El 2 de septiembre, el ministro de Defensa Guillermo Botero salió a dar un parte de victoria informando la baja de 14 guerrilleros caídos en combates que se presentaron en una operación militar en el Caquetá. En las entrevistas para los medios sacó pecho y en tono enérgico notificó a las diferentes organizaciones delincuenciales que ese era el destino que les esperaba a todos los que retomaran las armas.
Dijo que no mostraban las fotos porque no era relevante, pero que se trataba de disidentes de las FARC, que el Gobierno estaba empeñado en devolverle la tranquilidad a la población civil y que estos hombres ya no perturbarían a los residentes de la zona.
Igualmente, el presidente Iván Duque en su declaración de respaldo al ministro salió a decir que ese «era un mensaje clarito» para los que habían decidido rearmarse, refiriéndose a ‘Iván Márquez’ y ‘Jesús Santrich’, que él personalmente había autorizado el ataque planeado de manera “impecable y meticulosa”.
Nada más alejado de la realidad. A escasos dos meses de aquella «operación» militar encabezada por el ministro se viene a saber la trágica verdad.
En el debate llevado a cabo en la plenaria del Senado, en el que se busca la moción de censura para Guillermo Botero, el senador Roy Barreras, del Partido de la U mostró pruebas contundentes, emitidas por Medicina Legal, en la que se demuestra que entre esos 14 muertos, al menos 7 eran niños, incluida una menor de tan solo 12 años. El ministro lo ocultó. ¿Por qué lo hizo?, ¿para mostrar “buenos resultados” en medio de su incompetencia asesinando inocentes? Y si eran niños reclutados, ¿por qué no informarlo a la opinión pública?, ¿estaba desesperado por su racha de salidas en falso?
Pero una cosa es que el ministro sea un incompetente y, otra muy diferente, que oculte información que compromete la seguridad de los colombianos, pues más allá de perder la confianza en las instituciones nos sentimos a la merced de un atentado perpetrado por el propio Gobierno, objetivos militares a los que nos caerá una bomba encima en cualquier momento siendo presentados posteriormente como delincuentes caídos en combate o “falsos positivos” para ser más claros.
Casos previos
Como en el terrible caso del exguerrillero Dimar Torres, quien fue torturado y asesinado, y quien posteriormente sería mostrado por el ministro Botero ante los medios como un caso de forcejeo en el que el desmovilizado fue señalado de atacar al uniformado que le diera de baja. Presentó varias versiones, se contradijo, luego dudó, pero en ningún momento asumió su responsabilidad por tergiversar los hechos con sus declaraciones. Nunca se retractó.
Para infortunio de este Gobierno y tragedia de los colombianos, el caso de Dimar Torres no es el único, pues recientemente se investiga la muerte del joven líder indígena Flower Trompeta, quien fuera presentado por la Fuerza de Tarea Apolo a cargo del coronel Sandro Grajales como un disidente de las FARC muerto en combate, pero esto no sería cierto, ya que los campesinos residentes del sector denunciaron que el joven había sido llevado por el Ejército y dado de baja con tiros por la espalda como lo demostró el senador Roy Barreras de acuerdo a los informes de Medicina Legal.
Ahora el ministro pretende ligar su actuar a las acciones diarias del Ejercito a cuya cúpula también le cabe responsabilidad, pero no en el grado que él pretende hacerlo ver, es cierto que es responsable de los actos ejecutados contra la población civil que denuncia, pero más allá de eso, a Guillermo Botero se le pide asumir la responsabilidad de sus acciones y declaraciones.
El ministro Botero en números
Solo por mostrar algunas cifras; en su período frente a esta cartera la inseguridad ha aumentado en un 44 %, por ejemplo, los hurtos pasaron de 190.000 a 209.000 en tan solo un año, la resiembra de coca aumentó en un 98 %, llegando a 169.000 hectáreas, los casos como homicidios y atentados aumentaron de 981 a 1.089 y ni hablar de la muerte de líderes sociales y desmovilizados, que no se detiene y por el contrario recrudece como ocurre por estos días con las masacres de indígenas en el Cauca.
Es que Botero primero habla y luego piensa, mostrándose siempre en el lugar equivocado con declaraciones desacertadas, entregando información falsa o imprecisa, como el caso de las fotografías publicadas en el informe presentado ante la ONU por el presidente Duque que resultaron falsas, ya que no pertenecían a los hechos ni lugares allí descritos. ¡Un ridículo sin precedentes!
En su papel de ministro nunca conoció ni las propias fuentes informativas de las instituciones que lideraba como Medicina Legal o la Fiscalía General de la Nación, siempre estuvo chiveado al momento de contestar sobre temas de su competencia.
Hoy desgarra el alma saber que niños reclutados forzosamente por las disidencias no tuvieron una oportunidad de salvarse, víctimas de una inteligencia militar fallida que actuó al parecer violando los protocolos del DIH, en el que prevalece la vida del menor, ante todo.
Peor aun cuando el personero municipal de Puerto Rico – Caquetá, Herner Carreño, había puesto en conocimiento de la Fiscalía y organismos competentes la situación que estos niños presentaban, siendo carne de cañón y llevados por la fuerza a las filas criminales en una zona de conflicto.
¿Qué vendrá ahora?
Pero esto no acaba tan fácil, pues con el cambio de ministro seguramente este Gobierno guerrerista y testarudo pondrá en su cargo a otro personaje de peor calaña, adelanto que en el repartidor ya se encuentra el exfiscal Néstor Humberto Martínez. ¡Válgame Dios!
¿Ven el grado de miserableza al que hemos llegado? ¿En manos de quiénes caímos? ¿Cómo se nos ocurrió darle el poder a aquellos que justifican la muerte para mantener el negocio de la guerra?
Como país hemos olvidado que al elegir a nuestros verdugos hoy también somos culpables de cada muerto que cae víctima de la acción u omisión de este Gobierno.
Lo cierto es que al presentar su renuncia Guillermo Botero no limpia su nombre, cayó como caen los cobardes, sin aceptar su culpa, cayó porque así debía ser y porque jamás debió llegar allí. Se despide con una carta muy a su estilo, llena de mentiras y lugares comunes. Y todo esto deja una pregunta flotando en el ambiente denso del país: ¿Se enteró el presidente Iván Duque de la muerte de esos niños antes del debate o lo conocía desde antes? Cualquier respuesta generará mayor incertidumbre.
Pero, mucho cuidado, ahora nos toca esperar al nuevo verdugo, quien llegará a cobrar la afrenta hecha al ministro saliente. Mientras tanto, seguiremos navegando en este mar de dudas y desgracias, porque eso eligieron 10 millones de colombianos hace un año. Amanecerá y veremos.
Buen análisis de Nelson Villareal. Duque se ha rodeado de personajes funestos y antiéticos: Botero como Mindefensa, Darío Acevedo en el CNMH, Holmes Trujillo en la Cancillería, a Nancy Patricia Gutiérrez en el Ministerio del interior, Ordóñez en la OEA, etc, etc.