Barranquilla ha cambiado en la última década, en eso no hay discusión: grandes obras civiles, muchas de ellas de recuperación y embellecimiento de la ciudad, dan fe de que el cemento se ha movido bastante. Sin embargo, esto no ha sido suficiente para darle solución a los conflictos que hacen implosión entre la ciudadanía, incluso causando un efecto dominó en los municipios que giran en torno a la capital del Atlántico.
Críticas y elementos hay para cuestionar la eficiencia y efectividad de la década charista con la ciudad, muchas de ellas del talante administrativo que ponen en evidencia lesivas acciones como el endeudamiento de Barranquilla con el sector financiero, en especial con el Grupo Aval, lo que le quitaría autonomía financiera.
Desde los sectores alternativos hemos tenido la tarea inconclusa de saber dar la pelea. Y es que el charismo ha reinado en los últimos doce años casi que sin contratiempos, aunque salvo por el accionar de algunos sectores y personas que han sabido tumbar arbitrariedades como Valorización II, no ha habido un proceso político que los haya hecho dudar del poder que ostentan.
Llegado el año electoral aparecen las acciones de los partidos tradicionales que a como dé lugar buscan la manera de seguir en los aparatos del Estado. Pero también llega el eterno mal de las expresiones políticas alternativas: la esquiva unidad.
Cada cuatro años se dice lo mismo, se hace lo mismo y se llora sobre lo mismo. Llegar a consensos ha sido una titánica tarea que no ha arrojado frutos en lo local, todo porque hay diversas lecturas en torno a las formas de hacer la política.
También debido a que salen a flote rencillas, odios y otros sentimientos negativos por viejas pugnas que políticos locales han tenido entre sí. A la hora de tocar el tema todos son culpables, menos “mi gente y yo”. Hay muchos señalamientos, pero poca autocrítica, mucho menos la aceptación de errores y la disposición de evitar repetirlos.
A pesar de lo anterior hay que insistir en el debate sobre la definición de una candidatura única que le haga frente al charismo en las elecciones por la Alcaldía Distrital, dado que si salen varias candidaturas, es derrota segura. Hasta el momento son cuatro los precandidatos que cuentan con el respaldo de diversos grupos, cada uno con sus experiencias, y a ellos y esos procesos hay que exigirles la unidad.
Para la fecha creo ya no hay manera de optar por la opción de la consulta interpartidista que acompaña la Registraduría Nacional, y menos mal no se hizo porque habría sido un arma de doble filo debido a las actuales condiciones organizativas y logísticas de las expresiones alternativas a nivel local.
Aun así, más allá de la legalidad de un aparato del Estado, queda la legítima opción de buscar mecanismos propios para concluir esta tarea y, de ese modo, hacerle bien la pelea al charismo en lo electoral y en lo político.
Nos corresponde no solo buscar votos, hay que empoderar a la ciudadanía barranquillera para construir una ciudad democrática, más cuando en las elecciones presidenciales los votantes demostraron querer cambios, el problema ha estado en nosotros que no le hemos sabido ofrecer opciones para escoger, o si las hay, nos encargamos de destruirlas por no ser de nuestro agrado.
Dejemos a un lado lo que ha pasado antes, algún día hay que aclarar las cosas y castigar políticamente a quienes lo merezcan, pero ahora hay una consigna central y en eso nos debemos concentrar: derrotar electoral y políticamente a la familia Char y para ello no hay mejor arma que la unidad.
Si ya todos sabes que el problema de la «izquierda» en Barranquilla es de hambre, es que no son capaces de unirse por que hay algunos que se venden al mejor postor y están dentro del proceso con el unico objetivo de sabotear el proceso, por eso muchos dentro de los movimientos alternativos han llegado a viejos y siguen como empezaron, derrotados en todas las formas en las que un ser humano puede vivir la derrota