Vi a Natalia Ponce de León. Yo a ella y ella a mí. La diferencia, dirían algunos, es que sus cicatrices saltan a la vista. El resto debemos darle salida a las heridas, con carácter urgente (en el mejor de los casos). ¡Ah! Ella también lleva una gran ventaja: que ya no le duele.
Ese ser que se paró en la tarima de un centro comercial de mi ciudad tiene un poder que sobrepasa cualquier flaqueza que pudiese, en algún momento, brotar de su espíritu. Esas fracciones de rabia y de dolor purificado creo que son las mismas que ahora dan sentido a su vida y a la de muchos: quizá todos los que escuchen, alguna vez, la historia de su vida. Más contada por ella.
Me atrevería a decir que aquellas grietas en su cuerpo y en su cara hoy la arman. La veo como un rompecabezas vivo, cuyas piezas de piel le dan forma a su nueva vida.
Sí, tal vez esté yo hablando de más. Pero es que Natalia Ponce de León tiene uno de los mensajes de superación más empoderadores que hayan atravesado las fibras de mi corazón. Fui a verla hace unas semanas y sentí en ella, literalmente en primera fila, lo que tanto la caracteriza: la resiliencia.
Ese testimonio, esa causa, esa fuerza que emana de ella con un micrófono en la mano me hizo pensar en el tabú de lo imposible. Me hizo ver el mundo fácil, superable, vivible y disfrutable. ¿Por qué la escogió ese tema tan particular para hablarlo frente a miles de personas en todo el mundo? ¿Por qué a ella? ¿Por qué a otro?
¿Por qué nos escogen los asuntos?
«‘¿Por qué?’ no» – dijo ella – «¿Para qué?».
Claro que hemos escuchado que, para disfrutar la felicidad, primero hay que conocer, de original mano, a la tristeza. Pero, esta bogotana me mostró que no hay que asustarse al tocar fondo, al saludar a los lugares más oscuros de la mente y de las emociones. Porque, de hecho, de ahí se regresa, se recupera y se vuelve a ser feliz.
Sobrevivió ella, como sobreviven los que pasan semanas en una balsa en el mar, como el que se divorció después de veinte años, como al que le diagnosticaron una terrible enfermedad hace quince. Sobrevivió porque en su mente no existen las víctimas, solo los sobrevivientes. Y si usted piensa así hoy, su mañana cambiará.
Ella dijo que el destino la llamó a la puerta de la casa de su mamá el 27 de marzo de 2014. ¿Y a usted, cuándo y dónde fue?
Ella narró todo lo que experimentó a raíz de ese momento. ¿Y usted cómo lo vivió?
Como ve, todos tenemos algo qué contar. A todos se nos ha quemado el alma en algún instante. Pero, lo ve: seguimos.
A Natalia la unió con un desconocido el momento que cambió todo, pero su poder estuvo en multiplicar el efecto de aquel fatídico segundo, de aquel miedo abrupto, de aquel dolor de alma. Natalia, a sus 33 años, le cambió las reglas del juego a la maldad, a la violencia de género, al odio. Y como se ha ido re-dibujando su piel estos años, también su historia, también ella. Pasó de sufrir a convertirse en heroína y cambió las oscuras intenciones de su agresor por un mensaje de esperanza y de vida para todas las mujeres del mundo.
Entonces, ¿qué es lo que la hace tan especial? Como ve, que esta mujer, con su vestido, con sus botas, mostrando las fotos de su infancia y adolescencia en un video beam, contando su historia en una conferencia; enseña a pensar.
Está cambiando al mundo.
Gracias, Natalia.
Foto cortesía de: The Morning Call
Doloroso lo que le ocurrió a Natalia, pero ella misma es un mensaje esperanzador. Gracias Natalia por tanto, por tu lucha a favor de las mujeres violentadas cada dia. Te admiro y te apoyo en tu emprendimiento.
Y muchas gracias a ti por leer.