Las nuevas generaciones en Colombia se están encargando de propagar una epidemia que expande la pluralidad sociocultural a partir de los ámbitos políticos, ideológicos, económicos y religiosos. En el caso específico de la religión, varias personas que no están relacionadas a ella han considerado que estas doctrinas son causales de mantener nuestro país en el tercermundismo, ya que afectan las decisiones de los demás campos de estudio que no deberían estar ligados a ella, también porque destruyen la libertad de expresión y condicionan la formación integral dentro de las instituciones educativas.
Por consiguiente, es importante analizar estos paradigmas de la religión desde dos puntos de vista relevantes: el balance de pesos y contra pesos y su incidencia en la formación académica.
1. Balance de pesos y contrapesos
El vigor de la religión aún continúa metiéndose en los asuntos que inciden en la relación entre Estado y sociedad. Las decisiones legislativas sobre los temas de interés público todavía se rigen mediante la moralidad religiosa, principalmente por los partidos políticos de derecha que recriminan los pensamientos culturales de las minorías en nuestro país.
Cabe mencionar que la Constitución Política de Colombia expresa que la libertad de pensamiento, de cultos y desarrollo de la personalidad son fundamentales para que los ciudadanos estén por igual bajo el peso de la ley.
Sin embargo, sigue existiendo una presión social que condiciona con el libre albedrío de la identidad personal; hemos visto políticos e influenciadores que han discriminado a los miembros de la comunidad LGBTI bajo el prejuicio de un dogma profesante, pastores evangélicos que protestaron por anular la presentación de una banda de metal llamada “Marduk” mediante calumnias y discursos de odio sin sentido.
Como he mencionado anteriormente, las decisiones políticas tampoco quedan atrás, muchas personas que votaron por Iván Duque y el resto de senadores con pensamientos ultraconservadores en el Congreso de la República, fueron atraídas por sus discursos religiosos en cuanto a poner su gobierno en mano de Dios y regirse bajo los conceptos de un pensamiento católico.
Es más, hubo gente que votó sin conocer correctamente sus planes de gobierno, solo por el simple hecho de compartir la misma postura religiosa que tenían los políticos por quienes votaban.
Esto es un error común al momento de tomar las decisiones políticas, ya que, a mi parecer, nosotros debemos votar por un candidato que postule ideas progresivas y se preocupe por reforzar la relación entre gobierno y sociedad.
Muchos de los que han puesto sus campañas de gobierno en el nombre de Dios, han manchado su nombre mediante acciones corruptas, engañando a sus votantes. De hecho, ni asisten a su trabajo y siguen cobrando su sueldo, dejando atrás todo el sermón religioso que le ofrecieron a la población.
2. Formación académica
La religión en el sistema educativo ha estado tergiversada bajo un fundamento tradicionalista que se concentra solamente en predicar el dogmatismo católico, la moralidad basada en la fe y las historias del Antiguo y del Nuevo Testamento.
Las clases deberían profundizarse en divulgar un enfoque multicultural, en contextos históricos, políticos y socioculturales que han vivido las distintas religiones que difieren del cristianismo y el catolicismo.
Es ideal que los profesores de religión transmitieran en sus clases el origen, la historia y las costumbres que adquieren las creencias del budismo, el islam, el hinduismo, el judaísmo y demás cantidad de dogmas que existen hoy en día.
De la misma manera, es un buen estímulo para que los estudiantes tengan la posibilidad de ver con qué religión se sienten más cómodos y puedan escoger bajo una gran carta pluricultural la doctrina con la que quieran aplicar en sus vidas cotidianas.
Ahora bien, el segundo problema que hay en el sistema educativo es la escasa imparcialidad de varios educadores y el ataque que realizan hacia el desarrollo de la personalidad individual de los estudiantes.
Existen profesores radicales que se molestan con los estudiantes que no creen en Dios o que no comparten sus pensamientos, incluso los obligan a profesar una creencia que está en contra de la formación personal de aquellos individuos.
El artículo 19 de la Constitución Política de Colombia menciona lo siguiente:
“Se garantiza la libertad de cultos. Toda persona tiene derecho a profesar libremente su religión y a difundirla en forma individual o colectiva. Todas las confesiones religiosas e iglesias son igualmente libres ante la ley”.
Por lo tanto, ningún profesor o personal de alguna institución educativa tiene el derecho de atacar a sus estudiantes por estar en contra de las posturas religiosas o ideológicas que ellos profesan.
El artículo 4 de la Constitución también dice:
“La Constitución es norma de normas. En todo caso de incompatibilidad entre la Constitución y la ley u otra norma jurídica, se aplicarán las disposiciones constitucionales. Es deber de los nacionales y de los extranjeros en Colombia acatar la Constitución y las leyes, y respetar y obedecer a las autoridades”.
Por lo tanto, ningún manual de convivencia puede pasar por encima de la Constitución Política y, las instituciones educativas con fundamentos religiosos, deben obedecer ante el mandato de aquellas normas pactadas que han tenido vigencia desde 1991.
Los estudiantes de Colombia que sean vulnerados con su libre desarrollo en la personalidad y/o en la libertad de culto no tienen nada qué temer contra quienes arremeten en su formación académica, tienen el respaldo de la Constitución Política de Colombia y de unos organismos judiciales que muy probablemente jugarán a su favor.
Bajo estos dos puntos de vista, la conclusión que responde a la pregunta principal de esta cuestión es que la religión no es como tal el problema para Colombia, el verdadero problema es su uso desde un extremismo que incide dentro de situaciones específicas donde no debería tener importancia.
No está mal que cada persona tenga sus creencias, siempre y cuando se respete la identidad personal ajena y no sea inculcada en asuntos que tienen nula relevancia con su participación.
Nuestro país puede progresar sin la necesidad de abolir con la religión completamente, con el hecho de respetar los pensamientos de los demás es suficiente para empezar a crear un gran desarrollo como nación.
Foto cortesía de: El Confidencial
Me gustó mucho la manera como se aborda el tema de la religión en Colombia, y como la política busca sacar provecho de ella. Felicitaciones