Fredy es un amigo con el cual me crie, vivíamos en la misma calle en el Barrio Rebolo de Barranquilla, y junto a él todos los pelaos de la cuadra compartimos las mismas experiencias. Los años pasaron y cada uno comenzó a tomar una identidad y la de Fredy fue juntarse a la delincuencia. Murió iniciando apenas su juventud, ultimado a quemarropa por un patrullero de la Policía en la carrera 30, vía a la Zona Franca, luego de ser herido por el escolta de una mula a la cual intentó atracar.
De ‘Fredys’ están lleno los barrios más humildes de las principales ciudades del país: chicos que viven una corta vida de caos, inmersos en la delincuencia y la drogadicción, haciéndose daño a sí mismos, a quienes les rodean y a las víctimas de sus crímenes.
Es cierto que hay opciones, mis otros vecinos y yo escogimos distintos estilos de vida a la de Fredy, pero la realidad es que pese a vivir en la misma calle él no tuvo nuestras mismas oportunidades.
Cuando se habla de cómo combatir a la delincuencia todos al unísono exclaman mayor pie de fuerza, cárcel sin contemplación, y fieles a nuestra cultura traqueta “plomo y palo terapia”. Sin embargo, muy a pesar del aumento de los miembros de la Policía, de los cientos de miles de millones de pesos invertidos en seguridad, de la construcción de nuevas cárceles, de reformas judiciales, e incluso de acciones ilegales como las mal llamadas “limpiezas sociales”, la criminalidad sigue campante.
Para tratar el delicado tema de la delincuencia nos debemos centrar en dos ejes fundamentales: corrección y prevención.
En cuanto a la corrección, es lo que habitualmente vemos que las administraciones públicas usan para afrontar las olas de criminalidad, y a diferencia de los que muchos esperarían, la seguridad en las ciudades nada ha mejorado.
La solución no necesariamente es la represión, hay que replantear el debate frente al derecho de ciudad que no tenemos quienes hemos habitado en los barrios más humildes. El trato militar a los conflictos sociales de las ciudades, como la delincuencia, ha generado ruptura entre la comunidad y las instituciones.
Por ejemplo, la Zona Negra de Barranquilla, que lleva décadas siendo golpeada por la delincuencia, es un sector de Rebolo en el cual se ha llevado a cabo todo tipo de operativos dando como resultados incontables personas detenidas y muertas. Hoy cuenta con tres CAI´s, cada uno de ellos cercano al otro, como es el caso del CAI de “Cervecería Águila” (Carrera 38 con calle 10) y el CAI de “Los Tres Postes” (Calle 17 con carrera 36), donde hay a lo sumo 200 metros de distancia, y pese a ello sigue siendo un sector peligroso para quienes transiten por allí y también para sus residentes, sector donde odian a la Policía y la ilegalidad es un principio rector.
De ahí el eje de la prevención, política de largo alcance la cual debe programarse aplicar por años para ver resultados, y en la que creo es la mejor opción. Un plan decenal de niñez y juventud puede ser una formula a través del cual en las ciudades se puede combatir al delincuente, no cuando ya hace daño, sino evitando que surja.
En el ADN de nadie está estipulado ser criminal, aunque el entorno social es un factor determinante para pulir personalidades. Enseñar, promover y garantizar que la niñez y la adolescencia accedan al deporte, la cultura, las artes, la educación, recreación, salud integral, entre otras cosas, hará reducir los índices de criminalidad.
Tal vez si Fredy no hubiese desertado del colegio por razones económicas, si hubiese tenido conocimientos artísticos o deportivos, si a pesar de que había conflictos en su casa tuviese acompañamiento sicosocial, aún estuviese vivo, fuese un trabajador honrado, y con él nos pudiésemos encontrar los de la cuadra a recordar viejos tiempo en una esquina sin el temor a un atraco o balacera.
En estas elecciones no voten por quien haga ofertas populistas como el actual alcalde de Barranquilla que juró sacar el ejército a las calles para frenar la criminalidad. Ha llegado el momento de un modelo de ciudad humano y social, que brinde dignidad a las zonas más vulnerables para mitigar los estragos de la segregación económica, democratizando así a nuestra sociedad para darle opciones a otros Fredys.
Foto cortesía de: Milenio