Columnista: Hernando Bonilla Gómez
Luego de la contundente movilización social del pasado 21 de noviembre, que terminó con cacerolazo y coletazos de gran importancia los siguientes días y que le transmitió un mensaje directo de descontento generalizado al presidente Duque, todo indica que el primer mandatario le resta importancia a las justas reclamaciones de gran parte de la sociedad inconforme con su forma de gobernar (69% de desaprobación, según la última encuesta), sin medir las consecuencias de su pretensión de afianzar y concertar su propia agenda social, no la que demanda el pueblo en la calle, en un diálogo que se prolongará hasta el próximo 15 de marzo, mucho tiempo dada la situación actual y, lo más grave, sin asumir personalmente el asunto sino delegando para las conversaciones a la vicepresidenta y al director del Departamento Administrativo de la Presidencia de la República.
Craso error que deja un sinsabor entre quienes integraron el comité nacional de convocatoria a la jornada de paro (más de 50 organizaciones sindicales y sociales) así como entre los colombianos que desaprueban la gestión presidencial, que siguen entendiendo que el jefe del Estado no quiere conectarse con el ciudadano de a pie y que continúa considerando como prioridad la seguridad y el orden público, tal como se advirtió en sus alocuciones con ocasión de los desmanes y actos violentos, tanto de algunos miembros de la Fuerza Pública como de anarquistas y vándalos, con los que terminaron las marchas pacíficas, en abierto desconocimiento de los válidos motivos de protesta de la mayoría de la población.
Pero un aspecto preocupante y que merece una investigación exhaustiva de las autoridades es el relacionado con la violencia organizada que se vivió en Cali y Bogotá, sobre todo en las noches del 21 y 22 de noviembre en las que se infundió pánico a la población.
Todo parece indicar que hubo un proceso debidamente planeado para reprimir la protesta social, que inició con los mensajes en redes sociales que hacían alusión a la intervención del Foro de Sao Paulo en el paro, monstruo que pretende desestabilizar la democracia en América Latina y por ende el Gobierno Duque, pasando luego por el video del personaje conocido como el Patriota, en el que aparece conformando la resistencia civil antidisturbios, y, entre muchos otros comportamientos sospechosos, los tuits de una congresista que atemorizaba diciendo que había órdenes de los promotores del paro de ocupar todos los conjuntos residenciales, saquear y destrozar vehículos y motocicletas, azuzando a los ciudadanos para organizarse en las entradas, buscar elementos de defensa y rodear a los vigilantes mientras hacía presencia la Fuerza Pública, que fue precisamente lo que sucedió esas dos noches.
Y no se pueden olvidar los 27 allanamientos en Bogotá y otros en el resto del país, previamente a la jornada, con la finalidad de buscar armas, explosivos y otros elementos que incitaban a la violencia, en los que resultaron afectados medios alternativos como Cartel Urbano y la revista digital Cerosetenta, muchos de los cuales después fueron declarados ilegales por los jueces de control de garantías, lo que permite inferir que tras ello se escondió una verdadera censura. Según la FLIP, se trató de “acciones coordinadas para intimidar a medios de comunicación, periodistas, artistas y otros grupos similares antes del paro.”[1]
La forma como se desarrollaron los hechos antes, durante y después del paro, más cuando el alcalde de la capital asegura que vendrán días difíciles porque existe un complot orquestado que quiere generar el caos en la ciudad, invitando a tener paciencia, resistencia y a prepararse (más pánico), es lo que, insisto, debe investigarse y lo que necesita saber el país:
Quiénes son los directores de la orquesta, por qué la sinfonía y cuál la finalidad del concierto. Pues hasta ahora todo parece indicar que solo a un sector político es al que le conviene la confusión, el desorden y aterrorizar a la población para desacreditar la protesta y deslegitimar las justas peticiones de los marchantes.
En últimas, aunque los hechos nos indiquen una cosa, necesitamos, como en el conflicto armado, conocer la verdad.
Finalmente, el presidente Duque debe cambiar de actitud, recular y no subestimar la fuerza ciudadana en la calle. Allí también se ejerce la democracia.
[1] Entrevista al director (e) de la FLIP, en la edición de El Espectador del domingo 24 de noviembre de 2019.
El señor Duque fija un plazo de 3 meses largos para sentarce a dialogar, ‘qué tal ‘ ….si no quiere solucionar , resolver ni darle terminó a la caótica situación del país.
PUES NOS VAMOS A PARO INDEFINIDO!