Autor: Dainer Casadiego Bonilla
Decía mi abuela: “es mejor malo conocido que bueno por conocer”, y sí, tenemos un presidente joven, pero tan malo, que parece un viejo. Y no estoy diciendo que sea malo ser viejo, no. Lo malo es tener las viejas costumbres de gobernar.
Este es un Gobierno que utiliza una forma retardataria para gobernar un país donde matan porque sí y por si acaso; un país que está entre los más desiguales del mundo, donde en un barrio de un estrato alto lavan el carro con chorros de agua que salen de una manguera, mientras que en el otro extremo de la cuidad no hay agua ni para un hacer un café.
Pero las malas acciones tienen sus consecuencias. Para desgracia del uribismo, Iván Duque, el ungido del expresidente Uribe —así lo deberíamos llamar porque la figura de presidente le queda grande— va en caída con la aprobación de su Gobierno: según la última encuesta de Invamer, el 69 % de los colombianos desaprueban el desempeño de Duque y el 70 % creen que vamos por mal camino. A esto súmele el bombardeo donde murieron 8 niños en el Caquetá, lo que dio como resultado la salida del ministro Botero.
A un Gobierno que las malas noticias le caen como agua cielo, solo le queda una forma de gobernar: la fuerza. Y así ha transcurrido esta administración, queriendo meter todo a la fuerza, con decretos tan inoportunos e impopulares como el que está en debate en Bogotá, que pretende sacar la Alcaldía de Enrique Peñalosa.
Duque cree que estamos en el siglo pasado, donde la información era escasa, donde todo se metía bajo cuerda y en silencio. Pues no. El acceso a la información es al instante y muy poco se dejan meter cuento —en algo hemos avanzado. Aquí a los únicos que les meten cuento son a los uribistas, pues votaron creyendo en el “castrochavismo” y en que les iban a quitar el carro que aún deben, y la casa que tienen hipotecada.
Además de eso, las marchas convocadas por la oposición, por los estudiantes, los sindicatos y muchos más, dejaron claro que Duque no tiene ninguna intención de gobernar para todos, sino para los suyos. Lo primero que hizo fue convocar una reunión con los empresarios y no con los líderes del paro. Imagínese, eso es como si yo me vistiera para irme a bañar.
Aquí lo que nos queda es reírnos de nuestras propias desgracias y ayudar a que reflexionen esas 10 millones de personas que tomaron, bajo mi concepto, la peor decisión.
Lo que yo sí le quiero decir, y no solo yo, millones de colombianos, es: señor Iván, ¡reaccione! Es hora de aceptar que se ha equivocado, que no es el camino correcto el que ha elegido, que es mala idea no implementar los acuerdos.
Miles de personas salieron a las calles a pedir que haga algo por los líderes sociales, que pare la matanza de indígenas en el Cauca. No estamos pidiendo maravillas ni que haga milagros, sino que se proponga cumplir lo que dice la Constitución.
La culpa no es de Petro, como lo asegura usted y algunos mandatarios locales y miembros de su partido, no señor. No es hora de buscar culpables ni de hacer señalamientos. Aunque ni usted, ni yo creamos: aquí usted es el presidente.
Soy parte de esos inconformes, de esos que de alguna u otra manera expresan de manera pacífica el descontento de su labor en la presidencia. Soy de esos que se preocupan por el país, soy de esos que quiere que a usted le vaya bien, porque si a usted le va bien, a todos nos irá bien.
Foto cortesía de: Presidencia de la República