El infierno de muchos niños en Colombia

Al país le hace falta endurecer sus condenas en el tema del abuso sexual para que dejen de existir sujetos como “el mayor asesino de niños de la historia”, registrado con el nombre de Luis Alfredo Garavito Cubillos.

Opina - Sociedad

2019-07-23

El infierno de muchos niños en Colombia

Autor: Norvey Echeverry Orozco

 

Para ponerle rostro al drama se puede presentar el caso de Génesis Rúa, una pequeña que vivía en el municipio de Fundación, Magdalena. El 28 de septiembre de 2018, después de las dos de la tarde, se perdió en las calles del barrio Porvenir.

A ella, como a muchos niños de su edad (siete años), le gustaba el fútbol y el baile. En la casa de Alfonso García Arrieta, uno de los vecinos, apodado como El Negro, se escuchaba un equipo con todo el volumen (algo que es muy común en los departamentos que conforman el Norte de Colombia). La familia de Génesis, entre ellos su mamá, Yeimi, y María Montoya, su tía, la buscaban desesperadamente.

Desde la casa de García, en el patio trasero, faltando pocos minutos para que fueran las cuatro de la tarde, comenzó a brotar a la atmosfera un humo espeso de color negro: había un incendio. Los vecinos, alarmados, llamaron de inmediato a las autoridades.

Al llegar, encontraron la desgracia de Génesis: otra víctima, un número más que aumentaba las cifras de las autoridades, una niña inocente que había perdido la vida en Colombia, ese país de Sudamérica en donde, según Medicina Legal, en 2018 fueron 15.408 casos en los que niños y niñas de Colombia sufrieron un abuso sexual, de ellos 5.587 estaban en edades entre los diez y trece años; 4.301 entre los cinco y los nueve; 3.421 entre los catorce y los diecisiete.

La Policía dejó ingresar a los familiares para que encontraran detalles que anunciaran los rasgos de la niña. “Aquí hay un arete de oro”, expresó María Montoya. “Ese es de ella”, comentó Yeimi.

Los habitantes del barrio Porvenir, indignados, de inmediato sacaron los muebles de la casa a la calle y los prendieron. Quebraron los vidrios de las ventanas y de la puerta, quebraron todo, así como estaban sus sentimientos. Dejaron conocer toda su rabia. Además, le echaron fuego al camión en el que Alfonso recogía la leche de varias fincas ubicadas en la zona rural de Fundación.

De no ser por la presencia de la Policía, el nombre de Alfonso García Arrieta no estaría escrito en los archivos del sistema judicial colombiano, sino en la lápida de un cementerio.

En Colombia la gente dejó de creer en la justicia hace ya varios años, los corruptos, como el exfiscal anticorrupción Luis Gustavo Moreno, reciben penas mínimas de cuatro años o menos, después de haber sido cómplice de varios robos abismales a la nación, mientras, por ejemplo, un hombre, por robarse un cubo de sopa en un supermercado, recibe una pena de seis años o más.

De ahí que se haya hecho popular una frase que se escucha mucho entre los colombianos: “La ley es para los de ruana”, algo así como: “La ley es para los más pobres”. ¿Los ricos? No, señor, los ricos no son condenados en la cárcel ¡qué tal!, sino en mansión por cárcel.

Los ricos, mientras pagan condena, no toman agua de canilla, como la mayoría de presos en Colombia, sino whisky. Por eso, en casos como estos, muchos colombianos de a pie deciden hacer justicia por cuenta propia: sacan los cuchillos con los que se rebana la carne en la cocina, empuñan piedras, endurecen los nudillos y dejan explotar la rabia que llevan dentro, mientras expresan algunas palabrotas que degeneran a cualquier ser humano y que no es buena idea escribir acá.

¿Qué hacer? El caso de Génesis refleja a los muchos que, cada año, ocurren en Colombia. Niños violados, secuestrados, torturados y asesinados; después de ser repetidos en los titulares de los medios nacionales, se vuelven comunes y se pierden entre las menciones de tantos accidentes y huecos, noticias efímeras que se olvidan a los pocos segundos y se repiten al día siguiente desde un lugar diferente en la geografía nacional.

