En los más recientes días, el país ha atravesado unos episodios llenos de lo que puede ser catalogado o categorizado como falsos positivos. Estos han sido incluso judiciales, para sacar de camino a los opositores políticos y así poder allanar la vía a la fracasada agenda legislativa del Gobierno.
El más reciente y sonado caso de falsos positivos militares es el que reveló el New York Times. Otro ejemplo, en sentido figurado, puede ser ese cartel de falsos testigos que recientemente volvió a aparecer, por un testigo estrella en el proceso entre Uribe Vélez e Iván Cepeda y las falsas noticias que de todo esto se derivan.
El concepto sobre lo falseable es bien aplicado por el Gobierno y los congresistas del partido oficialista, pero esta práctica no es nueva ya que, durante los ocho años del Gobierno de Álvaro Uribe, fue una de sus estrategias para concitar la unidad nacional y así intentar consolidar lo que ellos denominaban el Estado de opinión.
Luego, cuando fueron oposición al Gobierno Santos, sí que echaron mano de todo aquello que fuera falseable, pero prefirieron apuntar a la información y los diferentes canales de comunicación, siendo los expertos en Colombia de propagar y generar falsas noticias.
Comencemos por recordar los falsos positivos judiciales que hoy se adelantan contra la bancada de oposición. Antes, en los años 80 y 90, el estamento aniquilaba a sus opositores y casi que ordenaba desaparecer a quien fuera un riesgo para el establecimiento.
Es así como exterminaron a todo un partido político como la UP; asesinaban a excombatientes que ganaban espacio político después de reinsertarse a la vida civil como sucedió con Carlos Pizarro y otros cientos exmilitantes del EPL, PRT y el Quintín Lame, pero también a Bernardo Jaramillo, Jaime Pardo Leal, Jesús Antonio Bejarano y hasta el mismo Jaime Garzón.
Mucho de eso afortunadamente hoy ha cambiado, pues si bien a raíz de la constitución se abrieron espacios a nuevos sectores y organizaciones políticas que se ganaron estos escenarios.
Estas fuerzas alternativas hoy representan un serio problema para el actual establecimiento que ve en sus contradictores políticos el principal problema para desplegar su agenda legislativa.
Pero a diferencia de magnicidios y exterminios arriba mencionados, hoy el poder encontró la forma sutil de quitar de su camino a la oposición para cumplir sus objetivos, esto es, usando la interpretación de la ley y el aparataje jurídico. Valiéndose de abogados que le venden el alma al diablo, que estiran cada norma a su favor.
Algunos ejemplos son casos recientes: Antanas Mockus tuvo que ser asistido por Humberto de la Calle para al menos lograr el efecto suspensivo del fallo; el caso de Ángela María Robledo; otros más que están en fila para ser fallados como Gustavo Bolívar, Petro; también piden quitarle la curul a la Farc; otros tantos que tienen algunos representantes Verdes y Decentes, entre otros.
Estos casos son la cuota perfecta para desbaratar la correlación de fuerzas que hoy existe al interior del Congreso, que no ha permitido al actual Gobierno tener un éxito rotundo en la agenda legislativa y poder tranquilamente tramitar las normas que necesita la administración Duque – Uribe, para continuar la versión 2.0 de la Seguridad Democrática.
Y de los falsos positivos judiciales pasamos a los falsos positivos militares, esos que fueron denunciados por el New York Times y que la Revista Semana no fue capaz de publicar.
Por este reportaje se suspendió el debate de moción de censura al ministro de Defensa, a la espera de que saliera la publicación para tener mayores elementos de juicio para poder demostrar la cadena de directrices que determina el señor Botero a las Fuerzas Militares, esas mismas que, a mi parecer, intenta tapar con un dedo y con la que señala las protestas sociales.
Los falsos positivos militares no son otra cosa más que ejecuciones extrajudiciales, repotenciadas en el Gobierno de Uribe, que hoy vuelven, aún más recargadas de seguridad democrática, bajo el velo de la economía naranja.
Nuevamente se dejan familias con el dolor y la pérdida de uno de sus miembros que, al final, se vuelven un simple dato más, gracias a la normalidad con la que nos hemos acostumbrado a contar los muertos.
Y para seguir en con esta cadena, tenemos el famoso cartel de los falsos testigos que nuevamente salió a relucir por la más reciente columna de Daniel Coronell, develando el pillaje de los paramilitares que venden testimonios inventados dependiendo de la suma que ofrezca el mejor postor.
Como cosa rara, el involucrado en esta ocasión fue un testigo dentro del litigio que se presenta entre Álvaro Uribe e Iván Cepeda, revelando que lo que dijo en contra de este último, no era verdad y que se voltearía a no ser que le dieran más dinero.
Pero también hubo falsos testigos en el caso Colmenares, que por estos días recobra vida como serie de televisión en Netflix. Se vienen, además, los que destapará Salvatore Mancuso, al comentar que en su contra se está montando un cartel de falsos testigos para ser excluido del proceso de Justicia y Paz. Como quien dice, hay testigo hasta para perjudicar senadores, expresidente y capos paramilitares.
Y todos esos falsos testigos, falsos positivos militares y falsos positivos judiciales tienen su efecto de bola de nieve gracias a las fake news, (o falsas noticias para corresponder a su traducción al español) pues de cada uno de estos elementos atiborrados de falsedad tienen en los magos de la manipulación mediática un intersticio para desplegar ese arsenal de odios y sentimientos viscerales.
Tal cual lo hizo de manera irresponsable la senadora Cabal al publicar un twitter en el que acusaba el periodista del New York Times de ser pago por la Farc, o como lo hace el partido de Gobierno al querer deslegitimar a la Justicia Especial para la Paz; falsas noticias que terminan alimentado odios para que este país no se pueda reconciliar.
Vamos de tumbo en tumbo con un presidente que no tiene una agenda de gobierno, sino la agenda que le impone su partido, la cual, entre línea y línea, anda creando todo un escenario de falsedad que permita mantener los privilegios de unos pocos sobre los derechos de muchos y, aunque el 19% de la población crea que el país va por buen camino, lo importante resulta ser Santrich, la JEP y el renunciado fiscal.
Foto cortesía de: El Pulzo