sus superiores.
[1] Cita de publicación del portal pulso.com, febrero 13 de 2020, titulado: ‘Falsos positivos’ se evitan educando soldados, algunos ni saben usar el baño: Montoya.