Como si se tratara de una pésima broma, recientemente Revista Semana realizó una publicación en su portada con el actual «presidente de Colombia», Iván Duque Márquez, usando un encabezado bastante particular, que más allá de ablandar las duras críticas que ha tenido el pupilo de Álvaro Uribe Vélez por su pésima gestión, en este primer año en el cargo más importante del país, lo que logró fue despertar toda clase de reacciones nada positivas.
Más aún cuando él mismo fue vendido en campaña como un líder coherente, preparado, con la mayor experiencia profesional, comprometido y convencido de que sería quien aseguraría el futuro de Colombia. Ese futuro que hoy está más perdido que nunca, con cifras que no se pueden ocultar fácilmente, y que nos deja en un rumbo perdido del que no sabemos cuándo vamos a encontrar la salida.
Al momento de gobernar un país, sobretodo uno como el nuestro, se necesita mucho más que creerse el salvador; no es cuestión de salir y hablar bonito frente a las multitudes borregas, sino de trabajar por millones de personas que ponen su esperanza para que un líder trabaje en pro de mejorar, aunque sea un poco, la forma en cómo viven.
No es salir y prometer por ganar, es buscar una salida a las crisis, a los problemas, es sentir el sufrimiento de los más pobres y poder ver sus rostros llenos de satisfacción por el esfuerzo de su líder.
Para ser un presidente se debe entender el país por el que se va a trabajar, conocer sus problemas más urgentes, como también los más importantes. Anticiparse, tomar decisiones correctas.
Elegir a un equipo que lo acompañe, que sea su apoyo, que no solo trabaje por un mega-salario y una megapensión, sino que en verdad les nazca, desde su más recóndito interior, la necesidad de trabajar por otros, que es a fin de cuentas por lo que, en teoría, desean que los elijan.
Un presidente no tiene tiempo para aprender, no es como un joven recién graduado que apenas inicia su vida laboral. Un presidente no es una persona insegura y sin criterio, no necesita un guía ni un libreto, un presidente debe saber cómo, cuándo, dónde y por qué.
Un presidente debe saber dirigir, saber hacia dónde va y qué piensa hacer para llegar a ese objetivo, un presidente no puede improvisar e ir enderezando un rumbo durante el camino, porque tiene en sus manos el destino de millones de personas, sin contar todo lo demás que se encuentra bajo su responsabilidad.
Colombia no necesita aprendices y no hay tiempo para enderezar el camino. Así como un trabajador tiene 3 meses de prueba al ingresar a una empresa, así debería ser con cualquiera que desee desempeñar un cargo público en este país, y el que no sirve se va, tal como le pasa a todos los colombianos trabajadores.
Solo Iván Duque sabrá hacia dónde nos dirigimos, ¿o no?, o ¿será que lo sabe su jefe Álvaro Uribe Vélez? Lo que sí es cierto es que estamos pagando muy caro las consecuencias de improvisar, y el actual «presidente» no está en posición de hacerlo, no lo merecemos, pero esto es lo que nos tocó, así es la democracia en Colombia.
Foto cortesía de: El Nuevo Siglo
Qué Desconsuelo, un país que lo recibió con un ambiente de seguridad y más tranquilidad sin las Farc. Y por llevarse un punto, de Acabar con el Acuerdo de Paz, estamos como estamos