Esta columna se escribe a propósito del revuelo por la estrepitosa renuncia, debido a una columna de opinión en la Revista Semana, por parte del periodista Daniel Coronell.
Hace ya más de un mes escuchaba al hijo prodigio de San Bernardo del Viento (Córdoba), el periodista Juan Gossaín, hablar sobre la importancia de la ética en el oficio del periodista, a propósito de una entrevista que le realizó el director de Noticias Caracol, Juan Roberto Vargas, diciendo enérgico y con ahínco que le sorprendía que “en las facultades de comunicación y periodismo se enseña de todo, menos clases de ética”.
Esa crítica llevada a cabo por el mentor del periodismo radial en Colombia, como lo es Gossaín, no debe para nada pasar desapercibida y más cuando es hoy tan fundamental debatirla gracias a la crisis por la que pasa el periodismo.
Ese mismo periodismo que urge de críticas y, por ende, autocríticas que reconozcan que se ha hecho mal la tarea, que se ha equivocado en su función social como lo es informar y comunicar desde la objetividad, veracidad y neutralidad con y en compañía de la base ética, clave para esta profesión donde en nuestro país cada vez, tras de que es más silenciada, censurada o amenazada, también esta desacreditada.
Por lo tanto, a mi juicio, hechos como los ya conocidos por la mayoría de la opinión pública sobre la sorprendente renuncia y columna dominical del destacado periodista Daniel Coronell, es en sí una muestra de gallardía.
Gallardía de la que muchos periodistas en el país carecen, que se traduce en el respeto, no por el dueño del aviso, sino por la ética profesional, que más allá de un contrato, una exclusividad, una nómina o un prestigio; merece sobresalir y relucir siempre.
Caricatura cortesía de: Matador
Esa es la única forma que hace notar la diferencia que permite no pasar a medias, que permite no pasar sin pena ni gloria. Esa es la única forma garante de formar y transformar, en el ejemplo, a la humanidad misma.
Una humanidad que Colombia necesita, aunque mucho más allá de unos pequeños ejemplos de ética emanada de autocrítica. A pesar de eso, fue Daniel Coronell quien nos regaló esa autocrítica a ciudadanos comunes y corrientes como yo y, sobre todo, a futuros periodistas que tienen la intención casi arriesgada, pero gratificante, de ser parte de una sociedad donde los principios quedaron relegados por la chiva, el rating, la política y los grupos económicos.
En hora buena Daniel Coronell dio una pequeña, pero significativa lección, que espero, sea aprendida sobre todo por aquellos que se ufanan de ser “buenos” periodistas, sabiendo que, lo único para lo que son buenos es para libretear la pasividad, el silencio y el mensaje del aquí no ha pasado nada. En fin, necesitamos más Daniel y menos Darío. Qué viva la autocrítica.
Foto cortesía de: El Tiempo