Autor: Germán Ayala Osorio
Las manifestaciones y protestas en ciudades capitales continúan después de las copiosas marchas del 21N. Y siguen, en parte, por las equivocadas respuestas dadas por el Gobierno a las demandas sociales, económicas y políticas en las que se sostienen los miembros del Comité Organizador para decir que el Paro Nacional continúa.
A esas legítimas demandas hay que sumar las de millones de ciudadanos que marcharon sin que en su decisión de hacerlo haya mediado simpatía alguna por los sectores convocantes a las movilizaciones. Muchos de esos ciudadanos, como quien escribe esta columna, lo hicieron por el inocultable cansancio de lo que se conoce como el “uribismo” y de todo lo que representa en materia de comportamientos inmorales que caminan de la mano de un insoportable ethos mafioso.
Las respuestas del Gobierno de Iván Duque se pueden agrupar en dos dimensiones:
1. En una dimensión político-discursiva podemos incluir el llamado mismo a “una conversación nacional”, que deviene con un inocultable tufillo de manipulación y de burla hacia el Comité del Paro y de los demás grupos que, sin representación política, marcharon durante ese inolvidable jueves 21 de noviembre.
2. Y las otras respuestas se pueden agrupar en una dimensión político-represiva.
En la dimensión político-discursiva, el Gobierno de Duque y el presidente mismo han dejado ver las luchas intestinas al interior del Centro Democrático (CD), lideradas por Fernando Londoño Hoyos[1], pero rápidamente controladas por Uribe Vélez.
Este último, como jefe máximo de esa colectividad, sabe manejar muy bien al rabioso exministro, ubicado en el extremo más radical de una empresa electoral que intenta actuar como partido, a pesar de ser simplemente una cofradía de congresistas y agentes gremiales dispuestos a pulverizar el sentido de lo público del Estado y por esa vía, lograr su privatización.
Graduado como una verdadera guaja[2], Londoño Hoyos sugirió al presidente Duque que dejara el poder si no estaba dispuesto o no era capaz de gobernar. Señaló el exministro que Duque no estaba en la Casa de Nariño para conversar-dialogar, sino para gobernar.
Con el respaldo de esa congregación, el presidente Duque intenta conjurar la temprana crisis de gobernabilidad, de credibilidad y de legitimidad de su Gobierno. Y lo hace apelando a todo tipo de argucias, engaños y estratagemas, con la clara intención de congraciarse con su mentor, experto en ese tipo de maniobras.
Ejemplo de lo anterior lo constituye el intento de fracturar al Comité organizador del Paro Nacional, convocando por aparte a sus líderes. Se suma a los artificios presidenciales los anuncios, mediáticamente aplaudidos, de proponer tres días al año sin IVA y devolver el 100% de ese impuesto a los más pobres.
Estas medidas, además de insulsas, son difíciles de implementar, como el caso de la devolución, resultan irrespetuosas para las inmensas mayorías de consumidores pobres que acceden a productos sin la mediación de una factura.
En sectores deprimidos de la ciudad de Cali, por ejemplo, se venden cucharadas de manteca, centímetros de chorizo… Las respuestas del presidente dan cuenta de su total desconexión con las realidades complejas que se viven en barriadas de Bogotá, Cali y Medellín, para nombrar apenas algunas urbes.
Y en la dimensión político-represiva, el Gobierno de Iván Duque Márquez vuelve a equivocarse, al mandar al Esmad y a otros organismos del Estado a reprimir a los marchantes.
Y lo peor, el Gobierno deja ver en la formación y en la operación de ese grupo antimotines de la Policía, no solo una desviación institucional y misional de ese cuerpo civil armado que es la Policía Nacional, sino una motivación moral y ética extra para reprimir: los estudiantes son el nuevo enemigo interno.
El asunto reviste la mayor gravedad en la medida en que Duque y el Centro Democrático vienen trasladando de tiempo atrás responsabilidades políticas y nivelando acciones y actos discursivos de estudiantes, profesores, sindicalistas, periodistas y demás ciudadanos que reclaman derechos y se enfrentan a un presidente que viene gobernando para unos pocos, con las que en su momento confluyeron en el actuar político-militar de las Farc-Ep, hoy convertidas en un partido político.
Con el actuar desmedido y criminal del Esmad se confirma que subsisten aún las cartillas anti-comunistas en las escuelas de formación de suboficiales y oficiales de Ejército y Policía. El asesinato del joven Dilan Cruz es el ejemplo tangible de un proceso de formación policial que nos hace recordar a los viejos principios y orientaciones de la Escuela de las Américas.
De esa forma y mientras se mantengan las acciones de respuesta del Gobierno en las dos señaladas dimensiones, lo más probable es que el Paro Nacional continúe.
Foto cortesía de: W Radio