¿Realmente funcionan las protestas pacíficas?

Si hablamos específicamente de nuestro contexto colombiano, hay que tener en cuenta que varias protestas se han transformado en un modo de violencia armada, ocasionando un despliegue de grupos ilegales que terminaron desviándose de su verdadero propósito.

Opina - Sociedad

2019-11-15

¿Realmente funcionan las protestas pacíficas?

Autor: Alejandro Bonet González

 

Latinoamérica se encuentra en un contexto de trifulca social en el que hay un confrontamiento entre la élite del poder y sus ciudadanos con base en la garantización de intereses colectivos. Hemos presenciado que países como Chile, Ecuador, Bolivia y Colombia han tenido una serie de manifestaciones públicas, donde involucran la inculpabilidad de las autoridades gubernamentales y tratar de replicar ante un problema en específico.

Últimamente se ha escuchado a varias personas diciendo que no prosperan efectivamente las protestas de nuestro país, ya sea porque hay una disolución entre distintos intereses particulares y no existe una fuerza unitaria en general, o bien, no son lo suficientemente violentas como para generar un fuerte impacto que obligue al Estado a responder por las reclamaciones de la población.

La primera hipótesis es cierta, ya que las manifestaciones tienen diferentes trasfondos entre temas como la salud, salarios, educación, subsidios, aborto legal, entre otros. De este modo, no hay un colectivo con una autoridad tan certera, porque simplemente van a las calles los que poseen interés por resolver un problema en particular, y los demás sostienen un carácter de importaculismo.

No obstante, la segunda afirmación es bastante cuestionable, debido a que revisar evidencia histórica de un panorama global nos revela algo diferente, específicamente que las protestas pacíficas y violentas han tenido resultados tanto de éxito como de fracaso. 

En primera instancia, las investigadoras Maria Stephan y Erika Chenoweth en su obra Why Civil Resistance Works: The Strategic Logic of Nonviolent Conflict hicieron un estudio donde nos dicen que las revoluciones pacíficas durante el siglo XX han tenido un porcentaje de éxito aproximado al 60 %, mientras que las violentas apenas alcanzan un 30 %.

Si se hace un riguroso análisis de protestas pacíficas ocurridas en el siglo XX, podríamos encontrar que varias han obtenido resultados factibles; entre ellas se encuentran la marcha de la sal en la India (1930), las protestas contra la guerra de Vietnam en Estados Unidos (1964), la revolución de terciopelo en Checoslovaquia (1989).

Estas protestas terminaron con efectos favorables, ya que cumplieron con grandes objetivos por los que se manifestaban, siendo respectivamente una independencia, un nuevo auge cultural que aminoró los efectos de la guerra, y el desarrollo de un régimen parlamentario a partir de una transición que socavó un sistema comunista.

Por otra parte, si hablamos específicamente de nuestro contexto colombiano, hay que tener en cuenta que varias protestas se han transformado en un modo de violencia armada, ocasionando un despliegue de grupos ilegales que terminaron desviándose de su verdadero propósito.

El origen de algunas organizaciones paramilitares y guerrilleras tienen vinculamiento con la toma de armas como forma de protesta hacia la inhabilidad gubernamental para cumplir con responsabilidades básicas en los territorios rurales más exiliados por las autoridades.

No obstante, la historia demuestra indudablemente que gran parte de los grupos insurgentes terminan por vincularse al narcotráfico, terrorismo, vulneración de derechos humanos, y demás características que se alejan completamente de su objetivo original.

Ahora bien, para que una protesta violenta tenga una aceptación válida dependería del contexto, el motivo principal y las pequeñas posibilidades que pueda prosperar si se realiza de forma pacífica. Un ejemplo de ello es el caso de la dictadura en Venezuela, debido a que actualmente es muy poco probable erradicarla sin necesidad de que intervengan organismos internacionales, o bien, omitiendo la posibilidad de que se haga un verdadero golpe de Estado que cambie el panorama político mediante la fuerza.

A pesar de que algunas protestas violentas a nivel global han finalizado con cumplir las metas que se habían propuesto con anterioridad, lo que se ha producido en nuestro entorno es mantener encendida la violencia y la polarización en diferentes territorios del país.

La asociación CIVILIS Derechos Humanos define el derecho a la protesta pacífica como un modo de manifestación que busca fortalecer las instituciones democráticas, con el fin de prevenir respuestas violentas de la fuerza pública contra sus ciudadanos. De la misma manera, todas las personas tienen la posibilidad de ejercer este derecho, sin importar cualidades distintivas relacionadas al sexo, etnia, estrato social, etc.

Cabe mencionar que el respeto del Estado hacia este derecho es fundamental para la construcción de una democracia más eficiente, ya que varias personas estarían presentando puntos de vista que se oponen a esta forma de actuar en el poder público, al mismo tiempo en que se avala la libertad de expresión sobre un tema determinado.

Las protestas en Colombia han tenido una agobiante coacción hacia su deslegitimación, es decir, perdida de reconocimiento positivo. Algunos funcionarios públicos como el exministro de Defensa Guillermo Botero han afirmado que organizaciones clandestinas financian las manifestaciones contra el Estado.

Con este tipo de situaciones se genera una gran discusión entre la comunidad e incluso se busca reglamentar las protestas para aminorar el problema que hay en el orden público. Por consiguiente, el intento de demostrar una inconformidad contra el Gobierno de forma no violenta, de uno u otro modo, ha terminado por extraviar su valor y propósito gracias a factores externos que no tienen suficiente rigidez.

En este orden de ideas, hay varias protestas violentas y pacíficas que generalmente han tenido éxito, dependiendo del contexto de origen y la situación por la que se esté oponiendo. Sin embargo, en Colombia hemos podido apreciar evidentemente un largo trayecto de violencia armada y el uso de la guerra como demostración de inconformismo hacia el Estado.

A fin de cuentas, manifestarse pacíficamente y poder tener éxito tiene suficiente sustento histórico, político e incluso jurídico para contradecir la tesis de que solo se debería protestar violentamente para lograr conseguir alguna finalidad.

 

 

 

 

( 1 ) Comentario

  1. Me parece un buen artículo y realista, tenemos derecho a protestar, pero también de respetar nuestro llenando las las calles con ideas y no con piesras.

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Alejandro Bonet González
Soy egresado de comunicación social y periodismo en la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, con prácticas profesionales en el Diario La República. Tengo 22 años y mi orientación política es en defensa del ordoliberalismo alemán de la Escuela de Friburgo, fiel creyente de la economía mixta. Mi enfoque está centralizado en el periodismo económico. Mis aficiones están entre jugar fútbol, practicar piano, escuchar teorías de conspiración, ver series y leer novelas de thriller psicológico.