A muchos les da igual que sea asesinado un niño, porque no es su hijo. Obvio, muchos dirán que buena parte de la sociedad se indigna con tales atropellos, pero eso, con trinos en Twitter y estados en Facebook, no alcanza para que se haga justicia y los culpables paguen realmente condenas verdaderas. La solución es la protesta en rechazo de toda la sociedad, porque los niños son el futuro de una nación.

En varias ocasiones, ciudadanos y contados políticos, han propuesto la cadena perpetua para los violadores en Colombia. Hasta el día de hoy esas propuestas han fracasado, se han hundido, han quedado olvidadas por la falta de tiempo y de interés.

En el año 2008 la concejala de Bogotá, Gilma Jiménez (Q.E.P.D.), propuso el proyecto que más lejos llegó. En 2017, Yohana, hija de Gilma, impulsó de nuevo la propuesta cuando la opinión pública se enteró del desgarrador caso de Yuliana Samboní.

¿Quién era Yuliana? Una pequeña de ascendencia indígena que vivía con sus padres en un barrio humilde de Bogotá. Violada, torturada y asesinada cruelmente por Rafael Uribe Noguera, un arquitecto perteneciente a una prestigiosa familia bogotana bogotana —hasta ese momento, porque dos de sus hermanos intentaron encubrir el desgarrador hecho—.

Diversas investigaciones en psicología coinciden en lo mismo: los violadores presentan varios factores comunes, tales como un ambiente hostil en su infancia, codificación genética y el uso de sustancias psicoactivas.

Un artículo publicado en la edición impresa del diario paraguayo ABC, asegura que existen cuatro tipos de violadores: primero, el violador que le gusta el poder, es decir, al que le llama la atención sentir que él es el que domina, fantasea con la víctima y fantasea una relación íntima con ella; segundo, el violador agresivo es un hombre misógino: odia a las víctimas y lo expresa cuando las somete sexualmente; tercero, el violador agresivo-sexual: es sadomasoquista, la violencia le genera placer sexual; cuarto, el violador serial: es el que viola a muchas víctimas, lo puede hacer por años. Las víctimas que elige son desconocidas, siente ira por ellas y, comúnmente, padece de alguna disfunción sexual.

Siempre van en busca de satisfacer un deseo que se quema en la piel de inocentes. Al país le hace falta endurecer sus condenas en el tema para que dejen de existir sujetos como “el mayor asesino de niños de la historia”, registrado con el nombre de Luis Alfredo Garavito Cubillos, apodado con el alias de “La Bestia”, un salvaje que secuestró, violó, torturó y asesinó a más de doscientos niños colombianos durante siete años.

 

 

Foto cortesía de: Huffington Post

 

 

( 1 ) Comentario

  1. Muchísimos son los casos que figuran en los expedientes judiciales registrados. Pero…. Existen también esos casos que nunca son contados, que suceden en todas las clases sociales esas mismas que gritan y claman justicia y que no son considerados abuso, esos millones de casos donde se rompe la inocencia de los niños. Desde las palabras soeces delante de un niño para referirse al sexo que distorsionan su sexualidad por venir así como las imágenes a que es sometido a diario no las de la televisión sino aquellas de su vida cotidiana. Como la del padre borracho que llega a exigir sexo a su madre a la fuerza, o la del pariente cercano manoseador, o la del vecino exhibicionista que en muchas ocasiones se masturba en su presencia,o la del adulto que hace sugerencias sexuales llámese profesor, cura, pastor o amigo de la familia, actos todos que rompen y penetran la mente de los niños, que rompen el desarrollo normal del descubrimiento de su cuerpo y su funcionalidad. Eso también es violación y nos quejamos porque la actividad sexual de los chicos de hoy comienza a edades tan tempranas con consecuencias como embarazos en edades absurdas, o en cambios en su identidad sexual. Todos absolutamente todos sin rayar en la mojigateria nos debemos preguntar si nuestros actos han sido abusivos en contra de los niños. Así mismo preguntarnos si también abusaron de nosotros

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Norvey Echeverry Orozco
Estudiante de Comunicación Social - Periodismo de la Universidad de Antioquia. Ama el periodismo tanto como a su vieja.