El registro de lo pensado y escrito en las páginas de diarios y revistas puede, con el tiempo, ser usado en contra, cuando eso que se dijo en el pasado, sirve de argumento para aquellos que buscan, entre otras cosas, examinar la coherencia ideológica, política y discursiva de las figuras públicas e incluso, confrontar el carácter de quien ayer pensó y dijo una cosa, y hoy piensa diametralmente distinto.
Al presidente Duque le acaba de pasar, por cuenta de una columna que un estudiante encontró al esculcar en los archivos del semanario Tolima 7 días. En el referido texto de opinión, siendo muy joven, el hoy presidente escribió que Álvaro Uribe Vélez “…es identificado como un escudero de las Convivir, es decir, con una expresión clara de la extrema derecha colombiana, que concibe la paz únicamente como resultado de una victoria militar sobre los alzados en armas”.
Al ponerse en circulación en redes sociales la columna, titulada “Los pecados de Álvaro Uribe” y convertida en noticia por varios medios masivos, lo expresado por el joven Iván Duque Márquez cobra relevancia política, ideológica y discursiva no solo por lo que pueda pensar el expresidente Uribe de su ungido al leer semejante caracterización, sino porque Iván Duque Escobar, padre del hoy presidente de la República, en su momento hizo fuertes señalamientos en torno a la honorabilidad de Uribe cuando este fungió como director de la Aerocivil.
Lo indicado por el progenitor de Duque Márquez comprometía a Uribe por sus presuntas relaciones con mafiosos en Medellín. Entonces, lo dicho por el joven columnista muy seguramente no se soportó, exclusivamente, en lo que realmente pensaba de Uribe en ese momento (año 1998), sino a lo dicho por su padre, quien 16 años atrás, es decir, en 1982, se enfrentó al entonces director de la Aerocivil.
¿Prejuicios?
Los periodistas de Blu Radio, cercanos al presidente Duque y al régimen que representa, se vieron obligados periodísticamente a preguntarle por lo consignado en la ya referida columna de opinión. El hoy presidente atinó a decir que “Si el Iván Duque de hoy le hablara al Iván Duque de entonces le diría que uno no puede emitir opiniones con prejuicios, pues tuve la posibilidad de conocer a Álvaro Uribe dos años después de haber publicado la nota de prensa. Construimos una muy buena relación, de respeto, tuve la posibilidad de conocer muchas de sus ideas, y tuve la posibilidad de superar muchos de esos prejuicios. Este tipo de columnas existen y sirven para escudriñar lo que uno pensaba tiempo atrás. Hoy las puedo ver con un prisma totalmente distinto y me doy cuenta de que lo ocurrido me ha afirmado mis convicciones y las grandes coincidencias con el expresidente Álvaro Uribe”.
El incómodo reversazo no solo deja entrever la incoherencia discursiva e ideológica de Duque, sino su acomodaticio criterio ético-político, soportado en una relación política de clara conveniencia con el veterano político antioqueño.
Se equivoca el presidente al decir que lo dicho años atrás obedece a prejuicios. No. Todo lo contrario, lo consignado en la columna hace parte de un conjunto de señalamientos, políticos y judiciales, que recaen sobre Uribe Vélez de tiempo atrás alrededor de cómo terminaron las Convivir que él, como gobernador de Antioquia, aupó, apoyado jurídicamente en el decreto-ley (356 de 1994, gobierno de César Gaviria Trujillo) que les dio vida a esas cooperativas de seguridad, que terminaron, muchas de ellas, aliadas con grupos paramilitares y desbordadas en su accionar.
No es posible saber cómo se sintió el latifundista y cabalista de Salgar al conocer el contenido de la columna. Pero es posible imaginar que sí hubo una reacción en el expresidente Uribe, quien ha dejado entrever una profunda desconfianza en quienes lo rodean, a partir de lo sucedido con Juan Manuel Santos, quien también llegaría a la Casa de Nariño cobijado por las banderas de la Seguridad Democrática y empujado por la fuerza electoral de este gran elector colombiano. El haber sido “traicionado” por Santos, muy seguramente ha servido para alimentar en el combativo político antioqueño su carácter de hombre receloso, suspicaz y malicioso a la hora de entregar avales y apoyos electorales.
Es posible que las relaciones entre Uribe y Duque no sufran agrietamiento alguno por cuenta de lo dicho años atrás por el hoy jefe del Estado colombiano. Más bien este episodio corrobora aún más las percepciones y consolida los negativos ejercicios representacionales que en torno a Duque Márquez se hacen millones de colombianos en torno a su carácter pusilánime, dócil y obediente frente a quien en sectores del Establecimiento y de la sociedad en general es visto como el real presidente de Colombia: Álvaro Uribe Vélez.