Del aquí y el ahora

El vacío de gobierno de la administración Duque, la caída de la Ley de Financiamiento, la nula gestión legislativa, la pérdida de tiempo en discusiones de modificaciones como la JEP y otros puntos del Acuerdo de Paz con las FARC ciernen sombras en el horizonte del país.

Opina - Política

2019-10-23

Del aquí y el ahora

Autor: Julio Roso

 

Nadie es ajeno a la inestabilidad política de América Latina en los últimos años, situación que se ha exacerbado y ampliado en el reciente año. Las manifestaciones sociales en Haití, Argentina, Ecuador, Chile, Brasil, Perú, Venezuela, son algunos ejemplos de la materialización de la inconformidad social frente a las coyunturas de cada país.

La crisis económica, la privatización de servicios públicos, la reducción en el acceso al sistema educativo, un sistema de salud deficiente e inoperante, trascienden las particularidades nacionales, para transformarse en ejes articuladores y aglutinadores de las problemáticas continentales.

Colombia no ha sido ajena a esta emergencia de la protesta social. Desde mediados del año anterior, estudiantes han marchado para evidenciar sus reclamos por las falencias en el sistema educativo que van desde las deficiencias en la infraestructura educativa y las crisis económicas de las universidades, hasta el desarrollo de políticas y programas educativos que potencian las complicadas situaciones de las universidades públicas.

A estas manifestaciones, de grupos de interés, se han unido, paulatinamente, gremios laborales, de transporte, agrarios, docentes que han extendido la inconformidad con la gestión de gobierno del campo educativo a otros espacios de la vida nacional.

Unido a lo anterior, el vacío de gobierno de la administración Duque, la caída de la Ley de Financiamiento, la nula gestión legislativa, la pérdida de tiempo en discusiones de modificaciones como la JEP y otros puntos del Acuerdo de Paz con las FARC ciernen sombras en el horizonte del país.

Pero, no solo el crecimiento de la protesta social y el desgobierno actual preocupan a los ciudadanos y su percepción del futuro de Colombia. La violencia que renace y se consolida en diferentes zonas del país, junto a la crisis de las instituciones de las Ramas del Poder Público, suscitada e influenciada por miembros del Centro Democrático, partido de gobierno, han profundizado la crisis social que vive el país.

Hoy los habitantes del territorio nacional, en un cuestionamiento que bien pudo iniciar como un chiste, se preguntan por quién gobierna al país y si el Gobierno Nacional, caracterizado por sus constantes fallos, desaciertos y errores, tiene la capacidad de enfrentar la realidad contextual de Colombia y las implicaciones en el futuro, en el que crece la pobreza, el desempleo y regresamos al eterno vicio de la violencia, como resolución de conflictos e imposición de poder.

En este estado de cosas, el presidente de la República parece más atento a su faceta de rock star, viajando por todo el mundo, posando para fotos, tocando su guitarra, recibiendo artistas y haciendo fuertes declaraciones, que se quedan en la memoria de la cámara y no trascienden al campo social, ni impactan los orígenes de las problemáticas colombianas.

Duque, luce hoy más como un presentador de eventos organizados por el Estado que como el máximo dirigente de la política y administración del país.

Ante este panorama, surge la pregunta del papel de la sociedad colombiana en este contexto. Al comparar, superficialmente, las razones de las protestas en países como Ecuador y Chile, las cuantificaciones y cualificaciones que sustentan las manifestaciones sociales, se quedan cortas con el estado de sus pares en Colombia.

La salud, la economía, el desempleo, la educación son algunas de las facetas que más impactan en el bienestar de los colombianos; pero, esta sociedad dividida en binarismos desde la creación de la República, ejemplificado en realistas y patriotas, liberales y conservadores, capitalistas y comunistas, uribistas y santistas, que recientemente ha tomado la denominación de amigos y enemigos de la paz, mantiene la encarnizada confrontación que tantas vidas ha costado y sigue costando, en el eterno vaivén del apoyo y rechazo a los gobiernos en clave adscripción política o caudillista y no de las políticas económicas y sociales  y su impacto en la calidad de vida y desarrollo personal / social.

Ante esta situación coyuntural, caracterizada por el vacío de gobierno, la división, la crisis social, política y económica que se acrecienta, parece que no hay una salida que provenga de las élites, castas políticas, la administración de gobierno, ni la sociedad colombiana más concentrada en la recriminación constante, en oportunidades violenta y mortal, de las ideas y posturas del contrario.

Así pues, fantasear con el futuro parece coquetear con la tragedia, soñar con la pesadilla, por más contradictorio que esto suene. Son dos las posibles salidas a esta coyuntura colombiana, la revolución social, impulsada según Hannah Arendt por la falta de gobierno y su desintegración latentes en el país; o la aparición de gobiernos autoritarios y del culto a la personalidad que ocupen este vacío de poder y descreimiento de las instituciones.

La violencia, el elemento común denominador de la historia colombiana, aparece, fatídicamente, como elemento compartido en las dos soluciones presentadas, ya sea como herramienta de cambio de gobierno en una revolución, o la violencia instrumentalizada como método de gobierno y control social.

 

 

Foto cortesía de: El Mundo

 

 

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Julio Roso
Estudiante comunicación social y periodismo, con interés en estudios políticos y análisis de coyuntura.