Columnista: Germán Ayala Osorio
Después de escuchar al presidente de Colombia, Iván Duque, en la cumbre sobre Cambio Climático en Naciones Unidas queda la sensación —casi la certeza— de que estamos ante un doble discurso. Y si recordamos su “preocupación” por lo acaecido con los incendios en la Amazonia brasilera, creo que estamos ante un político que cree poder convencer de su tardía “conciencia ambiental”, a una opinión pública que ya no “come cuento” tan fácilmente.
Lo dicho por Duque Márquez en ese escenario político hace pensar que en materia de sostenibilidad ambiental y ecológica Colombia está recorriendo el camino correcto. Es decir, está haciendo el tránsito de un desarrollo anclado a las energías fósiles, a otro ancorado en energías alternativas. Si fuera así, no se entiende entonces por qué insiste en la práctica del fracking, cuando debe reconocerse que no hay en Colombia la suficiente institucionalidad ambiental que sea capaz de poner en cintura y vigilar de cerca a las empresas que se aventuren a desarrollar este tipo de iniciativas. Y esto, sin tener en cuenta los efectos ecológicos y ambientales que deja dicha actividad.
Pero la verdad es que hay hechos fácticos que hacen ver como contradictorio el discurso ambiental —no ambientalista— del presidente.
El primero de estos tiene que ver con el sostenido proceso de deforestación que se viene dando de tiempo atrás en la Amazonía y en general en las zonas selváticas de lo que hace unos años llamábamos los territorios nacionales. Esta última categoría es la prueba de la histórica incapacidad del Estado para articular esos territorios a un modelo de desarrollo que asegure el bienestar general de sus habitantes, considere la conservación de las selvas como una acción necesaria para mitigar los efectos del Cambio Climático y conecte esas complejas realidades ecosistémicas y socio ecosistémicas con prácticas sustentables que hagan posible reversar actividades económicas que degradan valiosos y frágiles ecosistemas, porque están amparadas en un proyecto político fuertemente antropocéntrico.
Sobre el caso de la Amazonia y a propósito de la preocupación presidencial, cito al profesor Manuel Rodríguez Becerra, quien en reciente entrevista para el diario EL TIEMPO, señaló lo siguiente:
“El presidente Iván Duque hizo bien al convocar la cumbre de presidentes de los países amazónicos, puesto que la creciente destrucción de la selva amazónica no se puede enfrentar integralmente sin la acción de los ocho Estados que comparten este ecosistema único. Pero el pacto firmado parece haber creado la falsa ilusión de que estaríamos en el camino hacia enfrentar esta situación. Lejos de allí. En el pacto no hay nada nuevo en relación con lo acordado en el Tratado de Cooperación Amazónica firmado hace 40 años y sus posteriores desarrollos, que poco se han cumplido”.
De esa manera, el jefe de Estado fue a la mencionada cumbre para “convocar” mayores compromisos para mitigar los efectos del Cambio Climático, pero de la misma manera como olvidó Duque que existía un pacto de 40 años para proteger la Amazonia, en esta reciente oportunidad olvidó que existe el Acuerdo de París. No más retórica, ni llamados a la “Comunidad Internacional, presidente Duque. Hay que actuar localmente, pero asumiendo reales compromisos y entendiendo las complejidades que circundan a los ecosistemas y socio ecosistemas.
El segundo hecho tiene que ver con la incapacidad y quizás el desinterés para fortalecer a los gobiernos departamentales y locales para afrontar los retos de esa “maquinaria criminal” que está arrasando con la Amazonia, la Orinoquia, el Guaviare y el Vichada, entre otros departamentos.
Duque sabe que su poder no alcanza para frenar la complicidad que existe entre la institucionalidad ambiental y los agentes económicos locales que hoy están deforestando para instalar allí potreros extensos y poco rentables o preparar los terrenos para impulsar en esos territorios una economía de plantación que solo beneficia al gran capital nacional y extranjero, interesado en imponer allí agroindustrias que alimentarán vehículos.
La apropiación de baldíos en la altillanura, denunciada por la propia Contraloría General de la República y el senador Wilson Arias, es la prueba fáctica que con mayor fuerza hace ver el discurso de Duque como insulso, retórico o vacío. O estamos ante un desconocimiento de lo que está pasando en esas zonas del país, o el presidente Duque aprovechó ese escenario internacional para insistir en un doble discurso, en el que solo los más ingenuos le creen, y, a pie juntillas.
