Autor: Fabián Andrés Fonseca Castillo
“Los colombianos históricamente hemos sido una sociedad que no ha buscado salir de todas aquellas dañinas y negativas prácticas nombradas equívocamente como cultura, que han denigrado aún más el poco progreso y humanidad que este país urgentemente reclama o pudiese tener, siendo gracias a esto en alguna medida el instigador de aquellas lacras y fenómenos con nombre propio que hemos tenido que convivir pasiva o masoquistamente como culturalmente no lo enseñaron”
El anterior aparte de texto proviene de la sinopsis de mi primer libro, llamado Manual de funciones para ser un “buen” colombiano (2019). Un ensayo sociológico donde en 140 páginas y veinte capítulos, resumo de una manera sarcástica, y sobre todo autocrítica, aquellas maneras y estilos de vida que practicamos a diario, consiente e inconscientemente los colombianos, como la de ser un pueblo violento, tramposo, imprudente y hasta eufemista. Todos aquellos fenómenos que, a los ojos de la racionalidad y el progreso, son un lastre para la formación y construcción de nación y país.
Es que, precisamente, uno de esos otros posibles lastres que hemos tenido que vivir casi insaciable y permanentemente, por no decir que masoquistamente, ha sido el fanatismo y conformismo abismal que históricamente ha sumido a este pueblo en la ignorancia, las idolatrías y en todo aquello que nos ha hecho descender a los estados más paupérrimos como sociedad.
Esto gracias a que, de seguro, preferimos negarnos a la oportunidad de pasar la página, a la oportunidad de ver un cambio, ese que Colombia, a pesar de que lo han tratado de silenciar, exiliar o amenazar, pide a gritos.
Cambio que han pedido las madres de Soacha, ese que han pedido hasta con su propia integridad y vida los más de setecientos líderes sociales asesinados, ese cambio que han pedido las víctimas de una guerra de más de cinco décadas, y sobre todo, ese cambio que añoran y esperan los hijos que están por nacer, esos que usted y yo esperamos que vivan en un país donde las oportunidades, sobre todo el derecho a la vida, no sean robadas, ni por la cruda realidad, ni mucho menos por la ceguera histórica y la intransigencia de unos pocos que prefirieron y optaron por surgir, avivar y seguir resucitando el discurso y la práctica de la máquina de la violencia, esa que muchos partidos y sobre todo políticos siguen chupando y dependiendo cual garrapatas.
Colombianos, el día de hoy tenemos una gran oportunidad histórica como pueblo, una oportunidad que, seguramente, a los ojos del fanático no es más que una trapisonda o artimaña del enemigo, ese que el fanático ve en toda parte.
Esa oportunidad se traduce desde mi humilde opinión como histórica, porque así como hoy estamos a punto de ver por primera vez en la historia republicana del país, a un expresidente acusado, y espero, gracias a las fehacientes pruebas de su dudoso y cuestionado pasado, condenado, también espero que este hecho inédito sea aquella gran oportunidad para hacer que por primera vez los colombianos podamos despertar de aquella ignominia que nos carcome.
Que este hecho sirva para que por fin podamos abrir los ojos de aquellas dañinas y contraproducentes decisiones que han hecho posesionar al masoquismo y el conformismo en los albores del poder, ese que ni usted ni yo tenemos, ya que aquí el poder no ha recaído en el pueblo, sino en unos pocos avivados de la teta pública, de la máquina de la guerra y la ignorancia que se ha posado como aquel chulo comiendo carroña.
Esa ignorancia que hace seguir idolatrando hasta con rezos y súplicas para que la verdad y la justicia no salgan a flote, esa que llama a la violencia como único medio posible y esa que hace movilizaciones en contra de las decisiones de la justicia, esa que gracias al derecho es independiente, y va más allá de un mero personaje político, así ese político lo hayan querido posar como uno de los dioses del Olimpo.
No desaprovechemos la oportunidad que la historia nos da, busquemos a como dé lugar, siempre desde que sea ético, que este hecho que sucede hoy, sea un gran antecedente para que la ceguera generalizada que se apodera de Colombia como la epidemia de Saramago, por fin quede relegada y sustituida por la razón.
Esa razón que es la que este pueblo merece tener, y así finalmente evitar seguir lidiando con el país de la conciencia violenta, el país de la trampa, el país del conformismo y del país del fanatismo, esas que como digo en mi humilde libro, no son más que un lastre para la construcción de país, así como seguramente lo será para la historia el expresidente indagado.
Foto cortesía de: El Espectador