El colombiano promedio siempre está señalando con su dedo al político o al vecino, pero pocas veces se fija en lo que hace y niega que la culpa, en buena medida, también es suya.
TransMilenio es un completo fiasco. Una ciudad como Bogotá, con ocho millones de habitantes, no merece un transporte público así. No, no, no y mil veces no. Y no lo merece, precisamente porque los articulados, además de no dar abasto con tal cantidad de gente, son chimeneas que se mueven sin parar, dejando en las calles partículas nocivas de diésel que matan a cualquier ser vivo.
Eso sí, la culpa de que ese sistema siga ahí —y vaya a seguir por varios años más— es gracias a unos gobernantes ineptos y corruptos que el pueblo eligió. Esa tesis se destruye, sin separar de la palabra político, la ineptitud y la corrupción, desde el pasado viernes 10 de abril.
Ese viernes la Universidad Nacional de Colombia sacó un estudio en donde evidenció que, cada día, al sistema ingresan sin pagar 384.000 usuarios. ¡Algo alarmante! —estamos hablando, casi, de los habitantes de una ciudad como Manizales. Es un tema digno para pensar: qué hemos hecho mal nosotros como sociedad, para ser los culpables, en buena medida, de un desfalco al Estado que complementa al de los corruptos más corruptos que han pasado por la Alcaldía.
Hemos llegado, quizá, a la desconfianza que han generado tantos corruptos en las obras públicas de Bogotá y, en general, de toda Colombia. Si se lo preguntamos a un colado, así como lo han hecho varios programas de televisión, ellos van a responder lo mismo: “El sistema es una mierda y ya” o “tengo el pasaje de regreso, pero no el de ida” o, como una vez respondió ante las cámaras de City Tv un joven, que se ganó el título de “El colado más ‘conchudo’”, al responder: “Venía con una compañera a estudiar. Y, pues, pasamos dos por uno. Creo que ya no hay esa promoción en el sistema”.
La culpa de que Bogotá no tenga metro también es de los bogotanos, que se han colado cada día y han logrado desfalcarle a TransMilenio más de dos mil millones cada semana.
Hay videos de mujeres que, afanadas en su carrera, con un coche de bebé en su mano derecha, pasan corriendo e ingresan a las estaciones. Por favor, esta es una petición personal: si no tienen dinero (y aunque lo tengan), dejen de parir esos ejércitos de niños a este mundo, sus cinco o seis hijos también son la causa para que un sistema de transporte masivo esté colapsado.
Muchos expertos hablan de que falta cultura. Y si por cultura está como ejemplo el transporte público de Medellín, donde te debés de portar bien, como lo invita el alcalde, mientras en varias vallas de publicidad te ofrecen aguardiente, con un lema terrorífico —impensable en un borracho que empuñe un machete o un revólver en su mano—: “Pa’ las que sea”, estamos jodidos.
¿De qué cultura hablamos, cuando nos hablan de metro? ¿De que aparentés ser lo más culto por no pisar la línea amarilla y matés a tu mujer o a tu vecino borracho en la casa por una riña?
Nos falta, hablando desde el presidente de la República hasta el colombiano de a pie más llevado por la pobreza, sentido de pertenencia por este platanal que es de todos y de nadie a la vez.
Foto cortesía de: El Espectador