Hasta el momento no he escuchado del presidente de Colombia la adopción de medidas, en coordinación con autoridades fiscales, de Policía de Carreteras, la Armada Nacional y la DIAN, para frenar, por ejemplo, la entrada de retroexcavadoras y maquinaria pesada, utilizada en la explotación de oro de origen aluvial. La minería ilegal se extiende por ríos, selvas y meandros con una facilidad, que hace pensar en que los límites entre lo legal y lo ilegal se borraron en el país.
Parece ser que el presidente no se ha cuestionado el porqué es tan fácil, relativamente, hacer llegar una retroexcavadora a ríos y selvas del país, sin que las autoridades se den cuenta.
El tercer hecho tiene que ver con la cercanía y la dependencia política del presidente con una clase empresarial latifundista que cree profundamente en la economía de plantación, eso sí, una que no los lleve de manera determinada a desarrollar una economía de enclave que beneficie, por ejemplo, a las comunidades afectadas por la llegada de las vacas y de la palma africana y de la caña de azúcar.
El presidente Duque sabe que sus preocupaciones ambientales caen en la mera retórica porque el hijo del gran banquero (Grupo Aval) hace parte de los agentes económicos y políticos y los sectores de poder (empresas) que se apropiaron de manera indebida de los baldíos en la altillanura colombiana. El mismo que patrocinó su campaña política.
Con todos los hechos anteriores señalo, con vehemencia, que lo dicho por Iván Duque en la cumbre sobre Cambio Climático en Naciones Unidas obedece a un juego retórico en el que él pretende aparecer como un jefe de Estado comprometido con un desarrollo sostenible del que muy seguramente poco entiende y del que poco ha leído.
En su discurso, vacío y fatuo, Duque señaló que “hemos convertido la protección de los recursos naturales en un asunto de seguridad nacional’. Y lo dice, apoyado en una lucha antidroga que, aunque sabe perdida, insiste en mantenerla porque sigue plegado a la política antidroga de los EEUU. Y es claro que mientras se insista en esa guerra, y en consecuencia, en asperjar con glifosato, no habrá manera de alcanzar no solo los objetivos del desarrollo sostenible, sino, y por el contrario, se estará aportando a que los efectos del Cambio Climático se sientan más fuerte en esta parte del planeta. Y sobre su lucha contra la minería ilegal, es evidente que esa guerra también le perdió Colombia, porque muy seguramente porque en esas actividad hay intereses políticos y conexiones con agentes de poder.
De la misma manera como Iván Duque les dice a los países garantes de la negociación de paz adelantada en La Habana y a las naciones aportantes que está comprometido con la implementación de lo acordado en Cuba, intenta timar o engañar a los ambientalistas colombianos, señalando que la protección de los «recursos naturales» es un asunto de seguridad nacional.
Ni la paz es un asunto prioritario para su gobierno y mucho menos ha elevado a esa condición el cuidado de los ecosistemas que aún siguen en pie a pesar de la arremetida, a veces combinada, de narcotraficantes, terratenientes, ganaderos, clase dirigente, empresarial, política y latifundistas, comprometidos seriamente con la deforestación y la potrerización de las selvas.
Una excelente interpretación de los hechos para concluir en la política de doble discurso, solo que no es nada nuevo, pues todos los gobiernos han cuidado su imagen fuera de sus fronteras y hacen totalmente lo contrario, u omiten acciones que beneficien el ecosistema y por ende las comunidades. Solo que ahora lo hace de forma cínica y descarada, sin sentir la más mínima vergüenza con el pueblo, ni con la verdad que empieza a ser notoria para la comunidad internacional.
Este es el más habla Mier…… De todos los presidentes que le antecedieron
Lo mas indignarte de este payaso es que ha demostrado ser tan pobre en sus conocimientos como su poder de decisión, siempre tiene que pedirle permiso al patrón.
A partir del 2005 tomó fuerza la idea de competir en el mercado de los combustibles produciendo biocombustible con sello verde bajo el sofisma de que así se combatía el CC y se generaba empleo en el agro. Brasil es uno de los grandes productores del mercado de estos combustibles de origen vegetal. Desde entonces se ha acelerado en muchos países amazónicos la deforestación de la Amazonía respondiendo a éste tipo de negocio de las trasnacionales y creando un problema adicional , la incertidumbre alimentaria de nuestros pueblos a cambio de insertarse en la producción de combustibles que tienen una huella de carbono tan grande o más que los combustibles fósiles.
Excelente análisis del señor Ayala sobre el mañoso bipolarismo de nuestro presidente aprendiz. Uno, es el discurso para la galería y otro, su actuar errático en Colombia.
Aparte: qué pasó con la campaña de la OR sobre las peticiones de colaboración ?