Autor: Muldder Criollo
La continua indignación de los colombianos en torno a los problemas que los afectan, es una situación que no parece tener final. Por años, han venido exigiendo cambios definitivos, pero su testarudez ha sido el principal obstáculo para encontrar una solución radical, sin contar con la poca voluntad de los dirigentes que eligen. Los fanatismos nos dejaron en el pasado, y lo que se viene, necesita de ojos puestos en el futuro cercano, todos los alfiles se están alineando y no falta mucho para el golpe final.
La política y la religión, pese a aparentar grandes diferencias, en el fondo tienen mucho en común. Son formadores de borregos en potencia, materia prima que este país necesita para funcionar, tal como lo ha hecho hasta el sol de hoy sin que nada se oponga.
La religión, en sus distintas presentaciones, encontró la manera de formar fanáticos obedientes, dispuestos a hacer lo necesario para defender sus ideas, de cualquiera que intente cuestionarlas.
En consecuencia de este lavado cerebral, se despojó a las víctimas de toda capacidad analítica y crítica, con daños colaterales, como convertirlas en presas fáciles, cuando de captación de ofrendas voluntarias se trate.
En la política pasa algo similar; con el surtido ramillete de facciones ideológicas, se formaron grupos sociales afines, generando una división, que en vez de aportar en el desarrollo de una democracia, derivó en un campo de batalla no muy sano para nuestra sociedad.
A diferencia de la religión, en la política no se habla de ofrendas sino de votos, no se habla de fanáticos sino de militantes, es un simple juego de palabras, que inequívocamente se refieren a lo mismo. Muchas de las problemáticas que afectan a Colombia, se han originado desde la misma sociedad.
La idiosincrasia que caracteriza a la gran mayoría de colombianos, los convierten en presa fácil de esos «aviones», que hambrientos, no dudan ante la más mínima oportunidad de ataque. No perdonan media. Somos muy fáciles, nos roban de frente estos sinvergüenzas, y seguimos como si nada.
No más con ver cómo nuestros vecinos peruanos y ecuatorianos pelean por lo suyo, me doy cuenta de que estamos bastante lejos de lograr grandes cosas. Es que ni pequeñas podemos.
Lo que allí estas personas están peleando, es lo que dentro de poco también pelearemos en nuestro país, aunque, por lo que veo, no les llegaremos a los talones, se viene una copa América, y eso es más importante que cualquier cosa.
Los fanatismos causados por la política y la religión, han causado mucho mal a este país. Mientras las personas andan enfrascadas en disputas ideológicas sin sentido, los ladrones de cuello blanco y sotana siguen haciendo de las suyas. Insisto, se las estamos dejando muy fácil.
Los cambios que se avecinan, necesitan de ciertas condiciones para implementarlos, un nuevo orden se está gestando, y los movimientos ya se empiezan a sentir, pero muchos no son capaces de ver más allá de lo que les muestran, andan enfocados en otras vainas, y lo que se acerca no es muy bueno que digamos.
Aquí se debe dejar de endiosar a los políticos, y evitar considerar al clero como los salvadores, el empoderamiento de los ciudadanos es lo que se necesita para enderezar el camino.
Y para ese fin se requiere de un reseteo mental, un chispazo que provoque un corto circuito, porque el estado de confort en el que andamos, nos está mandando a lo más profundo del estanco. Nos está matando.
Llevamos muchas décadas patinando en lo mismo, y no hay evidencias de que algo mejore. Hemos arrastrado durante siglos los mismos problemas, se han aumentado exponencialmente, pero aquí no pasa nada, no hay una verdadera revolución.
Tal vez muchos lectores no encuentren conexión entre la política y la religión respecto a las transformaciones que se acercan, pero les aseguro que existe. No es lo mismo imponer cambios en un país libre de ataduras dogmáticas y políticas, que hacerlo en un país donde lo más importante es hacer lo que ordenen los «líderes». Parece algo sin trascendencia, pero no es así.
Una sociedad crítica, vigilante, educada y sin prejuicios, puede anticiparse a los cambios, puede verlos venir, y hasta evitarlos. Una sociedad como la colombiana, reacciona cuando el daño ya está hecho, cuando ya se robaron la plata, cuando ya se malgastaron los recursos, cuando ya se escaparon los delincuentes.
El adoctrinamiento en el que está sumido el país, indica 2 cosas:
- Aquí es sencillo influenciar la opinión de las personas.
- Aquí es sencillo ponerlos a comer de la mano del patrón.
Así, como las palomas. Les pueden quitar salvajemente sus plumas, les puede doler en el alma, y hasta sangrar, pero si tienen un puñado de maíz cerca, están felices y agradecidas. Aunque yo creo que las palomas tienen más dignidad…
Sé que no profundicé acerca de los cambios que se acercan. Precisamente esa es la intención. Es un tema que requiere especial atención, y para un próximo artículo me referiré exclusivamente a eso.
Foto cortesía de: La FM
Buena comparación