¡Trabajen, vagos!

¿Cuántas flores dejarán de polinizarse al encontrar cierta la primera hipótesis? ¿Cuántas semillas dejarán de esparcirse? ¿Cuántas plantaciones ya no crecerán? ¿Cuánta miel se dejará de producir? ¡Ah, tranquilos! Verdad que tenemos las mieles de bolsita de $100.

Opina - Ambiente

2019-07-01

¡Trabajen, vagos!

¡Lo volvieron a hacer! El Congreso pisoteó de nuevo la voz del pueblo. Esta vez, no bajo una cortina futbolística —menos mal—, pero sí por encima de la responsabilidad biológica que tiene la humanidad de preservar los ecosistemas que nos regalan vida, y a los que nos debemos a la tarea de conservar, manteniendo el equilibrio de la biodiversidad del planeta.

¿Será que si les digo ‘abejas’ creerán que me refiero a los del Congreso de la República? Ese calificativo no les acomoda. No es propicio confundir a la buena abeja: noble y trabajadora hasta el cansancio, con ejercicio del congresista colombiano que no tiene ni lo uno, y mucho menos lo otro. ¡Trabajen, vagos! ¿Para qué los contratamos?

Esta corporación de HPs (Honorables Parlamentarios) dejó hundir el proyecto que, según la senadora Maritza Martínez, buscaba abocar investigaciones y sanciones penales a personas que con sus actividades suscitaran el «envenenamiento de abejas por uso de plaguicida excesivo, o por utilizar plaguicidas codificados».

¿Tendrá algo que ver con el tema del glifosato? ¿Será que le pregunto a la Sergio Arboleda?

Lo sepultaron, así como le echaron tres metros de tierra al punto de la Consulta Anticorrupción que buscaba eliminar el beneficio de la casa por cárcel. Así como además han hundido tantos proyectos, que en cierto sentido beneficia a varios de sus “honorables”, y les permitirá seguir por las sendas de los ‘colombianos de mal’.

Mientras tanto la impunidad con nuestras laboriosas se toma las riendas del gran parlamento, poniendo en gran peligro a estos seres vivos que mantienen el equilibrio en los ecosistemas de todo el planeta. La población de abejas puede sufrir una desaparición de 45 a 60 mil al año, dice Abdón Salazar, productor y protector de abejas.

En contraposición, Fabio Díaz Granados, presidente de la Federación Colombiana de Apicultores y Criadores de Abejas (Fedeabejas), dice para la Revista Semana Sostenible, que al contrario de lo que se ha venido diciendo en torno a la desaparición de abejas, en el país no se ha perdido ni el 30 y menos el 50 por ciento de las colmenas, como se ha querido mostrar. “Impacta leer que ha desparecido el 45% de las colmenas y cuando esto se compara con la realidad no se encuentra mucho acidero”.

¿A quién le cree uno entonces? Las cifras se camuflan, se amañan, se ocultan, salen a la luz, pero con miopía. Este enigma encuentra su encrucijada cada que quiere salir a la luz. A este paso las abejas no van a querer seguir produciendo miel y van a crear sindicatos para luchar en contra de la desinformación y la manipulación de datos.

De nuevo pregunto ¿quién tiene la razón? Ambas como fuentes oficiales y referentes pertinentes y a propósito, del mismo gremio, deberían ponerse de acuerdo para no confundir al país y a los congresistas que se mantienen tan ocupados con tanto trabajo —diferente al que tienen en el Congreso—.

Imaginen entonces, ¿cuántas flores dejarán de polinizarse al encontrar cierta la primera hipótesis? ¿Cuántas semillas dejarán de esparcirse? ¿Cuántas plantaciones ya no crecerán? ¿Cuánta miel se dejará de producir? ¡Ah, tranquilos! Verdad que tenemos las mieles de bolsita de $100.

Según la fundación Amigos de las Abejas de España: «un tercio de los cultivos que consumimos dependen del trabajo de los insectos polinizadores». Siendo consecuentes con esto, una futura desaparición o extinción de este insecto obrero supondría una reacción en cadena que podría desencadenar una crisis de producción alimentaria a escala mundial.

Si la solución, como para todo en este sistema económico, está en la importación, déjenme decirles, señores de traje negro y corbatas que combinan con sus zapatillas, que la intromisión de una población extraña puede causar un desequilibrio en los ecosistemas nativos, y eso que no soy experto en medio ambiente para darme cuenta de ello y sentenciarlos a ustedes de ignorantes y pseudoestudiados, de igual coherencia que la “investigación” de la Sergio Arboleda sobre el vino y el Glifosato.

Más bien reguemos los cultivos de coca con Moscatel, a ver si los emborrachamos, digo, erradicamos, y uno que otro político se queda sin trabajo por ahí derecho. Tal parece que a estos impedidos les picaron las abejas en la cabeza y se las dejaron hinchadas.

 

 

 

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Eddie Vélez Benjumea
Periodista independiente.