Autora: Tatiana Barrios
Colombia, consideré para mi tercera columna de opinión escribir sobre algo diferente, tal vez las elecciones y la feria de votos en las calles, tal vez la situación de Chile, tal vez, tal vez, tal vez… Tantas opciones aparecían en mi cabeza que eran dignas de estudio y un buen debate.
Pero esta vez, para la alegría de unos y la pena de otros, los hechos me obligan a hablar nuevamente del estudiantado, la situación lo amerita y el nudo en mi garganta lo necesita.
Hoy escribo como estudiante de universidad pública, y le pido a quien lee esto que contemple todo lo escrito a la luz del corazón, dejando atrás estigmas y prejuicios.
Iniciando con los hechos, el día 24 de octubre estudiantes de la Universidad del Atlántico convocaron diferentes actividades en el marco de la semana de la indignación y en conmemoración a los estudiantes fallecidos un 24 de octubre de 2006, crimen que la comunidad le atribuye al Estado y el Estado al estudiantado (un partido de pin pon, como siempre).
Y si bien, en medio de la protesta los llamados “capuchos” salieron a enfrentarse con el ESMAD, eran cantidades de estudiantes sin capucha que estaban ahí, protestando con la cara descubierta, sin miedo a nada y con el ardor en la sangre.
El ESMAD entra junto a motorizados de la policía a las instalaciones de la universidad, ¿motivos? Alegan que los jóvenes habían cometido daños e incendiado salones
Siendo así, como depredador al acecho de una presa, la Fuerza Pública arremetió sin mesura contra todas las personas que se encontraban dentro del claustro, estudiantes, periodistas, y cualquiera que, para su mala suerte, se cruzara.
Los videos son indignantes, las personas se desploman por los gases, otros son golpeados, hay disparos, una tanqueta, no hay salida y toca refugiarse. Los motorizados de la policía ingresan hasta los bloques y se llevan a cualquiera que encuentran.
Como si fuera poco, para poder salir, los estudiantes tienen que pasarse una paredilla que delimita las canchas de la universidad e irse por un monte a esconderse, los hacen huir como si fueran culpables de algo.
El resultado de tal desastre fue abrumador, chicos desaparecidos, otros detenidos, y cantidades golpeados o afectados por los gases, toda una película de terror para este mes de Halloween ¿no?, imagínese el título: “el escuadrón de la muerte ataca: 2da parte”
Ojalá fuera una película y no la realidad. Sinceramente, mientras escribo estas letras la rabia y el rencor se dilatan hasta quedar en tristeza, pero mientras veía la transmisión de lo que ocurría la indignación y la impotencia salían a la luz, el dolor era inmenso, no podía creer que llegáramos a ese punto, que lleguemos a la ironía de tenerle miedo a la institución que tiene el deber de protegernos, punto en el que las armas se vuelcan en contra del pueblo.
Pero ni con pruebas a favor las personas dejaban de señalarnos, los medios de comunicación masivos mostraban la historia maquillada y a medias, famosos medios locales como El Heraldo o Zona Cero, y nacionales como Caracol, mostraban la situación con la parcialidad que caracteriza sus contenidos.
Sus lectores, igual de ignorantes, hacían comentarios donde reprochaban a los estudiantes, los mismos que habían visto por un minuto peligrar su vida.
Esos mismo lectores aplaudían el uso de la fuerza. Desbordaban su creatividad sugiriendo, entre otras cosas, la militarización de la universidad, como si fuéramos delincuentes ¿a quién he robado o matado?
He dicho que algún día este país me ahogará en tristezas, es inaudito que la gente celebre y apoye que se violente a un estudiante, los mismos que apagaron el incendio en su salón de clases, los mismos que cogieron escobas y limpiaron la universidad que quedó en trizas.
Jóvenes que van cada día a la universidad con los pasajes estrictos y a veces sin ellos, que estudian “con las uñas” y en condiciones incómodas porque el dinero de infraestructura parece nunca alcanzar, en ocasiones sin abanicos, sin sillas y sin agua, solo por mencionarles una parte, porque si hablamos de la facultad de bellas artes la situación es todavía peor, no tiene sede y lleva olvidado más de dos años buscando cualquier rincón donde aprender.
A pesar de las malas noticias que envuelven hoy a la universidad, existen los estudiantes que se unen por defenderla y los profesores que nos apoyaron y rechazaron los actos violentos.
Solo quien está dentro sabe qué ocurre, y quien está afuera y desea saber sobre la situación debe preguntar a quien la conoce, no a un medio de comunicación que muestra poca objetividad y desinforma a la comunidad.
Sin embargo, mientras el pueblo reacciona, no me queda más que escribir lo que sucede para que le llegue a más personas y lograr una mínima reflexión en ellos, por lo pronto hay que marchar y esperar que en algún momento sea posible hablar de educación integral de calidad, que los padres no opten por universidades privadas que no pueden pagar por miedo a la pública, por poner en peligro la vida de sus hijos.
Yo espero poder salir a protestar sin miedo, poder volver a casa completa y con la satisfacción de haber puesto un granito de arena que contribuya en la construcción de cambios.
Y a usted que lee esto, le pido que piense en sus hijos, cuestiónese si este es el país que les desea dejar, alce su voz y únase, nosotros no solo luchamos por el ahora, luchamos para que mañana las nuevas generaciones gocen de lo que a nosotros nos está costando disfrutar: educción, dignidad y hasta la vida.
¡Qué viva la pública! ¡Qué viva la UA!
Señores La oreja Roja, entiendan que el problema no es de los miembros de la fuerza pública, el problema radica en la mayoría de nuestra clase política, que solamente quieren imprimir al pueblo trabajador, el noventa por ciento de los integrantes de la fuerza pública son personas trabajadoras, provenientes de estratos medios y bajos, que sólo buscan una oportunidad laboral, en éste país de pocas oportunidades. Mi admiración para ustedes como medio de comunicación, gracias por informar la verdad, imparcial y sin titubear.