Autora: Laura Latiff
Estaba leyendo en Twitter a personas que son vistas como héroes o admiradas por ser popularmente reconocidas: políticos, referentes de opinión, hasta artistas bien seguidos que han desaprovechado su talento, o han hecho de él un despropósito al usarlo para hacer sentir a los demás como la mierda, como los que están siempre equivocados, como los que no entienden.
Obnubilados por el ego de “yo estoy bien y tú estás mal; yo tengo el poder y tú eres nadie”, como si fueran jueces, conocedores de la verdad, de las razones y de lo que, para ellos, verdaderamente importa, se han resuelto a vivir una vida de pesimismo que reparten con sus palabras.
Parece que su privilegio fuera desbaratar públicamente al que piense contrario a ellos, a ganar poder con violencia, algo que no está lejos del líder que levanta su quijada al cielo, mientras posa para la foto con su pie sobre el montón de muertos que combatió su ejército. Las redes, que en vez de conectar apresan, se han convertido en el balcón más útil para denigrar a los demás y Twitter es ahora su principal trinchera.
Los nombres de tantas personas resultan inútiles porque estas palabras perderían el sentido, solo estaría alimentando al monstruo, cuando lo que quiero es darle espacio a mi reflexión que me viene revolcando por dentro.
Ciertas figuras públicas han quedado talladas por ser profundamente negativas, esquivas y animales en su sentido más negativo. Es una pena saber que son los mismos ofendidos quienes les han dado su lugar en el cielo.
Todos somos libres, pero si la que habla con odio y malestar profundo es el alma, para eso está el arte y la obra de arte, que lo aguantan todo, y no las personas. Ser despreciable no es interesante. Que no se confunda el carácter con ser ruin.
El amor propio cuesta la vida y, sin embargo, se regala a la boca de los que odian con fuerza, como si el de la voz pública es quien da el valor a los demás. ¿Quién inventó el placer por lo que hace daño? El Marqués de Sade grita por haber sido malentendido por el mundo.
Todos estamos vivos juntos. Si la sociedad es el peor castigo y cargamos cada día con nuestras dudas y el dolor de nuestro ego, mejor disfrutar de los huecos de luz que aún se ven, para no seguir alimentando tiranos que oscurecen hasta lo invisible.
Ilustración cortesía de: Belén García Monroy
De acuerdo..el poder nula la inocencia natural del Ser humano todos piensan q asi seran inmortales finalmente el q toma el poder a sus anchas llegara a encontrarse con la humillacion y desprecio de todos aquellos a quien ofendio y como pasa hoy en tantos paises los despojo de sos sueños y desplazo bajo un tema social politico lleno de maldad avaricia y engaño.