Autor: Alonso Rodríguez Pachón
Sentado, resistiendo la brisa del silencio, de repente, te sientas justo a mi lado. Luego te levantas y pasas por el frente entregando esa confianza travestida de tortura y te vas, dejando en cada paso el eco de un recuerdo que cada vez se escucha menos. Parecen los sueños que causan temor y, al despertar, se desvanecen cada vez que se intenta contar la historia. Parecen las olas del mar arrastradas hacia las orillas atrapando todo a su paso y, cuando se quedan sin camino, son respiros en vano, pues lucen fatigadas en la arena. Después, desaparecen.
¿Cómo intentar desahogarme si aún persiste un recuerdo? Unos días son las mariposas en el estómago y otros son un trago amargo que recorre todo mi cuello, y ahí se queda.
Es un algo que intriga sin curiosidad y agota la paciencia. Es la apariencia de una felicidad que sale del corazón y despliega sus alas hasta el nivel de la mente, pues el recuerdo parece intermitente: no se va, pero tampoco se queda. Es una atadura de libertad, pues es un magnífico planeta. Es una cárcel sin paredes, el único universo.
Creo que mi entereza no ha dejado de tenerte presente para que ahora, que estás tan cerca, tenga la oportunidad de escucharte tan poco. Ojalá puedas explicarme qué piensas, sientes y hasta dónde puedes llegar. Es la intriga de saber si hay posibilidades de encajar en tu espacio o si ya he perdido el privilegio. Hazme entender hasta qué punto puedo ser apreciado y hasta dónde dar pasos a tu lado. Es la necesidad de saber si las estrellas que veo también las estás viendo o hay algo o alguien más que nos acompaña. Es la pasión de rebujar en lo profundo de tu ser, mientras mi ser se retuerce en el fango de una ficción de idilio. Dime que sí o dime cualquier cosa, porque solo tú puedes darme una respuesta. Así eres tú, indiferencia, así eres tú, sin respuesta.
Quisiera que desnudaras tu corazón, dejando a un lado la pestilencia de tus miedos para así pasar en luz verde a través de tus ojos y, con el acelerador a fondo, rebasar a toda velocidad el camino que conduce hacia tu alma. Porque el silencio que emites es una asfixia que mata, borra el sendero de un sueño y lo ahoga en la esperanza. No hay tiempo y el tic tac del reloj continúa. ¡Hazlo ya! Antes de crear pensamientos de duda y considerar que se esconde un secreto. Hazlo, antes que pueda decir: ¡ya no más! Porque todo me confunde. Ya no es mi corazón, no es mi mente, es el susurrar de una voz. ¿Serán solo sospechas? Ojalá sea solo eso.
De lo que sí estoy seguro es que me encantas, lo bastante como para viajar cuantas veces sea necesario de la Tierra a Plutón. ¡Y lo sabes de sobra! Pero si en algo estoy incomodando, solo quiero, antes de eso, alcanzar a verte más de dos ocasiones para arrebatarle al destino lo que cada vez siento lejos: tus ojos. Y cuando te dignes a mirarme podré fabricar el tiempo necesario para desaparecer de tu vista. ¡Lo juro! Mi promesa está pactada con la mismísima franqueza de no volver a molestar.
No sé qué pensar: si dar un paso al costado, no decir nada o decírtelo a gritos y esperar las consecuencias. ¡Dime algo indiferencia! Porque mientras corro hacia ti, en las curvas más estrechas, un gran abismo me arrastra en caída libre conduciéndome a la agonía.
Sería un gusto contemplar esos ojos que calcinan mi ser, mientras escucho de tu propia boca la réplica a mis intenciones, a una distancia tan mínima como para poder apreciar el tono de tu voz y la suavidad de tus labios, mientras un camino de pétalos rojos da una señal con la sublime dirección a la perdición de la felicidad: un dolor con sabor a frenesí de tus besos. Y cuando esa realidad se cruce por mi lado espero con deseo el aroma de tus abrazos. Así eres tú, indiferencia, así sería con tu presencia.
Dímelo como quieras y cuando quieras, porque mi afecto estará esperando impacientemente, sentado en el viento y combatiendo las fuertes ráfagas de la indulgencia. No quiero cambiar un lugar oscuro por otro, solo quiero volar para hacerle fieros al destino, quiero saber qué se siente ser feliz. ¡Vamos los dos de la mano! Vamos a ver las estrellas para que pasen de ser fugaces en los sueños exiguos, para convertirlas en verdaderas realidades.