En efecto, cuando se produce esta clase de atentados, la gente del común, carente como siempre de conocimientos políticos y de criterios de análisis, suele pensar que el terrorismo es obra exclusiva de los movimientos políticos de izquierda, lo cual, obviamente, no es cierto.
De hecho, el terrorismo se puede manifestar tanto por acción de agentes de la oposición, como por la de agentes del Estado.
Por ejemplo, los llamados falsos positivos son una expresión de terrorismo de Estado; así como las persecuciones efectuadas entre 2002 y 2010 por el Departamento Administrativo de Seguridad, entidad adscrita a la Presidencia de la República, en contra de periodistas y otros críticos del régimen, las cuales están debidamente demostradas en la excelente investigación de Julián Martínez en su libro ChuzaDAS.
Como lo son también los incontables atentados que, contemporáneamente, han segado la vida de los líderes sociales, desde el regreso al poder del partido Centro Democrático.
El terrorismo, como su nombre lo indica, es un mecanismo de inducción al miedo pánico. Es decir, se trata de un instrumento creador de zozobra e incertidumbre.
El ser humano es visceral en su reacción frente al miedo: de manera inequívoca busca la salvaguarda, la protección, el refugio. Y es que el niño, que todos llevamos adentro, se siente de repente en peligro y procura hacerse con un respaldo, con un escudo protector que impida la vulneración de su integridad.
Por eso los regímenes y los gobiernos autoritarios son tan afectos a los autoatentados. Basta repasar la historia, particularmente la de la Italia fascista, la de Alemania Nazi, la España franquista, la Argentina peronista entre muchos otros ejemplos.
Y, para no ir muy lejos, entre nosotros están perfectamente documentados los autoatentados uribistas en diversos momentos y lugares del país (Ejemplos 1, 2, 3, 4; eso por citar solo algunos)
Y la razón de ser del autoatentado terrorista radica en que, como bien lo enseñó el filósofo del derecho, el inglés Thomas Hobbes, cuando la sociedad tiene miedo, cuando la sociedad se siente amenazada y en peligro, los ciudadanos no tienen ningún reparo en rodear con su respaldo al soberano, al mismo tiempo que renuncian a su libertad, con tal de garantizar su seguridad.
Cada uno deja de lado su libre albedrío y su autonomía, y se pone en manos de un tercero, formidable, poderoso, indestructible: El Estado. Que personificado por su gobernante, se presenta como salvador, redentor, formidable adalid, titán y campeón, capaz de ponerle fin a esas amenazas.
En otras palabras, el autoatentado terrorista, que se le acostumbra endilgar al opositor, al contradictor; al disidente, al otro, es un instrumento que los regímenes autocráticos y tiránicos utilizan para conseguir la legitimidad, el respaldo y el reconocimiento de los ciudadanos, de la sociedad, que en tales condiciones, se muestra dispuesta a perdonarle al soberano todo, abusos, arbitrariedades, corrupción, infamias, con tal que le garantice la seguridad y la tranquilidad para vivir y tramitar sin tropiezos sus negocios comerciales, económicos y sociales.
Es por todo lo anterior, por lo que un hecho infame y doloroso como el atentado terrorista contra la Escuela de Cadetes de Bogotá resulta política y éticamente repudiable: porque con ese tipo de acciones lo único que se ha logrado es reencauchar y restaurar la imagen de un individuo inane, un sujeto baladí como Iván Duque Márquez, el presidente Mario…neta, cuyo desprestigio iba en ascenso.
Pero además, con hechos como ese se logró generar suficientes cortinas de humo para que la figura de Néstor Humberto Martínez Neira, el controvertido Fiscal General de la Nación, saliera indemne de todos los cuestionamientos jurídicos, morales y políticos que se le estaba realizando con motivo del nauseabundo caso Odebrecht. De ahí que no haya sido en vano la acuciosidad que han demostrado el CTI y la Fiscalía para poner en claro el atentado.
Pero, peor aún, el malhadado atentado terrorista ahogó, en un justificado mar de solidaridad con la Policía, todos los interrogantes que se estaban planteando desde la sociedad civil a los métodos brutales e injustificados del uso de la violencia desmesurada y de represión que el cuerpo policial denominado ESMAD desata en contra de aquellas personas que participan en la protesta social.
Por demás, las luchas juveniles en defensa de la cultura y la financiación de la educación pública universitaria, quedaron, de la noche a la mañana y en virtud de la solidaridad con el régimen, sin piso y en el vacío.
Aunque, definitivamente, lo más grave de todo es que, gracias a la actitud morbosa y al sesgo carroñero desplegado por los medios de comunicación, especialmente los televisivos, el humo de la explosión del carrobomba hizo desaparecer, como por arte de magia, las imágenes de más de doscientos líderes sociales y reclamantes de tierras, acribillados impunemente por fuerzas muy cercanas al establecimiento.
Por eso, porque esta modalidad de actos terroristas apuntala al régimen en lugar de cuestionarlo; porque con sus acciones aisladas y desesperadas, desorganiza y suplanta a las masas, en lugar de organizarlas y guiarlas, el ELN tendrá que responder; tal vez no ante la justicia, pero sí ante la Historia, por el daño moral y político que le ha irrogado a la causa popular.
Dado que este tipo de actos terroristas resulta más favorable y propicio al régimen que ellos dicen combatir, que a las banderas que pretenden defender, ello es suficiente motivo para someterlos a un severo enjuiciamiento histórico.
Estoy muy de acuerdo con esta disertación
Cuando despues del atentado y las declaraciones de los eficientes funcionarios del Estado en mi cuenta de Twitter comenté que sería conspiranóica y podía ser un atentado SÍ del ELN, pero en concenso con el gobierno recibí todo tipo de insultos, y hoy aún lo pienso. No todo está claro.
Si en anteriores ocasiones se han unido con grupos delincuenciales para generar ese miedo a los ciudadanos y que pidan a sus salvadores a gritos acciones de guerra. Guerra que cubre con su manto oscuro todo tipo de corrupción.
Esto no quiere decir que no censure y el aberrante acto de terror donde se cegaron vidas jóvenes, llenas de sueños y expectativas.
Excelente diagnóstico de nuestro país y ojalá todos tengamos elementos de juicio para entender la realidad triste que hoy vivimos.
Lapidario ese último párrafo.
Si de algo deberá arrepentirse y pedir perdón elcELN en su momento, cuando la sensatez regrese a sus filas, será de haber funcionado como un brazo armado al servicio del establecimiento justo cuando el grueso de los ciudadanos anhela una paz estable y duradera.