Hemos sido testigos de un reciente terremoto político en donde se observa con delicadeza el poco respeto del Ejecutivo por la institucionalidad colombiana y el Estado Social de Derecho. El desprestigio de las Cortes por parte del uribismo tiene cada vez más eco en la sociedad, tanto así, que la reciente decisión de la JEP fue un revuelo nacional y los medios de comunicación siguen haciendo las veces de jueces con su información sesgada. Esto es algo que debemos analizar muy detalladamente, ya que solo un Gobierno que respete el marco institucional puede exigir legitimidad y legalidad.
Ahora bien, el Gobierno de Iván Duque ha presentado profundas dificultades al momento de direccionar el Estado, tanto en decisiones del ámbito social como del ámbito fiscal, como lo mostró por ejemplo la mal llamada “Ley de Financiamiento”.
Esta fue una nueva reforma tributaria en donde se le bajaron impuestos a las transnacionales y se le subieron (nuevamente) al ciudadano de a pie, profundizando la amplia brecha de desigualdad social que acarrea Colombia, posicionando al país como uno de los más desiguales de Latinoamérica.
Este desprestigio tiene cierta realidad y es que Iván Duque no estaba preparado para gobernar el país. El senador Uribe Vélez también gobierna, pero le queda cada vez más difícil desde su banca en el Senado, sus cientos de investigaciones, su baja popularidad y sus ideas retrógradas de un Estado Mínimo o, como él lo llama, “austero”, no es más que un neoliberalismo tardío que se cae a pedazos por no entender las nuevas dinámicas socioeconómicas después de la crisis económica mundial del 2008.
Es por esto que hemos visto al senador Uribe Vélez desde el 7 de agosto de 2018 diciendo que el país está quebrado, como previniendo la mala gobernabilidad de Duque y cacareando que todos los males del país son por el Gobierno anterior.
“Entregaron el país quebrado, porque en el Gobierno de Santos el nivel de endeudamiento de Colombia pasó del 43% al 56%, y bajo esas condiciones el presidente Iván Duque intenta ayudar a los sectores en crisis que piden ayuda”, así declaró Uribe.
¡Qué trágica comedia que disfraza la caída en picada del uribismo!
Esta estrategia política ha sido utilizada por décadas en muchos gobiernos que tienen pésima imagen o no tienen una agenda de gobernabilidad, una radiografía total de este Gobierno uribista.
Es tanto así, que esa misma estrategia de echarle la culpa al Gobierno anterior la ha venido utilizando el presidente de Argentina, Mauricio Macri, señalando que su mala gestión es culpa del anterior gobernante.
Pero, la realidad es otra: cuando se gobierna para los empresarios y se reduce el Estado a una empresa, sin garantizar los servicios y fortalecer los derechos, el derrumbe político es inminente, y esto es lo que le pasó a Macri, un empresario que solo le apostó a sus amigos empresarios y se olvidó de la mayoría de la población argentina que tanto necesita de una gestión para el bien común.
De esta forma aquella estrategia política ha sido desenmascarada por el portal Deutsche Welle, titulando un artículo en el 2018 como “Mauricio Macri: ¿errores de gestión o el lastre de una ‘pesada herencia’?”. El portal, afirma lo siguiente:
“El presidente argentino, Mauricio Macri, se enfrenta a la caída de su popularidad en las encuestas debido a una economía en recesión, así como a los fracasos en el intento de frenar la inflación, que ya alcanza un 42 %, y de reducir la pobreza y el desempleo”.
Si Iván Duque sigue en esta línea de desconocimiento y desconexión social, esta estrategia política de la “pesada herencia” no les va alcanzar para disfrazar su ingobernabilidad e ineficaz gestión y terminaremos como el México que dejó Enrique Peña Nieto, o la Argentina que está dejando Mauricio Macri.
Foto cortesía de: Panamá Post
Cuando el mecánico es malo, siempre le echa la culpa a la herramienta.
Muy cierto, absolutamente.